Aunque Ironman 3 me gustó, mucho tendría que cambiar Shane Black, flamante director de The Nice Guys, para poder optar a una plaza del selecto grupo Mis directores favoritos.
Según la lupa de algunos de los críticos cinematográficos más afamados de nuestro país, esto es Dos buenos tipos: para Luis Martínez (Diario El Mundo) “el resultado es un ejercicio de nostalgia con la virtud de solvencia”; Jordi Costa (El País) la define como “un calculado ejercicio de ingenio”, y Manu Yáñez (Revista Fotogramas) dice que «no es nada habitual cruzarse con una comedia de acción que no solo persigue las risas fáciles, sino que va modelando, a fuego lento, la personalidad de un dúo para enmarcar”, no sin antes calificar la actuación de Ryan Gosling, según él la gran sorpresa del film, como desopilante, palabra cuyo significado he tenido que buscar en el diccionario y que no es otro que jocoso…
¡OMG! ¿Vi yo, acaso, otra película?
Los Ángeles, California. Años setenta. Porros, camisas floreadas, música disco y grandes fiestas. La cosa comienza con el matón a sueldo Jackson Healy (especie de parodia de Oliver Hardy, El Gordo, pero en plan mostrenco) propinando una paliza de campeonato al detective privado Holland March (un Stan Laurel, El Flaco, sin pajarita pero marcando pajarito). Tras intimar a hostias, es lo que tiene, ambos deciden unirse para encontrar a una joven desaparecida, resolver el asesinato de una Porno Star y, ya que estamos, desentrañar una conspiración de esas que tanto gustan a los americanos. ¡Lo que sea por la pasta!
¿Mi opinión? P al cubo: patética, penosa, prescindible.
Ver como Russel Crow (nunca ha sido santo de mi devoción), convertido en John Goodman ahora que éste ha decidido dejar de serlo adelgazando 60 kilos, reparte sopapos a diestro y siniestro ni me sorprende ni me quita el sueño, pero que Ryan Gosling (El Diario de Noah, Blue Valentine o las excepcionales Drive y Los idus de marzo) haya aceptado este papel pensando que aparecer borracho, gritando o cayéndose continuamente sin dejar de gesticular, le iba a asegurar el puesto de cómico del año, me da muuuuucha pena.
Los diálogos son malos, los gags no tienen gracia, y lo de que una cría repelente campe a sus anchas, sin que su padre haga nada para evitarlo, por salones plagados de asesinos, drogadictos o prostitutas, resulta tan absurdo como increíble.
Es una película irritante por excesiva, cansina por lo tópica y muy, pero que muy aburrida.
La cosa termina con Ryam Lauren y Russell Hardy anunciándose, vía periódico, como agencia de detectives lo que quiere decir que (¡mátame camión!) habrá segunda parte.
Como no he sido capaz de encontrar ni una sola reseña negativa de esta película en ninguna de las páginas de cine que suelo consultar, nada más lejos de mi ánimo que tratar de convencer a alguien de que no vaya a verla.
Decidan ustedes y luego me cuentan.