
A estas alturas del año pocas cosas pueden conmoverme. Una de las sorpresas maravillosas ha sido la lectura de Donde el tiempo ya no duele, de Carlos Salem, el escritor de novela negra que no puede ocultar que es poeta.
Poe pasa las navidades en Madrid y eso, por experiencia propia, deprime a cualquiera. La vida le está pesando demasiado así que decide suicidarse. Lo hará el 6 de enero, la fecha en la que las peores experiencias de su vida han pasado. Es capaz de esperar porque quedan pocos días pero, mientras llega la ansiada fecha, tiene que comer y necesita encontrar un trabajo temporal, así que va a un casting de rey mago en unos grandes almacenes con más desidia que ganas. Allí conoce al resto de personas que se encargarán de hacer felices a los niños: Talego, un atracador de bancos cuyo máximo logro fue ser el enemigo público número tres hace muchos años; Mustafá, un migrante que no ha encontrado en España el paraíso esperado; Superboy Guzmán, ecuatoriano que ha venido a encontrarse con su exitosa hija y Piotr, polaco gigantesco que ha llegado a España para buscar a su abuelo, un héroe de los maquis. Lo de hacer felices a los niños sale mal así que la recién creada banda coge un coche y se aventura a conseguir sus propios sueños, recorriendo una España esperpéntica donde se cruzaran con gente más estrafalaria que ellos: un ángel de la guardia diabólico que trabaja como editor, un amigo casi invisible, un proxeneta enamorado, unas monjas lascivas que viven en un valle donde no pasa el tiempo, un pueblo donde todos son familia y muchas mujeres con nombres de flor que resultan ser fatales.
Todos buscan algún sueño, su ballena blanca, y cuando los fracasados buscan algo sólo encuentran problemas.
Donde el tiempo ya no duele es una road movie que nos lleva por una España grotesca pero no muy alejada de la realidad. A pesar de que los miembros de la banda sean unos personajes marginales, entre ellos se crean unos lazos indestructibles. Todos tienen que encontrar su ballena pero todos pueden esperar hasta que sus amigos encuentren la suya y no dudan en arriesgar la vida entre tiroteos, robos y traiciones. Eligen la ruta al azar, van a la derecha o a la izquierda según sople el viento. No importa dónde vayan porque van juntos. Eso es la amistad.
Carlos Salem consigue, con Donde el tiempo ya no duele, hacer una oda a la amistad en un mundo disparatado, que parece escrito por un dios juguetón que publica novelas con el nombre de Poe y que aparece en los momentos más inoportuno. Ya lo dice el propio Poe:
Eso es la vida: un absurdo con sentido del humor.
Donde el tiempo ya no dueleCarlos SalemNavona