La protagonista y narradora en primera persona de El minotauro es Kerstin Kvist, una veinteañera sueca licenciada en enfermería y en inglés y buena conocedora de la novelística británica. La simpática Kerstin acepta un empleo en la Inglaterra rural de los sixties, en una mansión tan novelesca como Manderley o Thornfield, y todo lo que ve y lo que vive lo compara con lo que ha leído. Digamos que la literatura la ayuda a interpretar el microcosmos en el que se ha metido, así que por las páginas de la novela desfilan las autoras y autores citados y también George Meredtih, Wilkie Collins (Kerstin mata el tiempo leyéndolo) y el espíritu de Borges, por aquello del minotauro y la biblioteca como laberinto, pues, como habréis adivinado por la portada del libro, el laberinto que habita el minotauro es una biblioteca.
Barbara Vine coge la clásica trama novelera (una joven, bien educada pero inexperta, llega a una inquietante mansión contratada como cuidadora y pronto se hace evidente que no todo va bien) y le da la vuelta: en vez de una loca en un ático, como en Jane Eyre, tenemos un “loco” (con perdón) en un laberinto.
De entre estos clásicos ingleses me voy a detener un poco en Anthony Trollope porque tiene varias cosas en común con Vine-Rendell: ambos tienen una producción literaria que bate récords en cantidad y calidad, Rendell lo admira y lo cita varias veces en El Minotauro e incluso se ha encargado de la edición de Doctor Thorne para Penguin Classics.
Continuará…









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