Novela: «Ojos de agua», de Domingo Villar

Sergio Torrijos Martínez

Lo malo de ver primero una película y luego leer la novela es que el protagonista, si lo hace bien y da con el papel, se te queda como una imagen para siempre. En mi caso fue Carmelo Gómez y anteriormente me había ocurrido con Eusebio Poncela y Carvalho, y ya desde ese momento cada vez que leía alguna peripecia del bueno de Carvalho, inevitablemente, era con la cara del actor. Pues con Leo Caldas me ocurrió exactamente lo mismo, fue comenzar la novela, la primera de la serie del inspector, y no poder separar el rostro del actor del personaje. Es muy cierto que el papel de Carmelo Gómez estaba muy bien hecho, con ese tono reposado y gallegil de la película y que representa el actor con solvencia.

Pues ese tono y esas formas muy de la tierra están perfectamente reflejadas en esta obra, que como primera de la serie no es un prolegómeno sino una novela cabal de principio a fin, con todo lo preciso como obra de ficción.

Llama la atención lo bien que funciona esa mezcla de localismo, encarnada por el inspector Leo Caldas, con la universalidad que representa un asesinato, lo que en otros escritores, no quiero dar ejemplos, han hecho grande Domingo Villar se ocupa de ampliar ese espacio. Más aún parece que ese terreno, tan local como acotado, funciona de manera continua y constante en toda la novela policial, ya sea en Atenas, París o Vigata y la gracia del artificio no sólo reside en la cachaza del inspector Caldas sino en su contrapunto que es su segundo, un aragonés tan rotundo como fuera de lugar. Así el modo de la pareja de policías de caracteres opuestos tiene otro jalón más en el largo recorrido literario.

La ficción funciona a toda máquina, ayuda mucho que el argumento está perfectamente engarzado y los hechos se van produciendo con esa lógica que tienen los buenos relatos y que consiguen ir siempre un poco por delante del lector, que no por ello se sorprende de lo lógico del argumento.

Todo arranca con el asesinato cruel de Luis Reigosa, un músico de jazz cuya vida mostrará que siempre existe algo mucho más por debajo de las apariencias. Así todo toma un cariz muy diferente, muy por debajo de lo habitual o de la imagen que podían mostrarnos al primer vistazo y como todo el final será igual de sorprendente.

La novela no sólo está bien hecha sino también escrita con estilo y con saber hacer, amenaza con lo que sería el éxito de La playa de los ahogados, aunque ya se puede apreciar que había material para algo de mayor enjundia. De todas formas la novela merece la pena, si no han leído la segunda no sería mala idea comenzar con esta y así hacerse una idea cabal del inspector Leo Caldas.

 

Ojos de agua
Domingo Villar
Debolsillo

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