Teresa Suárez
Para reivindicar la presencia femenina en esta banda tan machota, nada como empezar 2017 con una viuda negra patria (según la clasificación propuesta en 1998 por Michael y C. Kelleher en Murder Most Rare, son asesinas seriales que matan a personas cercanas, maridos preferentemente, motivadas por interés económico, rechazo, celos o venganza) que demuestre al respetable que, puestos a matar, la mujer es capaz de hacerlo lo mismo que el varón, aunque siempre de manera más higiénica porque la sangre sale mal y a estas alturas, según Don Limpio y resto de anunciantes de productos de fregoteo, la limpieza sigue siendo cosa de chicas…
¡Dale Massiel!
Yo tuve tres maridos
y a los tres envenené
con unas cuantas gotas
de cianuro en el café.
Pero seguramente no me guardan rencor
pues derechos marcharon hacia un mundo mejor.
Mi vida es un infierno- se lamentó el primero-
no he de librarme nunca del negro pluriempleo.
Nos agobian las letras, las deudas y los plazos
y me persigue, atroz, la sombra del infarto.
Esto no es vida, es
sucumbir lentamente.
Yo aceleré su largo camino hasta la muerte.
El me dijo: querida, excelente café,
yo no sé qué le pones que me sabe tan bien.
Yo tuve tres maridos
y a los tres envenené
con unas cuantas gotas
de cianuro en el café.
Pero seguramente no me guardan rencor
pues derechos marcharon hacia un mundo mejor
Mi segundo marido
era un rico banquero,
con él no tuve nunca problemas financieros,
más se volvió celoso,
como un jeque oriental
y se hizo insoportable la vida conyugal.
Lo libré del insomnio
y de sus consecuencias
y durmió el sueño eterno
y las buenas conciencias.
Él me dijo: querida, que bueno está el café,
yo no sé qué le pones que me sabe tan bien.
Pero volví a casarme,
nunca he de escarmentar,
y mi tercer marido
fue un intelectual.
Él quiso liberarme
de todos mis prejuicios,
suprimir de un plumazo
mis anteriores vicios
y, para reformarme,
me puso a trabajar,
mientras él meditaba
tumbado en el sofá.
Lo mandé incorruptible
y puro al otro barrio,
tal como vino al mundo,
con los brazos cruzados.
Yo tuve tres maridos
y a los tres envenené
con unas cuantas gotas
de cianuro en el café
Pero seguramente no me guardan rencor
pues derechos marcharon hacia un mundo mejor.
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