El rincón oscuro. Química: la ciencia más noir

Jesús Lens

A principios de 2017, la actualidad informativa internacional se vio sobrecogida por una muerte de lo más extraño y singular: un individuo era asaltado en la terminal 2 del aeropuerto de Kuala Lumpur (Malasia) por dos mujeres. Mientras una le sujetaba la cabeza, la otra le rociaba la cara con un spray.

El sujeto, que sería identificado como Kim Jong-nam, hermanasto del Amado Líder norcoreano, Kim Jong-un, no tardó en morir como consecuencia de la inhalación del agente nervioso VX, una sustancia extremadamente tóxica, empleada como arma química y considerada como arma de destrucción masiva por la ONU.

Durante la investigación del asesinato, la policía de Malasia detuvo a cuatro personas, entre ellas, a un químico norcoreano y a las dos mujeres que participaron en el atentado. El foco mediático recayó sobre ellas, máxime cuando declararon que creían estar participando en un programa de bromas para televisión. Sin embargo, sobre el químico en cuestión, no se dijo una palabra y apenas se sabe nada de él.

Cuando leí esta noticia, automáticamente me acordé de aquella secta de descerebrados que, en 1995, desplegaron cinco ataques simultáneos en el metro de Tokio con gas sarín, otro agente nervioso de extrema virulencia e igualmente considerado por la ONU como arma de destrucción masiva.

Otro nombre que es posible que ustedes recuerden: Alí el Químico, uno de los hombres de confianza de Sadam Hussein, también apodado como El Carnicero del Kurdistán y tristemente famoso por haber ordenado un ataque con gas mostaza contra la población kurda de Halabja, en 1988, que provocó miles de víctimas.

Y es que, en esto de matar, la ciencia tiene mucho que decir y los mejores químicos del mundo son piezas cotizadas en las redes criminales más sofisticadas.

No olvidemos que los premios Nobel tienen su origen en los remordimientos y el sentimiento de culpabilidad de Alfred Nobel, químico, ingeniero e inventor, entre otras 355 patentes, de la cordita y la dinamita que a tanta gente se llevaron por delante.

Cuando el hermano de Alfred murió, en 1888, un diario francés publicó por error un obituario titulado “El mercader de la muerte ha muerto”, al confundir la identidad de ambos Nobel. Muy perturbado y confundido por la imagen que el mundo tenía de él, Alfred Nobel decidió cambiar su testamento e incluir la siguiente estipulación: “el resto del capital será invertido en valores seguros por mis testamentarios y constituirá un fondo cuyo interés será distribuido cada año en forma de premios entre aquellos que durante el año precedente hayan realizado el mayor beneficio a la humanidad”.

En el Noir, la utilización de diferentes tipos de veneno ha sido algo habitual. Para el clásico whodunit -quién-lo-hizo- anglosajón de Poirot, Miss Marple o Sherlock Holmes, el uso y hasta el abuso de tóxicos y ponzoñas era moneda de cambio habitual, pero la irrupción del hard boiled norteamericano y sus pistolas, rifles, navajas, puños americanos y ametralladoras dejó aparcado al matarratas y al arsénico en las estanterías del cuarto de los niños.

Y, sin embargo, como hemos visto, la realidad del siglo XXI ha devuelto a los químicos a la primera página de la nota roja, convirtiéndolos en protagonistas de historias más negras que el petróleo, sin que el cine y la literatura les estén prestando demasiada atención… por el momento.

Por eso me gustó tanto uno de los personajes de la serie gótico-victoriana Taboo: el señor Cholmondeley, un químico practicante del carpe diem, pero a lo bestia, que usa el gas de la risa para alegrar las reuniones de sociedad y que no duda en ayudar al protagonista, James Delaney, a fabricar pólvora cuando el personaje interpretado por un intenso Tom Hardy necesita hacerse con unos cientos de kilos de explosivo.

La serie, de ocho abigarrados y barrocos capítulos en los que el Londres ribereño al río Fleet llega a masticarse por el espectador, dado el realismo de la ambientación y su riqueza de recursos descriptivos; tiene en el proceso de fabricación de la pólvora -y de otros productos explosivos- uno de sus hilos argumentales más interesantes.

Tom Hardy como James Delaney en «Taboo»

Taboo es una serie oscura, mefítica y mefistotélica, en la que el protagonista regresa a Inglaterra, en 1814, surgiendo del mismísimo corazón de las tinieblas: tras haber sido dado por muerto en África, sobrecoge al Todo Londres cuando se presenta en el funeral de su padre y reclama su herencia.

Una herencia que pondrá contra las cuerdas a la política y a la diplomacia tanto del Imperio Británico como de las pujantes y recién escindidas colonias norteamericanas. Y, lo que es peor, la herencia de Delaney cuestionará los intereses de la todopoderosa Compañía de las Indias Orientales liderada por el siniestro Sir Stuart Strange, más rica y con más recursos que la propia Corona inglesa.

Ahí radica el otro hilo argumental que hace a Taboo tan interesante: la comparación entre dicha Compañía y el poder omnímodo que hoy tienen determinadas multinacionales, mucho más ricas y poderosas que la mayoría de los países del mundo y con recursos tecnológicos y científicos a su alcance que ya los quisieran para sí la CIA o la propia NSA.

Una serie en la que la turbiedad del ambiente no es un mero recurso estilístico, sino que la podredumbre y la hediondez que se respiran en las calles y a la orilla del río es un delicado perfume en comparación con las que apestan los despachos más significados de Londres.

Pero si hablamos de series, de género negro y de profesionales de la química, es obligatorio mencionar al único, al majestuoso, al inigualable Heisenberg, también conocido como Walter White en la zona de El Paso y Alburquerque. Que nuestro profesor de química favorito, además de ser un as a la hora de cocinar esa famosa metanfetamina de color azul, se las ingenió a las mil maravillas para cambiarle la cara a Gus Fringe, gracias a un ingenio explosivo casero… Pero esta ya es otra historia.

@jesus_lens

Puedes seguirnos en TelegramGoogle+, Twitter y Facebook

Un comentario en “El rincón oscuro. Química: la ciencia más noir

  1. Pingback: Química: la ciencia más Noir | Pateando el mundo

Deja un comentario