Segunda entrega del peculiar Marco Buratti, continuación de la anterior novela. Tanto el protagonista como su amigo/ayudante/conciencia/brazo ejecutor…Beniamino Rossini están en Córcega huyendo de las consecuencias de su último trabajo en Padua.
Buratti será llamado a Cerdeña para que intente esclarecer un viejo caso que terminó con tres inocentes en presidio. Ya con ese axioma Buratti no puede negarse, se nota entre las páginas del libro que tanto el personaje como el autor salivan de placer. Lo que ocurra con ese encargo y las ramificaciones que tendrá será otro cantar muy diferente porque con Buratti sabes cómo empieza una novela, pero su desarrollo puede llevarte a cualquier punto y en esta ocasión más aún.
Esta es una de esas novelas en que un secundario, el viejo Rossini, toma el protagonismo y ya no lo abandona. Es un personaje más interesante, con más facetas. También más puro, más hampón como le gusta denominarlo el autor, y con un código ético propio al que se atiene al pie de la letra.
Rossini cree en la justicia y en los pequeños actos que están cargados de valor, en esas decisiones que definen el carácter de una persona y que han motivado miles de hechos vitales, como aquella mañana en Waterloo, lo siento, me ha venido a la cabeza, cuando el propio Napoleón reconoció que la batalla se decidió porque un pequeño grupo de soldados decidieron no rendirse, pese a que todo hacía pensar lo contrario. Esos minúsculos actos “heroicos” son para Rossini, y por lo tanto a la narración, fundamentales para todo el artificio de ficción, aunque sean tan particulares, tan pequeños, tan insignificantes que no merezcan ni una línea en ningún libro de historia, pero que entran en la particular historia de cada uno siendo algo inolvidables para los aludidos. Esa parte ha sido la más estimulante de toda la novela.
El bueno de Buratti, un alma en pena en la narración, levanta ternura; en contraposición, Rossini es pura literatura criminal. Todo en él es interesante, tanto sus ideas como las relaciones que mantiene con todo su entorno, así se pasea con pasmosa tranquilidad entre el delito, los delincuentes y las gentes de bien, incluyéndose, claro está, en un espacio aparte entre la gente decente y los que, por multitud de circunstancias, se ven obligados a pasar al otro lado de la legalidad.
Si la primera novela era buena está lo es más, mejor montada, mejor estructurada, más compacta y más adictiva. Como novela negra, por momentos muy negra, tiene una multiplicidad de matices que gustarán a todo amante del género y la investigación llevada a cabo por Buratti y Cia entra dentro de esos matices que más nos interesan a los lectores. El argumento se desliza con una gran facilidad hacia abismos desconocidos que por sorprendentes no dejan de tener cierta lógica.
Lean la novela y juzguen por ustedes mismos, por mi parte sólo puedo recomendarles la lectura, la he disfrutado mucho.
La verdad del Caimán
Debolsillo
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