Novela: «El crimen del sistema métrico decimal», de Miguel Izu

José Javier Abasolo

Normalmente, cuando se habla de los grandes momentos de un país, pensamos siempre en fechas más o menos épicas o emblemáticas. El año en que consiguió su independencia, o su unificación, las guerras más importantes en las que tomó parte, los territorios que conquistó o perdió, las revoluciones triunfantes o frustradas. Incluso podemos acordarnos de algunos de sus personajes, reyes, líderes políticos o religiosos, artistas, etc., que permanecen en la memoria colectiva. Pero normalmente nadie se fija en hitos que, tras una apariencia de lo más vulgar y prosaica, son los que han marcado su devenir, ya sea éste positivo o negativo. Hitos tan simples como, por ejemplo, la implantación del sistema métrico decimal.

Y es que hay cosas que, de normales y cotidianas que son, nos parece que tienen que existir desde el principio de los tiempos. Como el pesarnos, para comprobar si nos funciona la dieta pese a que en las últimas navidades nos hemos atiborrado de dulces, y ver si hemos bajado (o subido) muchos kilos. O mirar en un cartel situado en la autopista los kilómetros que nos faltan para llegar a nuestro destino, quizás una bodega en la que compraremos unos cuantos litros de vino. En todos esos casos, instintivamente y sin ser plenamente conscientes de ello, del mismo modo que el personaje de Molière hablaba en prosa sin saberlo, estamos utilizando el sistema métrico decimal. Pero éste no surgió con el primer homínido que empezó a caminar erguido, sino que es reciente, muy reciente. Concretamente, en España, se estableció por ley en el año 1849, aunque no fue plenamente efectivo hasta poco más de treinta años después, el 1 de enero de 1880.

De todo esto, incluidos los datos que acabo de aportar, nos habla Miguel Izu en su novela El crimen del sistema métrico decimal. Una novela en la que, con la excusa de las tensiones que provoca en la sociedad la implantación de un sistema tan novedoso de contar y medir, que amenaza con enviar al baúl de los recuerdos las formas tradicionales de hacerlo, se nos habla de la lucha que ha habido, desde que las ideas de la Revolución Francesa fueron penetrando en el país, entre tradición y modernidad, entre conservadurismo y progresismo, con las secuelas que tuvieron y que aún estamos pagando. O disfrutando, según donde se posicione cada uno.

El crimen del sistema métrico decimal se inicia con un atentado fallido contra Bravo Murillo, el ministro que ha elaborado la ley por la que se impondrá en todo el territorio nacional dicho sistema, y el diputado que tiene que defenderla en el Congreso. Desde el primer momento algunos altos cargos del estado, incluyendo a un importante jefe policial, creen que el atentado ha sido inspirado por elementos contrarios a la aprobación de dicha ley. De la misma opinión es el comisario encargado de la investigación, Pedro Arróniz, un exmilitar que ha llegado a ese cargo gracias a los buenos oficios de un antiguo superior suyo en el ejército, diputado del partido gubernamental. Pero a pesar de que debe su nombramiento a quienes detentan el poder, en una época en que los funcionarios no eran fijos sino que estaban expuestos a ser cesados o nombrados según simpatizaran o no con el gobierno de turno, por lo que discrepar de sus superiores jerárquicos suponía el perder inmediatamente el trabajo, Arróniz, que es uno de los grandes aciertos de la novela –aunque no el único, por supuesto–, no se conforma con mantener sumisamente la versión oficial y pese a su inexperiencia en asuntos criminales intentará descubrir qué se esconde detrás del atentado y quizás, de ese modo, demostrar la inocencia de alguna víctima propiciatoria cuyo procesamiento parece ser del gusto de sus superiores.

En ese difícil camino en la búsqueda de la verdad Arróniz comprobará, y los lectores al mismo tiempo que él, que es difícil distinguir quiénes son los auténticos progresistas y quiénes los conservadores, quiénes se guían por ideales y quiénes, tan sólo, se mueven por su propio beneficio, quiénes creen que el gobierno está al servicio de los ciudadanos y quiénes piensan que eso es una tontería a la que no se debe dedicar mucho tiempo ni esfuerzo, adentrándose en un mundo en el que muchas veces nada es lo que parece y en el que, independientemente del bando en que se esté, lo que parece primar son los intereses personales. Y todo ello se nos muestra en una novela con una intriga muy bien llevada que no decae en ningún momento y que, pese a transcurrir hace más de ciento cincuenta años, quizás no sea tan sólo el reflejo de lo ocurrido en aquella época sino que no está muy alejada de lo que ocurre hoy en día.

El crimen del sistema métrico decimal
Miguel Izu
Berenice

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