Jesús Lens
Hace unos años, la realidad se empeñó en imitar a la ficción y el terror se extendió durante la Madrugá sevillana, cuando algunos descerebrados trataron de provocar avalanchas y desencadenaron el pánico entre la gente.
El novelista Juan Bonilla, en su novela Nadie conoce a nadie, publicada en 1996, fabulaba con la posibilidad de que un juego de rol se les fuera de las manos a sus participantes y sembrara el caos durante la Semana Santa sevillana. En 1999, el guionista y director Mateo Gil llevaba a las pantallas la adaptación cinematográfica de la novela, con Eduardo Noriega, Jordi Mollá, Natalia Verbeke y Paz Vega como protagonistas.
Desde entonces, la Madrugá sevillana ha protagonizado diversos conatos de incidente y, en los últimos años, desde que el terrorismo islamista ataca en espacios donde se concentran grandes mareas humanas, las fuerzas de seguridad están en máxima alerta durante estas fechas, tratando de prevenir cualquier contingencia.
El cine negro ha utilizado la celebración de diferentes procesiones, cortejos y festividades para contraponer el ambiente alegre, colorista y bullicioso de las calles con la violencia desatada por las bandas de delincuentes que, además, camuflan el sonido de sus disparos y explosiones entre la música, la jarana, los petardos y los cohetes.
En Manhattan Sur, una de esas joyas olvidadas del cine de los 80, Michael Cimino cuenta en enfrentamiento entre un policía de origen polaco, veterano de la guerra del Vietnam, y la mafia china. La película tiene varios momentos brillantes y secuencias para el recuerdo, pero la del tiroteo en las calles durante la celebración de la fiesta del dragón, es una de las más memorables.
Manhattan Sur es una película maldita que, hasta hace poco, estaba descatalogada y retirada del mercado. La dirigió Michael Cimino, uno de lo directores más prometedores del cine norteamericano y al que su histórico descalabro con La puerta del cielo convirtió en un paria. En un apestado. De hecho, Manhattan Sur debía ser su pasaporte de vuelta a Hollywood, pero la industria se encargó de machacarla: mientras en Francia era nominada como mejor película del año, acabando en el número tres de las mejores películas de 1985, en Estados Unidos fue cruelmente nominada a los Razzies, el premio que reconoce… a las peores cintas de la temporada.
Véanla. Véanla a pesar que el protagonista sea Mickey Rourke. Y es que, como les digo, hay películas definitivamente malditas. Películas malditas que, con el paso del tiempo, terminan convertidas en películas de culto. ¿No les apetece, en una fecha tan señala como la de hoy, redimir e indultar una cinta de estas características?
Pero si de procesiones y gángsteres hablamos, es obligatorio citar la segunda parte de la Trilogía de El Padrino. En concreto, la secuencia en que Vito Corleone comete su primer asesinato, es uno de los momentos cumbre de la historia del cine.
Nueva York. Años 20 del pasado siglo. En Little Italy, unos jóvenes inmigrantes tratan de sacar adelante a sus familias dando algunos golpes de pequeña importancia. Sin embargo, cuando empiezan a ser conocidos, el capo del barrio, Don Fanucci, les exige un dineral si quieren seguir operando. Los tres amigos hablan entre ellos. Tessio y Clemenza están de acuerdo en ceder y pagar. Vito les dice que él se encarga de convencer a Don Fanucci de que acepte menos dinero del exigido. Que le hará una oferta que no podrá rechazar. Cuando sus amigos le preguntan que cómo lo conseguirá, advirtiéndole que su enemigo es poderoso, una mala bestia; Vito les contesta: “Eso no os interesa. Tan solo recordad que me debéis un favor”.
Entonces, comienza a sonar la música procesional y arrancan siete de los mejores y más intensos minutos del cine de todos los tiempos. Una secuencia en la que Coppola recrea la procesión de culto a San Genaro, importada a Nueva York desde Nápoles, ciudad de la que es patrón y donde históricamente se ha celebrado el 19 de septiembre. ¡Cómo luce, Mulberry Street, gracias al diseño de producción de Dean Tavoularis y a la fotografía de Gordon Willis!
En El Padrino III, un Coppola mucho menos afortunado vuelve a aprovechar el festival de San Genaro -que ha pasado de ser la procesión religiosa que empezó a celebrarse en 1926 en Nueva York a toda una feria que se prolonga durante varios días- para que los Corleone se quiten de en medio a otro peligroso enemigo. Así, el joven y fogoso Vicent Mancini, heredero de los Corleone, se disfraza de policía y, desde lo alto de la orgullosa montura en que patrulla, liquida al inquietante y sibilino Joey Zasa.
¿Saben lo más curioso? Que, en 1994, el alcalde Rudolph Giuliani amenazó con prohibir las celebraciones de San Genaro en la Pequeña Italia si no se purgaba de elementos mafiosos la estructura que lo organizaba. ¡Ay, la vida y el arte, cuando se empeñan en imitarse!
@jesus_lens