Reseña: «No eres lo que busco», de Laura Mavor

Teresa Suárez

“¿Qué pasaría si en lugar de encontrar en internet tu cita perfecta encuentras al asesino perfecto?” Sobre un fondo negro (misterio, violencia, poder, muerte) en el que flotan difuminados los rostros de varios hombres jóvenes y guapos, el autor o autora de la sinopsis, escrita en impoluto blanco (inicio, pureza, simplicidad, claridad), me interroga en naranja (divertido, llamativo, incitante, poco común) nacido, como saben, de la combinación de rojo (pasión, valor, sexualidad, peligro) y amarillo (optimismo, impulsividad, inquietud, energía).

Háganme caso: si aplicamos la paleta de colores psicológicos (basada en los estudios sobre el significado de los colores realizados por la socióloga y psicóloga alemana Eva Heller) al análisis de los elementos externos de este libro, comprobamos que las tonalidades empleadas proporcionan mucha información sobre lo que nos espera sin necesidad de imaginarlo.

En Santarés, pequeña localidad costera en la que nunca pasa nada hasta que pasa, una “señora oronda y enorme” vestida con una “gabardina fea color agua sucia”, la teniente Miranda Vega de la Policía Judicial, adicta al tabaco y a las manzanas Granny Smith (un sabor ácido para una personalidad caustica), se presenta a nuestro servicio.

Nada de atractivas policías rubias y atléticas, ancladas en una franja de edad imposible de determinar salvo que se les practique la prueba del carbono catorce. En su lugar una cincuentañera aparentemente asexual, fachosa, de enormes pechos blandos y generoso trasero (“no daba la impresión de ser obesa, más bien amplia, rotunda”), dispuesta a luchar con uñas, dientes y una lengua de estilete, por la propiedad competencial de un cadáver, elemento cuasi exótico en una zona de natural tediosa, por mucho que deba disputárselo al carismático y sonriente teniente Campoy, jefe del Grupo Especial de Actividades Subacuáticas (GEAS), los chicos mimados de la compañía.

El comandante Alejandro, El Abuelo, haciendo gala de su “carácter blando y caciquil”, anuncia a Miranda que su equipo, integrado por la alférez Adriana Lesboutx de 26 años (“ingresó en el cuerpo directamente en la escala de oficiales, tras licenciarse en Derecho y superar una dura oposición”) y el sargento primero Antonio Benjumea (“era lo que en la jerga benemérita solía denominarse como un caimán porque pasaba la mayor parte de la jornada tumbado al sol y sólo se movía para comer”), se verá reforzado con un nuevo agente a quien el jefe vende como “trabajador, disciplinado y listo como el hambre”, antes de mencionarle, de pasada, que se trata de su sobrino, el sargento de 26 años Christian Ballesteros “muy alto, de hombros anchos y cintura estrecha”.

De la mano de Laura Mavor, criminóloga de profesión especializada en delitos cibernéticos, nos adentramos en un territorio poblado de mujeres fuertes y seguras. Sea desde la cola del mercado, desde el depravado Centro Social que perturba la tranquilidad de algunos parroquianos o desde su lugar en la rígida escala jerárquica de la Guardia Civil, instituto armado de naturaleza militar reservado, hasta no hace mucho, a los hombres (la incorporación efectiva de la mujer no se llevó a cabo hasta el año 1989), las féminas de esta novela defienden sus posiciones en el mundo con decisión y una ración extra de coraje que anula cualquier posibilidad de retroceso.

Alejadas de los roles habituales de madre, cuidadora, ama de casa o esposa (salvo que el matrimonio suponga un pasaporte hacia una mayor cuota de libertad), dedicadas cien por cien a su trabajo y poco dadas a florituras estéticas, dejan vacantes las plazas de floreros que, rápidamente, pasan a ocupar algunos miembros masculinos encantados de haberse conocido.

Si agotados por el exceso de oferta mala que satura el mercado de lo negro y criminal pasan de esta autora, cometerán un error, uno de los gordos, porque se perderán una inteligente y excelentemente pergeñada novela policiaca.

Nada de wikipédicas y pesadas explicaciones sobre métodos científicos, tipos de criminales, técnicas forenses o manidas referencias al sacrosanto FBI, la agencia federal de investigación e inteligencia americana con jurisdicción sobre delitos de corrupción, terrorismo, secuestro y crimen organizado. En su lugar una historia donde el sentido del humor, que ocupa un lugar preferente, acompaña a una narración fluida, amena y muy entretenida.

Nada de llegar a la escena del crimen y encontrar pelos o fluidos corporales que proporcionen hasta la talla de pantalón del asesino. En vez de eso, el proceso de investigación criminal aparece detallado de una manera realista, es decir, sin obviar los aburridos trámites burocráticos que no te puedes saltar, la ausencia, en la mayoría de los casos, de restos biológicos (C.S.I. es la serie de cabecera de la nueva hornada de criminales), las posibles teorías que debes ir descartando a fuerza de seguir pistas que no conducen a ningún lado, el desánimo, las zancadillas entre cuerpos y la presión mediática para que resuelvas cuanto antes un delito que altera la vida de la comunidad porque, de no hacerlo, tu carrera se verá seriamente perjudicada.

Se nota, se siente, que Laura Mavor sabe de lo que habla.

Los personajes son compactos, con fundamento. Los hay repelentes, irónicos, adorables y tiernos, pero todos logran conectar con el lector y te llevan a experimentar una sensación de identificación o rechazo que te convierte en un elemento más de la trama.

Es una novela comprometida (“Miranda la acompañó hasta el puesto del Equipo de Mujer-Menor de la compañía. Incluso le ayudó a presentar y rellenar la denuncia [por maltrato] pues la mujer (…) se encontraba en un lógico estado de miedo y confusión (…) La ayudó a comprender que no debía sentirse responsable de aquella situación y que no por ser más lista, más culta y con más mundo que otras, estaba a salvo de cruzarse con un cabrón de manos largas”), es una novela bien escrita (“Llevaba casi cinco décadas viviendo en Santarés y, aunque para sus oriundos Mercedes era un miembro integrado de la comunidad, ella seguía sintiéndose una criatura de meseta: sobria, parca y sentenciosa”) y es una novela divertida (“Ah, vamos, nadie pretende que cases con él. Sólo róndale un poco, hazle ojitos, dile que tiene una moto acuática enorme…Ya sabes”).

Fíjense si he disfrutado que, cuando apenas acabamos de estrenar mayo, puedo decir y digo que el debut literario de Laura Mavor no solo ha sido mucho más de lo que buscaba y esperaba encontrar, sino que se ha convertido, por méritos propios, en una de mis apuestas seguras para integrar, por mucho que se elabore a finales de año, la lista de las mejores novelas policiacas y de suspense de 2017.

Se lo dice una criatura de meseta, tan sentenciosa como Mercedes.

Post-data para la autora: Laura, cuando te compren los derechos del libro para hacer la serie (digo bien, serie no película), que lo harán, resérvate el derecho a decidir quien da vida a la teniente Miranda, porque he estado repasando mentalmente la lista de actrices españolas y me ha resultado imposible encontrar una que reúna los requisitos de edad, físico y personalidad sarcástica.

 

No eres lo que busco

Laura Mavor
Plaza & Janés

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Un comentario en “Reseña: «No eres lo que busco», de Laura Mavor

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