Novela: «Segundas intenciones», de Almudena Fernández Ostoloza

intencionesNoemí Pastor

Segundas intenciones es la segunda novela de Almudena Fernández Ostolaza, tras Primera instancia, protagonizadas ambas por la jueza Inmaculada Alday.

Segundas intenciones comienza muy bien. Y lo hace en tres pasos. Primero, con una dedicatoria muy bella, que os invito a leer. Segundo, con una primorosa ilustración esquemática del entorno geográfico en el que transcurre. Es algo que yo agradezco mucho porque tengo una fijación un poco friki con los escenarios de las ficciones y me gusta que mis fantasías tengan un soporte.

Me detengo un momento a hablaros del pueblo en el que transcurre Segundas intenciones, que es el mismo en el que transcurría la primera novela. Es un pueblo ficticio, que no tiene nombre y está en Andalucía, cerca de Cádiz.

No es el Baztán, ni una ciudad donde llueve todo el rato. No es un sitio para nada oscuro ni lóbrego, sino luminoso, alegre, con una forma de vida sureña muy apetecible. Allí la jueza Alday, que no es oriunda, tampoco es un alma atormentada, sino que se encuentra a gusto, feliz.

El pueblo tiene un poco de la Vigatà de Camilleri, al que se cita indirectamente en la novela, porque a la jueza Alday le parece una isla, como la isla de Sicilia donde se ubica la también imaginaria población de Vigatà y algunos personajes están a la altura del gran Catarella.

El tercer paso magistral del comienzo de Segundas intenciones es la escena inicial. Me recuerda a Woody Allen en una de esas situaciones típicas suyas en las que un personaje se delata sin quererlo y muestra lo que de verdad tiene en la cabeza, lo que de verdad siente, que no es lo que aparenta pensar y sentir.

Aquí la jueza Alday está preparando su boda. Se supone que tiene que estar entusiasmada con los preparativos y demás, como se supone que tiene que estar una novia como Dios manda, en una nube de ilusión. Pero enseguida nos percatamos, porque la narradora, con gran habilidad, nos lo transmite, que no es así. No nos lo dice literalmente, sino a través de la actitud del personaje: sus titubeos, su hastío, su desgana, su irritabilidad cuando tiene que ocuparse de detalles nimios, o cuando la invade la terrible sensación de que su propia vida escapa a su control, de que alguien está decidiendo por ella. Y eso nos pone en alerta sobre lo que puede que suceda después.

En fin, por lo que sea, a la jueza Alday la irritan los preparativos de su propia boda y por eso se sumerge de lleno en el trabajo, que, oh casualidad, oh premonición, es un caso de divorcio. Un divorcio de la gente rica del pueblo; un divorcio con salseo, con escándalo y con mucha pasta de por medio. Un divorcio literario, claro.

Pero esta es una novela criminal, así que lo que comienza como caso de divorcio pronto se transforma en un asesinato.

Dejamos de momento el asunto del asesinato y pasamos a los personajes. El principal, por supuesto, es la jueza Inmaculada Alday, protagonista absoluta, diría yo, que también protagonizaba la novela anterior. Y el secundario de oro es el segundón del juzgado, el secretario, Julián. Tiene relevancia y le nombro el number two porque a él también le sigue la cámara. Me explico. La mayoría de las escenas las protagoniza Inmaculada, pero en otras actúa en solitario Julián y eso no sucede con ningún otro personaje, así que eso le otorga un estatus especial.

Alrededor de estos dos hay un enjambre de secundarios muy bien diseñado y dispuesto alrededor. Cada cual tiene su papel, su caracterización, y no falta ni sobra ninguno. A mí, de entre los secundarios, me gustan especialmente las malas. Tengo especial predilección por personajes como Mariola o Cayetana, que son frías, vengativas, marrulleras, peseteras y dañinas.

Con las tramas sucede algo parecido a lo que sucede con los personajes. Hay una trama principal, que es la investigación del asesinato y una secundaria, que es una trama amorosa. Y esto me hace pensar en ese esquema típico de teleserie americana en el que hay una acción principal “profesional”, de abogados, policías, médicas y médicos o periodistas, y luego una subtrama sentimental de líos amorosos o de tensión sexual que tiene mucho peso.

Otra característica de las series americanas que también está en Segundas intenciones es el cross over, ya que aparecen personajes (la inspectora Balagué, en homenaje a la novelista Laura Balagué) y hechos (el asesinato de una actriz porno durante el Festival de Cine de San Sebastián) tomados prestados de otras novelas y autoras.

Segundas intenciones presenta dos planos temporales: uno presente y otro pretérito. El presente sucede en septiembre de 2006. Y el pretérito, en un tiempo indeterminado que se presenta como “Muchos años antes”.

El relato salta de un plano al otro hasta que el pasado se adelanta poco a poco y acaba alcanzando al presente. El pasado, claro, nos va dando pistas de lo que puede haber sucedido en el presente, nos va aclarando el crimen y nos habla de la cualidad de las relaciones entre los personajes y de cómo se han ido construyendo.

Esta dualidad sirve para desengrasar el relato, para interrumpirlo estratégicamente, le da viveza a la narración y no la embrolla en ningún momento, porque los tiempos están perfectamente señalados y caracterizados. Así, en el pretérito encontramos guiños emocionales y nostálgicos (un tambor de Dixán, indios y vaqueros de juguete, zapatillas de casa con pompón rosa…) que conectan muy bien con lectoras y lectores viejunos como yo.

Y luego está el plano presente, que no es del todo presente, porque en realidad es 2006 y tiene una característica muy concreta: que los personajes se comunican por SMS; o sea, que a la mensajería instantánea le quedaba un trecho. Y es tantísima la distancia tecnológica que hay de 2006 a 2023 que a la novela casi le cabría el calificativo de novela histórica.

También podríamos hablar de un plano temporal intermedio, que es el de la novela anterior de esta saga, Primera instancia, ya que son constantes las referencias a los hechos contenidos en ella, aunque ambas se pueden leer independientemente.

Parece ser que la saga de la jueza Inmaculada Alday tendrá al menos otra entrega, de manera que, tras Primera instancia y Segundas intenciones habrá una Tercera en discordia o algo parecido. Que sea pronto.

Segundas intencione
Almudena Fernández Ostoloza
Cosecha Negra

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