Mientras que “Red Bull te da alas”, Deadpool te da unas ganas horrorosas de soltarle una hostia para hacer que se calle de una puta vez. Perdonen el lenguaje, pero cuando el anfitrión de la fiesta es quien es, la “etiqueta” lo exige.
¡Ay que joderse! Si fuera policía, bombero, o del SAMUR, estaría hasta los huevos (como hablamos de machotes no me sale en femenino) de los superhéroes de los cojones.
¿Que por qué? Pues porque estos titanes son tan guarreras como esos hombres que se jactan de ser un “hacha” en la cocina (y no precisamente el tipo de “Atxa” que si va precedido por Eneko garantiza unas “manos artesanas que esculpen emociones”) pero cuya maestría, salvo que seas un calvo forzudo obsesionado con la limpieza y el desengrase y te llames, dependiendo del país, Míster Proper o Don Limpio, en ningún caso incluye ordenar ni recoger los desaguisados que, invariablemente, provoca su pasatiempo favorito.
De igual modo los superhombres, siempre enfrascados en luchas interminables, hacen estallar ventanas y escaparates, destrozan carreteras y edificios, provocan atascos del copón y aterrorizan a una población que, intentando no morir aplastada por coches que saltan por los aires, no deja de correr mientras trata de evitar los enormes agujeros que, invariablemente, siempre se abren en la pavimento y conducen a una muerte segura.
Concluida su elevada misión los superhéroes, otra vez invariablemente, se largan, y a los héroes anónimos, los de segunda división, les toca recomponer los destrozos y restablecer el orden. Los primeros tienen la fama, los segundos cardan la lana.
Así que, si yo fuera policía, puede que no me importara ir detrás del cabronazo de Ironman (“mi principal superpoder es que soy rico”), del dios rubio y su poderoso martillo o especialmente de Magneto, interpretado por Michael Fassbender (¡ay omá!), porque mientras se alejan al menos podría disfrutar contemplando sus poderosos traseros. Pero llevaría mal, requetemal, tener que recoger los restos dejados por un antihéroe muy hecho, de rostro churrascado, un auténtico capullo, ordinario, grosero y con un sentido del humor solo apto para descerebrados y frikis varios.
Wade Wilson (el repelente Ryan Reynolds), un antiguo miembro de las fuerzas especiales reconvertido en mercenario, tras ser sometido a un atroz experimento, adquiere una serie de poderes y habilidades (enorme fuerza y resistencia, capacidad de sanar rápido, inmunidad telepática, habilidad en la lucha, etc.), que lo elevan, en una sola partida, de gilipollas nivel elementary a gilipollas nivel avanzado.
¡Y encima no puede morir!
Mientras este “Pozo de muerte” se dedica a impartir justicia a su tonta manera, no solo castiga a los malos sino que machaca al espectador con su zafiedad y chistes que lo hermanan directamente con el antihéroe español por antonomasia: Torrente, el brazo tonto de la ley.
Si Torrente 2: Misión en Marbella, ocupa el octavo lugar entre las películas españolas más taquilleras, no puede extrañarle a nadie que el mercenario bocazas, el héroe del “caca, pedo, culo, pis”, a la vez que el cerebro, destroce la taquilla.