Novela: «Sudor frío», de Mari Carmen Sinti

Ricardo Bosque

Dice Josep Camps en el prólogo de Sudor frío (por cierto, nadie mejor que el padre de Tiki Mercado para introducir una obra acompañada capítulo a capítulo de una selecta banda sonora) que la novela de Mari Carmen Sinti no parece en absoluto el trabajo de un debutante en esto de narrar historias razonablemente largas.

Y no puedo estar más de acuerdo con Camps, pues desde ese primer capítulo diseñado para enganchar al lector y que ya no pueda soltar el libro de las manos en un par de tardes, la autora demuestra una gran solidez tanto a la hora de crear personajes (aunque prácticamente todo el peso recaiga sobre los hombros de una excelente protagonista) como de hilvanar una trama de cierta complejidad y de alternar momentos dramáticos (todo gira alrededor de los malos tratos, y no necesariamente físicos sino también los psicológicos, menos visibles pero seguramente más duraderos: los cardenales terminan curándose, las heridas en la autoestima no tanto) con golpes de humor sorprendentes, por ejemplo mostrando a dos detectives aficionadas entrando en propiedad ajena con nocturnidad y alevosía y una alegría en el cuerpo que no la provoca el Vichy Catalán.

Arranca la historia como lo que podría calificarse de domestic noir de manual, sin que esta etiqueta deba tener ninguna connotación peyorativa (Perdida, de Gillian Flynn, podría etiquetarse como tal y ahí la tienen ustedes, una de las mejores novelas de los últimos años) sino simplemente por corresponder a una intriga que deberá ser resuelta por una mujer, de mediana edad (señora ya, aunque le joda reconocerlo) y cuya profesión nada tiene que ver con las artes investigadoras en ninguno de sus aspectos: Berta Ballester no es detective, periodista, abogada o algo que pueda tener relación, siquiera tangencial, con la resolución de misterios varios; no, Berta es submarinista profesional. Bueno, exsubmarinista, pues un infarto sufrido en acto de servicio la ha dejado fuera de combate y con la prohibición de las autoridades sanitarias de volver a ver más agua que la de la bañera en su vida.

Así pues, convaleciente en su domicilio y cual Miss Marple desocupada, Berta verá como el misterio a resolver se lo sirven a domicilio. Y será Clara Bélmez, funcionaria en la Ciudad Judicial de Barcelona especializada en violencia de género, quien, en lugar de aportar la cordura necesaria y advertirle de las consecuencias legales de meterse en camisa de once varas, la animará a ponerse la gorra de investigar y tirar para adelante como si no hubiera un mañana. Quizás sea esa actitud de Clara lo único que me chirríe de la novela, ese no ceñirse a la legalidad vigente, pero qué coño, esto es una novela y hasta Montalbano se salta el protocolo policial página tras página.

Y lo que arranca como domestic noir se va convirtiendo poco a poco, sin que pueda haber marcha atrás para nuestra pareja protagonista, en un thriller, en una novela de acción desaforada (según acepciones 1 y 3 de la RAE, “que obra sin ley ni fuero” y “grande o con exceso, desmedido, fuera de lo común”, cualquiera de ellas me sirve), alguna de cuyas escenas ya le gustaría protagonizar a Roger Moore en lugar de a Angela Landsbury, por poner dos ejemplos antagónicos de en qué consiste esto de sacar un caso adelante. Todo ello para concluir en un desenlace totalmente inesperado que, sin embargo, no resulta en absoluto fuera de lugar.

Lo dicho, un notable debut que no lo parece y que promete nuevas tardes de diversión a cargo de Mari Carmen Sinti y Berta Ballester.

Porque habrá más, ¿no?

Sudor frío
Mari Carmen Sinti
Grupo Tierra Trivium

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