¡Nunca son gemelos! o los clichés en la novela criminal

MASTERPIECE Sherlock: The Abominable Bride Benedict Cumberbatch (The Imitation Game) and Martin Freeman (The Hobbit) return as Sherlock Holmes and Dr. Watson in the acclaimed modern retelling of Arthur Conan Doyle's classic stories. But now our heroes find themselves in 1890s London. Beloved characters Mary Morstan (played by Amanda Abbington), Inspector Lestrade (Rupert Graves) and Mrs. Hudson (Una Stubbs) also turn up at 221b Baker Street. Sherlock: The Abominable Bride is a 90-minute Sherlock Special. Picture Shows: Dr. John Watson (MARTIN FREEMAN), Sherlock Holmes (BENEDICT CUMBERBATCH) © Robert Viglasky/Hartswood Films and BBC Wales for BBC One and MASTERPIECE This image may be used only in the direct promotion of MASTERPIECE. No other rights are granted. All rights are reserved. Editorial use only.

Por Cristina de @abrirunlibro

Cuando estas Navidades pasadas estrenaron The abominable bride, un episodio para la televisión de 90 minutos en un especial de Año Nuevo de la BBC donde Mark Gatiss y Steven Moffat trasladaban su serie de Sherlock Holmes protagonizada por Benedict Cumberbatch a la época victoriana, hubo una frase en boca de Holmes intentando resolver el enigma principal que me quedó grabada y que pienso que recordaré toda la vida por lo divertido del momento y por la mirada furiosa de Holmes a Watson, o sea de Cumberbatch a Freeman, echando fuego por los ojos: «¡Nunca son gemelos, Watson!», haciendo referencia directa al tan socorrido tópico de resolver una intriga con la figura de un gemelo sacado de la chistera y para resolver lo que se tenga que resolver, quedándose todo en un “aquí paz y después gloria”.

Y llevo días dándole vueltas a la cabeza al tema de los tópicos y los clichés en la novela negra y criminal y más después de ver como una revista literaria generalista respetadísima —y también cara, me muero si no lo digo—, utilizaba un viejo cliché nada menos que en el título de un artículo. Era un tópico tan socorrido que no pude menos que mirar con cara de hastío el artículo digital el cual no me atreví ni a abrir.

Es indudable que existen algunas recurrencias en la novela negra y criminal que pasan por ser bastante utilizadas. Una de ellas podría ser las cartas que envía el asesino a la policía con algo así a «¿a qué no me pillas, tonto del culo?», algo muy socorrido desde que supuestamente, ya que está sin confirmar, Jack el Destripador lo usara en 1888 y que quedaría para los anales de la historia gracias a aquella introducción en sus misivas de «Querido jefe».

Otro recurso pasaría por el detective en el abismo —drogadicto, alcoholizado, abandonado por su familia…—, que hemos visto con bastante asiduidad en la novela de ficción. Ya sé que un poli feliz y contento con su vida podría ser algo extraño y, por qué no decirlo, hasta aburrido pero… Para no remontarme al siglo XIX, lo haré al XX con, por ejemplo, el Kurt Wallander de Henning Mankell —buenas novelas a mi entender, con tramas bien elaboradas aunque flojo en la resolución de los finales— y es entonces cuando pienso que tampoco está tan mal que el poli tenga algún vicio ya que incluso queda más molón.

«El delincuente que quiere dar el último palo para jubilarse», me decía una amiga ante mi pregunta sobre qué cliché aborrecía en la novela criminal. Es algo también muy socorrido pero ¡oh, sorpresa! Así, a bote pronto, recuerdo dos novelazas excepcionales de autores de este país que utilizaban como arranque de la trama a pobres delincuentes muy hartos con sus vidas y que querían dar “el gran y último golpe”; y oigan, eran libros estupendos.

quantico

«Que todos los polis españoles ahora resulte que han estudiado en Quantico» me decía otra amiga haciendo referencia a la novela “La Granja de Cuerpos” de Patricia Cornwell publicada por primera vez en 1994. A ver, tampoco está tan mal que nuestros polis de ficción se formen adecuadamente. ¿O no?

Otro cliché aborrecible para un amigo eran los imitadores del mismo crimen veinte, o varios, años después. Aquí se me ocurren muchas novelas pero no las nombraré porque podría hacer una lista bastante completa ya que es un tema que da mucho de sí y se ha utilizado con bastante asiduidad y algunas novelas han sido muy bien resueltas.

Después se encuentran las frases utilizadas por las editoriales para la promoción de un libro como “¿Qué oscuros secretos del pasado esconderá X?” o el “El asesino está jugando con nosotros”. Todas, reconozcámoslo, poco originales.

