El rincón oscuro. “La ciudad y la ciudad”, entre el libro y la serie

Jesús Lens

Uno de los libros cuya lectura más me ha fascinado en estos últimos años fue La estación de la calle Perdido, del autor británico China Miéville, publicado por Nova, editorial especializada en ciencia ficción. Se trata de una novela fantástica en todos y los más amplios sentidos de la expresión, que solo el personaje del garuda, ya vale su peso en oro.

Una novela con la que arrancaba la trilogía conocida como Bas-Lag y que me dejó tan impactado que aún no he sido capaz de leer La cicatriz y El consejo de hierro, segunda y tercera parte; esperando un momento propicio para afrontar las muchas y gozosas horas de fértil lectura que, a buen seguro, han de depararme.

Me llamó la atención, sin embargo, que Miéville se hubiera animado a escribir una novela policíaca. Con ribetes de ciencia ficción, por supuesto, pero un noir de libro. Así, la pasada Navidad me lancé a las páginas de La ciudad y la ciudad, una novela densa y complicada cuya trama es difícil de explicar en pocas palabras.

Copio la sinopsis publicada en la web, aunque mejorando la infame traducción al español perpetrada por algún patético robot: “Bienvenidos a la historia de dos ciudades gemelas, invisibles la una para la otra, cuyos destinos se entrelazan por el asesinato de la joven Mahalia Geary, hallada muerta y con la cara desfigurada en la ciudad de Beszel.

Durante la investigación del crimen, el inspector Borlú seguirá las pistas desde Beszel hasta la idéntica ciudad vecina, UI Qoma. Allí descubrirá la participación de la joven en una conspiración política y se verá rodeado de nacionalistas, que intentan destruir la ciudad gemela; y de unionistas, que sueñan con convertir las dos ciudades en una. Las verdades que el detective descubrirá sobre la separación de ambas urbes podrían costarle la vida”.

¿A que resulta confuso y extraño, eso de las ciudades gemelas? Pues no les quiero ni contar si, además, tuviéramos que hablar del “desver” que han de practicar los vecinos de una ciudad con los de la vecina, de las zonas entramadas, de la importancia de la Brecha o la posibilidad de una tercera ciudad: Orciny.

Conclusión: que lean ustedes una novela en la que las referencias a Chandler y a Philip K. Dick resultan obligatorias, pero en la que el protagonismo absoluto lo tiene el concepto, el sentido de «ciudad», a la que el título elegido por Miéville alude doblemente. Como señala el autor, “siempre he vivido en ciudades y siempre me han parecido lugares tremendamente emocionantes para vivir, y me gusta además cómo se refractan en el arte”.

Y un detalle interesante: el autor escribió la novela como regalo a su madre, que estaba muy enferma, y era una gran aficionada al género. Una novela que es, también, un homenaje a determinadas ciudades del Este de Europa, a Praga, sobre todo, por lo que hay mucho de Kafka. Y de kafkiano.

Quiso la casualidad que, cansado del toque Neflix, de la omnipresencia de las series de la HBO y del abusivo mainstream de la plataforma de Movistar, este año me haya autorregalado Filmin, para disfrutar de más cine de autor, alternativo, europeo y clásico. ¿Y con qué me encontré, bicheando en su catálogo? Con la adaptación de la BBC de La ciudad y la ciudad.

Una miniserie de cuatro episodios de una hora de duración, protagonizada por David Morrissey, y radicalmente fiel al espíritu de la novela. Tanto que me permitió comprender algún aspecto de la misma que me había quedado poco claro.

El director, Tom Shankland, es un habitual del universo catódico contemporáneo, con presencia en The Leftovers y en House of Cards, por ejemplo. Su mayor virtud: el tratamiento visual de una historia muy compleja que, en pantalla, queda perfectamente resuelta.

Si a usted le gustan las empresas que se salen de lo normal, adéntrense en el mundo, literario y televisivo, de La ciudad y la ciudad. Como ocurre con las mejores historias especulativas y de anticipación, la fantasía y un universo entre lo fantástico y lo onírico son utilizados para hablarnos de cuestiones muy actuales: la importancia de los mitos fundacionales en la historia de los pueblos, el nacionalismo, el control del estado, la burocracia…

Y el doble. No olvidemos la importancia de la figura del doble, desde el propio título de una novela que ganó premios tan importantes como el Locus, el Arthur C. Clark, el Premio Mundial de Fantasía, el BSFA, el Tentáculo Rojo y el Hugo.

Igual que dijimos sobre Materia oscura hace unas semanas, de vez en cuando hay que salir de los caminos más trillados y habituales del policial y dejarse envolver por las atmósferas de lo fantástico. El resultado, cuando la cosa funciona, es de lo más estimulante, atractivo y satisfactorio.

@jesus_lens

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