Ángel Luis Pastor
Aunque no hayan hecho caso de mi queja (que aprovecho para reiterar) respecto al cierre de la saga de la inspectora Elena Blanco, que formulé en la reseña del último título de la serie, al menos tenemos la oportunidad de disfrutar del nuevo libro de uno de los integrantes de Carmen Mola, junto con sus compañeros Antonio Mercero y Jorge Díaz.
El Esplendor es la tercera novela de Agustín Martínez como autor individual, pero es la primera que cae en mis manos, sin contar las cinco de la citada saga, La Bestia (premio Planeta 2021) y El Infierno, escritas también con ellos.
Como no he tenido la oportunidad de leer sus obras anteriores (Monteperdido y La mala hierba), no sé si esta obra sigue o no sus mismos patrones estilísticos. Lo que sí aviso al lector es que no sigue los de Carmen Mola y que, en principio, no va a encontrar en ésta la rapidez narrativa y la trepidante violencia de sus novelas colectivas. Y no porque esté exenta de emociones fuertes, precisamente, sino porque tiene un ritmo más pausado y porque, sabiamente equilibrado con la realidad exterior, –en algunas escenas muy dura–, es el mundo interior de los protagonistas lo que da más cuerpo y solidez a la historia.
Salvo su punto de partida en Madrid, la trama se desarrolla en los peculiares paisajes de las Islas del Canal, de titularidad británica aunque bastante más cercanas, geográfica y culturalmente, a la vecina Francia. Mundialmente famosas por ser opaco refugio de empresas-fantasma y sustanciosas fortunas de dudosa procedencia, pero bastante menos conocidas por formar parte del “Muro Atlántico”, un conjunto de defensas y fortificaciones construido por los nazis en el Atlántico Norte durante la Segunda Guerra Mundial, en su mayor parte con el trabajo forzado de los internos de los campos de concentración que también establecieron en la zona.
El peso del relato se sustenta en sus dos principales protagonistas, Rebeca y César, dos jóvenes arrolladores y ambiciosos, con un nivel de escrúpulos y de respeto a la verdad muy por debajo del mínimo aconsejable. Él trabaja formalmente en un hotel, pero complementa sus ingresos proporcionando ‘diversión sin límites’ a sus mejores clientes; ella busca familiares de fallecidos sin herederos conocidos para facilitarles el acceso a la herencia a cambio de una comisión. Y es, precisamente en esta actividad, en la que Rebeca tiene conocimiento de la muerte de un misterioso personaje, Juan Vendrell, que desvelará primero y provocará después toda una serie de impactantes acontecimientos. La historia comienza con el primer viaje de Rebeca para ese trabajo (del que regresa en estado catatónico, con dos costillas rotas y signos de agresión sexual), continúa con una narración pasada del fallecido (con la que el autor nos pondrá, literalmente, los pelos de punta) y que culmina –¡y a qué nivel!– con el desenlace de los monstruosos secretos confesados en esa narración.
Al margen del apasionante desarrollo factual, uno de los principales atractivos de El Esplendor, (un magnético thriller psicológico que cuida mucho la personalidad de los personajes), radica en esa pareja protagonista, cuyos distintos caracteres y puntos de vista cambian radicalmente la percepción de la realidad hasta el punto de hacer incompatibles las dos versiones de los hechos que ocupan, respectivamente, las dos primeras partes del libro. No menos interesante resulta asistir a la profunda transformación sufrida por Rebeca, que se verá inmersa en una auténtica pesadilla que trastocará todos sus esquemas mentales y vitales y su relación con César, finalmente noqueado también por los acontecimientos. Un proceso en el que el autor enfrenta a sus criaturas a la pregunta de quiénes son realmente.
Pese a ser un relato en tiempo presente y que indaga en acontecimientos de hace unas décadas, tiene la ambientación su poco de victoriano, por sus paisajes y por sus personajes secundarios, esos sujetos (un poco estereotipados, vale, pero literariamente tan atractivos) tan british, tan correctos… y con tanta capacidad de simulación –y, llegado el caso, de maldad–, que deambulan, en palabras del propio autor, por “una isla suspendida en el tiempo, con un pie en el siglo XIX y otro en la ocupación nazi, un lugar ajeno al resto del mundo”. En ese peculiar escenario, la trama se va construyendo paralelamente a la figura del otro protagonista en la sombra, el fallecido cuya herencia ha traído a Rebeca hasta las islas, pero cuyo foco pronto se ve superado en su interés por los terribles secretos que Vendrell escondía y que van siendo desvelados en progresión creciente. Un relato cuidadosamente medido a lo largo de casi todo su desarrollo que tiene, sin embargo, un desenlace algo atropellado aunque, así y todo, lleno de tensión y expectación.
En resumen, una extraordinaria fábula que conjuga lo más oscuro del alma humana, plena de dinero, poder e impunidad sin límites, con una intensa historia de amor entre dos personajes desbordados por las circunstancias. Y, de paso, una buena ambientación histórica, en la dosis necesaria. Una interesante oferta para una de estas tardes en que las constantes lluvias nos empujan, más si cabe, a nuestro vicio de leer.
Que ustedes lo pasen bien.
El esplendor
Planeta
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