«La granja», de Tom Rob Smith, por Jesús Lens

Granja, La_135X220Jesús Lens Espinosa de los Monteros

Partamos de la base de que no conocemos, en absoluto, a quienes nos rodean. Y no me refiero a los vecinos o a los compañeros de trabajo. Hablo de no conocer a las personas de nuestro círculo más íntimo: a nuestros padres, hijos, hermanos, parejas…

Una vez aceptada esa máxima, imagine el lector que su padre le llama un día por teléfono y, abatido, le dice que su madre está enferma. Psíquicamente. Que ha sufrido un trastorno mental. Y le pide ayuda.

Siga imaginando el lector que, inmediatamente después, es su madre la que le telefonea. Y le dice que está en peligro. Ella. Que hay una conspiración para silenciarla. Y que su padre está en el ajo. Que es uno de los malos.

¿Qué haría usted?

Piénselo. Pero, mientras, dese un salto a su librería más querida y compre La granja, de Tom Rob Smith, editada por Salmandra Black, una de las colecciones de género negro y criminal más interesantes del actual panorama literario español.

Y le recomiendo que se haga con la novela porque una situación como la descrita se le planteó al autor: la llamada de su madre en pleno brote psicótico. ¿O no era tal? ¿Y si, en realidad, tenía razón?

Ése es el planteamiento de una novela singular, La granja, en la que Tom Rob Smith fabula con la historia de unos padres que dejan Inglaterra y se vuelven a la Suecia natal de ella tras haber liquidado su patrimonio inmobiliario, acosados por las deudas. Regresan a la Suecia rural, tras haber adquirido una granja en la que piensan pasar su vejez, dedicados a cultivar la tierra, pescar salmones, alquilar habitaciones a turistas y, básicamente, a ser felices.

Solo que la vida, en el campo y en un aparentemente idílico ambiente rural, no es tan bonita como podríamos pensar. Empezando por la acogida de los vecinos. Y por los secretos que les atenazan.

A partir de ahí, cerca de 400 vertiginosas páginas en las que todo lo que se cuenta resulta adictivo. Pero, sobre todo, lo llamativo es el cómo se cuenta: a través de una conversación.

Y es que la arquitectura narrativa de La granja es un tour de force estilístico en el que el punto de vista y la voz tienen una importancia básica. Capital. De hecho, si la novela estuviera así contada, sería imposible que se sostuviera durante tantas y tantas páginas.

Los saltos en el tiempo y en el espacio, los recuerdos, las sensaciones, la imaginación, la capacidad de seducción de los buenos contadores de historias, el contraste entre el aquí y el ahora y el allá lejos…

Hasta llegar a un final espídico que te tiene agarrado por las solapas, aunque vistas camiseta, y ya no te suelta. Entonces, sin resuello, cruzas la última página.

Teniendo en cuenta que la anterior novela de Tom Rob Smith, El niño 44, fue llevada al cine con notable éxito y que él mismo es un consumado guionista, no tardaremos en estar haciendo cola en la taquilla, para ver La granja.

Mejor haberla leído antes. Como pasó con Perdida, de Gillian Flynn, por ejemplo, obra con la que ésta tiene muchas conexiones. Eso sí: una vez que la empiecen, no hagan muchos planes para los siguientes dos o tres días, que su único interés radicará en seguir avanzando en esta apasionante conversación entre madre e hijo.

@jesus_lens

 
La granja
Tom Rob Smith
Trad.: Javier Guerrero Gimeno
Salamandra Black

3 comentarios en “«La granja», de Tom Rob Smith, por Jesús Lens

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