El rincón oscuro. Taxi Noir

Jesús Lens

“—¿Por qué quieres ser taxista, Bickle?—No puedo dormir por las noches”

Así comienza Taxi Driver, la mítica película de Scorsese interpretada por Robert De Niro, muchas de cuyas secuencias, imágenes icónicas, diálogos y monólogos forman parte de la mejor y más adictiva cinefilia.

Sandino, el protagonista de Taxi, la más reciente novela de Carlos Zanón, publicada por la colección Salamandra Black, tampoco puede dormir por las noches. Pero hace ya mucho tiempo que es taxista. En Barcelona, una de esas ciudades que son un mundo, un universo en sí misma.

Por no gustarle, a Sandino no le gusta ni conducir. Pero es taxista. Como su padre. Como su hermano. El mundo de Sandino está hecho de libros, películas y, sobre todo, de canciones. De muchas canciones. Y de personas. Aunque a las personas reales les asigna papeles alternativos en las ficciones que le gusta tramar en su cabeza. Una cabeza diferente. Que funciona a su aire.

Sandino sale de casa el martes, de madrugada, para enfrentarse a lo desconocido. Otra noche de insomnio. ¿Y van…? Pero éste no va a ser un martes cualquiera. Porque Lola, su mujer, le ha dicho que tienen hablar. Sandino sale corriendo, tras apurar el café. Prefiere dejar la conversación pendiente. Para la noche. Cuando regrese a casa. Porque intuye lo que hay detrás de una frase que es una sentencia. De muerte.

Entonces, comienza la odisea.

“Por la noche, salen todos los animales. Putas, pordioseros, sodomitas, travestidos, maricones, drogadictos, toxicómanos. Todo es asqueroso y banal. Algún día, una lluvia de verdad se llevará toda esta basura de las calles… Cada noche, al regresar al garaje, tengo que limpiar semen del sillón trasero. Algunas noches limpio sangre”, pensaba Travis, mientras conducía su taxi amarillo por las calles de Nueva York, una ciudad que tampoco duerme nunca.

A la Barcelona de Sandino también le cuesta dormir. Y él, como Travis, también ha visto de todo en su taxi, aunque mirara para otro lado. También ha escuchado. Porque en nuestra sociedad, nadie como los camareros y los taxistas para saber lo que pasa por la calle; testigos de conversaciones ajenas o, directamente, destinatarios de la verborrea de los clientes.

¿Dan derecho, el precio de una carrera o el de una caña, a pegar la hebra con el conductor o el camarero? ¿Están obligados a contestar a lo que les preguntan los clientes, sea de fútbol, de política o de mujeres?

Sandino, aunque ha construido un universo paralelo a base de canciones, libros y películas; vive, trabaja y conoce a la perfección la Barcelona de hoy. La de ahora mismo. La Barcelona de color gris asfalto. La Barcelona de las tensiones sociales, la inmigración, los clubes -no necesariamente de alterne- y las pastillas. Una ciudad de cruces y rayas. No siempre de farlopa. Pero también.

¿Y sexo? Sí. Mucho sexo. Travis lo había intentado. Sobrellevar el insomnio a través del sexo. En los cines porno. Sandino también trata de sobrevivir. Entre los brazos de Hope, Mireia, Rebeca, Vero o Inés. Entre sus piernas. Dentro de ellas. Confortablemente. Entrar y salir. Sin promesas. Sin explicaciones. Sin compromisos. Siempre que puede. Siempre que pueden. Siempre.

“Doce horas trabajando y sigo sin poder dormir. ¡Maldita sea! Los días duran y duran. Y no acaban. Lo único que necesitaba era darle algo de sentido a mi vida. No creo que uno deba dedicar su vida a autoanalizarse morbosamente. Creo que uno debe convertirse en una persona como el resto de la gente”, suspiraba Travis, mientras cruzaba por las malas calles de Nueva York.

Carlos Zanón

¿Y si Sandino le hubiera encontrado un sentido a su vida? Nat. Llámame Nat. Y las niñas. Sobre todo, ahora que el marido, que el padre ha volado. Bien lo sabe Sandino, que lo ha llevado al aeropuerto. Una de esas carreras que le cabrean. Pero que no le queda más remedio. Hacer carreras. Una y otra vez. Al menos, eso piensa.

“En toda su vida no ha hecho nada que no supera que podía hacer. nunca corrió ningún riesgo. Nunca se entregó por completo a nada ni a nadie. Siempre con un ojo en el interruptor que le permitiera apagar la luz y escapar. Siempre una mentira que hiciera más dulce la verdad. Todas las carreras amañadas. Todos los saltos con red. Todas las mujeres a la vez. Todos los amigos, los mejores amigos. Todo a la vez. Todo eterno, todo sin muerte, o sea sin vida”.

Pero ¿y si ese Sandino ya no fuera más? ¿Y si se hubiera terminado? ¿Y si, de verdad, las cosas pudieran cambiar? Una bolsa olvidada en un taxi. Dinero. Y pastillas. ¿Droga? Qué más da… Problemas. Y Sofía, ella sí una amiga, con líos. Y Ahmed, que también quiere hablar con él. Con Sandino. ¿En el Olimpo? No. En el Olimpo, no. Pero, al final, siempre terminan en el Olimpo regentado por Héctor, un ex mosso. Olimpo, lo más parecido a un puerto seguro donde recalar en las noches de tormenta. Aunque no son precisamente dioses, lo que habita en el Olimpo.

Entre el martes y el lunes siguiente, Sandino va a tener que navegar en mares bravíos, evitando los cantos de unas sirenas, pero cayendo irremediablemente rendido a los pies de otras. De sus colas, en realidad.

Travis: “La soledad me ha seguido toda mi vida. A todos lados. En los bares, en los coches. Por las aceras, en las tienda. Por todos lados. No hay manera de escapar de ella. Dios me hizo un hombre solitario”.

A Sandino también. Aunque no sabemos si fue Dios o si fue el demonio, quien lo hizo así. Sandino, un sencillo chico de barrio que, con el paso de los años, mantiene sus códigos incólumes mientras se gana la vida conduciendo un taxi. Sandino, complicado y complejo ser humano que, en ocasiones, se pregunta por lo que podría haber ocurrido. Por por lo que todavía podría ocurrir. Porque, quizá, esta vez sí…

@jesus_lens

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2 comentarios en “El rincón oscuro. Taxi Noir

  1. Yo creo que el problema de Sandino es que se ha equivocado en dos cosas fundamentales en la vida: en el trabajo y en la pareja. Y arrastra las consecuencias.
    Estoy leyendo la novela y la estoy disfrutando muchísimo. Es la primera novela que leo de este autor (sólo he leído un libro de poesía previamente) y la verdad que nunca es tarde, si la dicha es buena. Llegará muy lejos este escritor. Tiene talento y yo, que literariamente soy muy exigente, estoy convencida de que llegará muy alto. Por dos buenas razones: porque se nota que quiere hacerlo y porque puede hacerlo.
    Un escritor muy centrado que, a diferencia de su personaje en el taxi, sabe muy bien lo que quiere, al menos en su profesión.
    Absolutamente recomendable esta novela.
    Selene

  2. Pingback: Taxi Noir | Pateando el mundo

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