Para que este artículo quede un poco más serio y no en una simple chanza, quiero recordar unas palabras de Raymond Chandler —que por cierto, no son las del jarrón veneciano—, en su ensayo “El simple arte de matar”: «Siempre es cuestión de quién lo escribe, y de lo que tiene dentro para escribirlo», haciendo referencia, evidentemente, a los autores. Lo que me hizo recordar una charla informal en una cena informal, en una Semana Negra de Barcelona muy formal y en boca del escritor Mikel Santiago: «No importa que utilices un recurso ya trillado. Lo importante es gestionar el recurso como si fuera nuevo» (Más o menos. Ya he dicho que fue una cena informal…). Por otro lado, y hace muy pocos días, preguntando a Juan Mari Barasorda, conocido de esta casa, llegó a decirme más o menos lo mismo: «¿Qué importancia tienen los clichés? Sólo he conocido una novela que no ha incurrido en ninguno y es El hombre que fue Jueves de G.K.Chesterton. Para mí, no es importante siempre que se haga bien».

Por lo que me asaltan algunas dudas: ¿estáis de acuerdo en que se utilicen los clichés? ¿Está todo inventado y hay que tener la capacidad para mostrarlo como si fuera nuevo? ¿Hemos de buscar la sorpresa en el quién y en el cómo y no en la innovación? Personalmente diré que la innovación existe y alguna ha sido recientemente premiada con honores. Pero, ¿será una entre mil? ¿Entre un millón? Esperemos que no.

Gracias.

 

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4 comentarios en “¡Nunca son gemelos! o los clichés en la novela criminal

  1. Hola Cristina! Creo que tanto Juan Mari Barasorda como Mikel Santiago, tienen su parte de razón. Los clichés son eso clichés, no se puede contar algo que no se haya vivido y algunos de los clichés que nombras son demasiado socorridos. Pero creo que el tratamiento es lo que puede cambiar la calificación de manido a innovador entre unos elementos que caracterizan per se el género negro y policial. Gestionar el recurso como si fuera nuevo, ¿la clave?

    Por cierto, me gustaría añadir como cliché que odio el recurso a una conjura de una multinacional para sellar las bocas de quienes pueden poner en peligro la estabilidad mundial, y para ello contratan a asesinos torpes para los trabajos sucios.Uf!

    Un saludo.

  2. Creo que a veces es inevitable que salgan algunos clichés, pero lo interesante es que al final, cuando el lector cree haber adivinado que según ese cliché la cosa habrá de ir por un camino, quede sorprendido por alguna otra idea en que no había caído y piense que ha valido la pena la lectura.

  3. El gemelo, entre otros clichés, ya lo prohibía Van Dine en las leyes de «su» novela policial (enigma, problema, whodunit…) Como lector me gusta el giro en el cliché, que espere algo y me sorprendan aunque me aburre un poco cuando ese giro llega en las últimas páginas. Dentro de los clásicos me engancha el crimen en habitación cerrada (que también lo prohibía Van Dine) y odio, en la novela pre-adn, el cadaver desfigurado que se identifica por los objetos que porta.
    Saludos.

  4. Hola a todos.

    Yo apoyo la apreciación que se hace sobre los clichés: no importan mucho siempre y cuando la resolución no se derive de eso (o sea, hacer demasiado obvio el camino de resolución). Si empleas el cliché para instalar una idea predeterminada en el lector y después lo asombras con otra cosa ¡yo diría que está inmejorablemente empleado!

    Además, por último, el cliché no es tan importante si el autor sabe cómo manejarlo. Por ejemplo, me encantaría leer una novela donde al final se sepa que el asesino… ¡es el mayordomo! ¿Por qué? porque con todos los años, historias, críticas y demases que venimos oyendo desde siempre de que es el peor argumento posible (porque es el cliche de los clichés), me gustaría que alguien me engañara haciéndome pensar que «es imposible que vaya a usar esa viejísima y manida vuelta de tuerca» ¡y lo haga y me sorpenda! Dejo el desafío planteado.

    De hecho, hay una película de cierto conocido cineasta inglés que se ha hecho famoso por sus blockbusters «sicológicos» (guiño, guiño) que hizo uso de un cliché asqueroso, pero que -para mí- fue muy bien puesto, ya que… ¡nadie pensó que lo emplearía!

    Puestos en ello, el cliché con el que quiero colaborar no lo odio, sino todo lo contrario: es el extraño anfitrión que invita a un grupo de comensales a cenar a su mansión y que aparece muerto. ¡Me encanta! Con eso digo de inmediato que una de mis autoras favoritas es Agatha Christie. Su novela «Diez negritos» -en donde trata esa manida trama- es una de las que más me ha gustado. Es muy sencilla pero engañosa.

    Bueno, eso sería. Saludos.

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