El ataque a dos adolescentes en mitad de un bosque inicia la lectura. A partir de su declaración especifican que es un zombie el agresor, con ello entramos en un terreno “diferente”. En un primer momento no sabes a qué palo quedarte, si vamos por el lado Z de la vida o nos quedamos en una trama policial mucho más al uso.
Con ese jugueteo se mueve buena parte de la ficción, si bien, poco a poco, la trama Z va decayendo y pasándose al lado noir, aunque sea tan particular como la idea inicial de la narradora.
Laura Tébar y su nuevo compañero, el subinspector Merino, serán los encargados de dar algo de luz a los hechos que tienen ese cariz tan “extraño”. La relación entre ambos será la parte mollar de la novela, más allá de las acciones policiales o de la investigación. La trama así tiene dos pilares fundamentales decantándose finalmente por esa conjunción de caracteres de los protagonistas. Y no son, ahí está lo bueno, complementarios sino radicalmente opuestos: Tébar es, en el mejor sentido de la palabra, odiosa y su compañero intenta normalizar una relación que a todas luces es imposible.
La inspectora me parece todo un personajazo, de principio a fin, esa incomprensión que levanta con su feminismo radical está muy bien lograda, también ese carácter independiente y sumamente arisco, tanto que hace que todo lo que la rodea termine considerándose en su relación con ella de un modo u otro.
He visto por ahí reseñas que critican ese carácter como algo desdeñable. Desde aquí no puedo estar más en contra, es lo mejor de la obra, un personaje que levanta tanta animadversión tiene que tener algo bueno, ¿o no? Pocas veces vemos a personajes tan marcados, tan radicales en su forma de entender el mundo y es sumamente refrescante, puesto que Tébar sobrepasa el estereotipo, no así Merino, apodado Cons, que parece un gatito entre las zarpas de una leona.
Con ese tándem era normal que la trama Z decayera, es tan potente lo que nos ofrece de cara a los personajes que el resto tiene menor importancia, adivinándose por donde irá la resolución del caso y el resto de enigmas que suscita.
Al final, este sí es un pero, la trama policial decae en gran medida, lo cual es una lástima. Tébar es mucha Tébar pero le falta ese toque brutal/policial que haría del artificio algo más grande. Es cierto que la humanización de la labor policial es encomiable, muy al estilo nórdico, pero también hay que tener presente que esa demanda violenta le daría un punch más efectivo.
La prosa de la autora me ha gustado, sabiendo dosificar la trama y narrando la relación entre actores francamente bien. Es cierto que en algunos tratos con otros personajes se cae en el tipismo pero en general la muestra y el trato que nos ofrece sobre la inspectora Tébar mejora todo el artificio.
Es evidente que la novela me ha gustado, más aún cuando me parece algo nuevo, sobre todo por esa conjunción de tramas que tienen ese toque novedoso, soy más del género americano con más fuerza pero tampoco desdeño esta novela inteligente de personajes. Para quién escribe la trama Z sobra y se debería de haber profundizado más en la labor policial, pero la presentación de Laura Tébar sobrepasa cualquier pero. Deseo que nos ofrezca otra entrega y me la leeré con tanto placer como tuve con esta.
Si ven el libro por ahí cómprenlo, merece la pena.
La caricia de la bestiaCristina C. Pombo
Espasa