Novela: «Lejos del corazón», de Lorenzo Silva

Noemí Pastor

Lejos del corazón es la entrega número once de la saga protagonizada por Bevilacqua y Chamorro, a quienes apreciamos como a viejos conocidos; no en vano llevan ya veinte añitos entre nosotros, pues su primera aventura, El lejano país de los estanques, se publicó en 1998. Que una saga haya cumplido tantos años es un punto positivo sin duda alguna. Y que Silva haya conseguido que los guardia civiles nos inspiren cariño (me pongo a pensar y creo que estas dos criaturas son las únicas beneméritas que universalmente caen bien) es otro puntazo, claro que sí.

Con todo, tengo la impresión de que Bevilacqua y Chamorro no han evolucionado en estos veinte años, que solo han experimentado un cambio lineal en sus ascensos profesionales, mientras que en todo lo demás, en vez de avanzar, rebotan. Sea como sea, en Lejos del corazón un Bevilacqua cincuentón se las tiene que ver con millennials o quasi millennials; esto es, con unos pipiolos sabelotodos, ingenieros informáticos que manejan un conocimiento oculto para la mayoría de los mortales. Como el propio Bevilacqua dice, él les duplica la edad y ellos le triplican el sueldo. Toda una lección, durísima, de humildad, impartida por esa tribu de hijos (que no hijas) de Jobs, o de Zuckerberg, que cultivan el desaliño premeditado, la estética de una falsa precariedad, y viven encantados de demostrar al mundo que son los más rápidos y los más listos en casi todo, cosa que además consiguen, con lo que se rodean de un halo de éxito, de admiración popular bastante tontuna.

A pesar de los pesares, en Lejos del corazón Bevilacqua disfruta de momentos de placidez y plenitud (¿será felicidad?, ¿se atreverá este amargante a ser feliz?, ¿o es la felicidad demasiado vulgar y propia de espíritus simples?) que no le conocíamos antes. Acaba de darse cuenta de que disfruta de esa su vida bastante nómada y de que, a fin de cuentas, está satisfecho de su trayectoria. Se gasta en su primera persona un tono más dulce, nuevo, que se agradece y a la vez sorprende. Supongo que será la madurez, que algo bueno tiene que tener. No sé. Ya os lo contaré cuando me haga mayor, si es que llego y me pasa lo mismo.

Por adelantar algo de la trama os cuento que en Lejos del corazón se juntan unos cuantos picoletos (dicho sea lo de picoletos sin ánimo de ofender: ellos se lo llaman a sí mismos y yo les tomo prestada la licencia) que han transitado del País Vasco al Campo de Gibraltar, al Estrecho; como el propio Bevilacqua dice, de una frontera a otra. Y tantas referencias al pasado heroico de Bevilacqua en Euskadi me hacen sospechar que en algún momento tendremos una precuela o algo parecido. Deseando ya leerla estoy.

Volviendo a las dos fronteras, no voy a entrar al trapo de cuál de los territorios es peor, porque estoy demasiado metida en uno de ellos, carezco por completo de objetividad y ni falta que me hace. Así y todo, reconozco que el Estrecho es mucho Estrecho y muy Estrecho y en tamaña estrechez cabe de casi todo y casi todo malo: abandono escolar temprano, elevadísima tasa de desempleo, turismo depredador, dinero negro y rápido que hay que lavar bien blanco, tráfico de estupefacientes y de seres humanos, un paraíso (fiscal) a la vuelta de la esquina y la frontera con África, que no es otro pueblo ni otra provincia ni otro país, sino otro continente, a catorce kilómetros de distancia geográfica y a años luz en lo socioeconómico.

Acabo, como casi siempre, con unas ráfagas rápidas de lo que no y lo que sí me ha gustado de la novela. No me han gustado las explicaciones sobre abstrusos asuntos informáticos: son demasiado extensas, complejas y pesadas. Tampoco me gusta que Silva siga sin acertar con el tono del habla de los personajes: en esta novela, por ejemplo, se expresa igual un general de la Guardia Civil que un lanchero traficante de La Línea.

Tampoco me gusta, porque me cae bien la personaja, que continúe perdiendo protagonismo Virginia Chamorro, quizás por demasiado taciturna, demasiado tranquila, poco espectacular. Me gusta, en cambio, que lo gane Inés Salgado, mucho más dicharachera, novelesca, peliculera, graciosa. Añado, de paso, que el bueno de Arnau está del todo desparecido y vuelve un poco Pereira.

Y también me gusta que, a diferencia de otras entregas de la saga (en La estrategia del agua desde el crimen inicial no pasaba absolutamente nada), en esta pasan cosas, los acontecimientos se suceden a buen ritmo. Y pasa, además, una escena peliculera, un clásico del subgénero “estrechil”: una persecución en lanchas rápidas bastante lograda.

No estaría mal una peli de Lejos del corazón que mejorara el sabor de boca que nos dejó la de La niebla y la doncella, cosa para nada difícil.

Lejos del corazón
Lorenzo Silva
Destino
 

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Un comentario en “Novela: «Lejos del corazón», de Lorenzo Silva

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