Novela: «El Clan», de Carmen Mola

el clanÁngel Luis Pastor

Parece que, últimamente, me ha tocado el papel de enterrador: en mi anterior reseña daba cuenta del final del City Blues Quartet, de Ray Celestin y ahora me toca “dar matarile” a la inspectora Elena Blanco, en su quinta y (si Dios y Carmen Mola no lo remedian) última entrega.

Así que empezaré por utilizar esta humilde tribuna para alzar mi voz contra los autores que ya han anunciado que ésta será la última aventura de la inspectora. Depongan inmediatamente su actitud: los lectores los tenemos rodeados y queremos más.

“Cuando morir no importa todo está permitido”. Esta frase, destacada en la contraportada y sacada del texto introductorio antes del primer capítulo, da una imagen precisa del nivel de noir de esta novela. Y no sólo en este texto inicial, que muestra apenas un retazo del museo de los horrores que fue la guerra civil de Liberia, sino en el resto de la historia. A qué viene esta introducción en Liberia es algo que irán ustedes descubriendo, atónitos, a lo largo del relato.

Sólo les diré que, si la trama empieza por todo lo alto, el tono no decae al paso de las páginas. Visualicen el comienzo: uno de los protagonistas asaltado y tiroteado en su apartamento, un asesinato incomprensible a las pocas páginas, una nueva jefa al frente de una BAC (amenazada de extinción y con sus miembros en shock) y su antigua jefa, la protagonista, en busca y captura. ¿Arrancamos?

Arrancar, sí. Porque la historia, jalonada de violencia y giros bruscos de guion, tiene el ritmo de una road movie, tanto por su velocidad como por el desarrollo de su trayectoria, una perfecta línea de fuga. Que la serie completa de la inspectora Blanco reúne todos los requisitos para saltar al audiovisual no es una opinión, porque ya son realidad las dos primeras temporadas de la correspondiente serie televisiva. Pero esta última da para una buena película de acción, por no hablar de los elementos de la trama paralela que puede etiquetarse como thriller internacional ambientado en una Liberia destrozada por los interminables años de guerra, reino de la enfermedad y la miseria, de las mafias del tráfico de armas, de personas o de órganos; de la explotación y los abusos de todo tipo en un grado inimaginable para un europeo. De acción, por tanto, pero también de crítica política y social, por el escenario elegido, por los temas abordados, por las impactantes escenas de las monstruosidades más abyectas (violaciones salvajes, niños-soldado y canibalismo incluidos) y por la cruda descripción de la podredumbre más absoluta en la cúspide de nuestra escala social y política. Ese círculo de poder, el Clan, que da título a la novela y que actúa despiadadamente contra cualquiera que ose poner en peligro sus privilegios y su impunidad: “el Clan no hace prisioneros”.

La novela, sorpresa tras sorpresa, va engarzando magistralmente ambas tramas, en uno y otro ámbito, el exterior y el “doméstico”, con absoluta naturalidad, a través de uno de los personajes (no diremos aquí cuál…) que está a caballo entre las dos historias, descubriendo, con cuentagotas, las sorprendentes relaciones entre una y otra. Y, en ambas, los pliegues y aristas de la personalidad de cada uno de los protagonistas se exprimen hasta la última gota, descubriendo facetas que no habíamos conocido en las novelas anteriores. Como en los casos de Ángel Zárate, desbocado y enfurecido, presa de su obsesión; o de la propia Elena Blanco, atormentada y convertida en un animal más salvaje y solitario que nunca, mitad atemorizada y mitad enloquecida, en una huida desesperada de los últimos acontecimientos y de sus propios fantasmas. Sumen a esto el malo más malo de toda la serie, la última escena de brutal acción sangrienta y un desenlace -y no es tópico-, absolutamente inesperado y desconcertante y se harán una somera idea de lo que es El Clan.

Reconozco que se me agota el repertorio a la hora de alabar el disfrute que me ha producido la lectura de los cinco títulos de la saga, desde la inicial La novia Gitana, de 2018, hasta ésta última joya. Y es que decir a estas alturas algo novedoso sobre la calidad de esta serie, sobre lo trepidante de su acción, sobre lo adictivo de sus tramas o sobre su especial maestría en el manejo del ritmo narrativo, es tarea imposible. Sólo queda, como en anteriores ocasiones, recomendar encarecidamente su lectura.

En lo puramente literario, destaca el tono siempre ágil de la narración, vertiginoso en las escenas de acción, dramático en pasajes como el de la travesía de los cayucos o profundamente intimista en el tratamiento de los personajes. Pero lo que más sigue sorprendiendo, tras cinco entregas, es la insólita capacidad de escribir con tanta calidad y tanta uniformidad estilística de esa tricefalia que compone la firma de Carmen Mola: ¿en serio quieren que nos perdamos eso? Seguro que algún cenizo les dice que ya no es tan fresca como las primeras, que la saga ya no daba más de sí, “que pum, que pam,… Pero, si quieren que les diga mi opinión, siendo tan buenas como son las novelas anteriores, ésta es todavía mejor, la mejor de la serie. No se la pierdan, por favor.

El Clan

Carmen Mola
Planeta

Puedes seguirnos en Telegram y Twitter

 

Deja un comentario