Pocos géneros literarios han sufrido tanto el vaivén de la historia. Las novelas de espías han tenido dos momentos así: el primero fue la caída del muro de Berlín, un momento de profundísimos cambios socio-políticos que afectaron a la ficción de forma notabilísima; el segundo ha sido mucho menos épico y fue al 11-S o lo que es lo mismo la lucha contra el terrorismo. En mitad de ambos un vacío profundo, tanto como costó encontrar un enemigo al que hacer frente y un espía sin nadie a quién espiar es un arma peligrosísima, es como dejar una pistola cargada al alcance de los niños o de políticos que para el caso funcionan con el mismo rigor mental.
Sorprende descubrir cómo los autores de este género van buscando huecos y posibles campos para la ficción. Ahora mismo, la privatización de los servicios de seguridad, la lucha contra enemigos taimados y ocultos como el Estado Islámico o la fuerza y poder de las grandes corporaciones empresariales parecían como la punta de lanza de la creación literaria que, como todo el mundo sabe, en este género siempre va muy pegada a la realidad. En ese universo creativo aparece Charles Cumming, un personaje al que descubrimos en nuestro país con su obra El sexto hombre, que representaba una nueva mirada a un viejo dilema del espionaje británico, es decir, Philby y el círculo de Cambridge, y como no poseo tanta imaginación suponía que esta novela iría por el trillado campo retrospectivo de la guerra fría. Craso error.
La novela no olvida la guerra fría y las llamadas “normas de Moscú” pues siempre estarán ahí, pero mira con otros ojos el mundo del llamado “thriller internacional” y lo hace desde abajo, desde la perspectiva del agente de campo y desde la observación precisa y clara de los detalles íntimos de una operación de inteligencia. Gana así en un vigor insospechado, entra así en el detalle que encandila al lector y le dota de una tensión literaria encomiable.
El protagonista, Thomas Kell, entra por derecho en el cubil donde habitan los espías de siempre, los que viven en la realidad paralela que suponen las grandes conspiraciones y los planes más osados de inteligencia y lo hace desde la perspectiva familiar de ser un hombre normal, con habilidades concretas pero nunca excepcionales, capaz de perseguir una trama enrevesada como un buen tekkel un rastro de sangre y terminar por… Eso lo dejo para el final.
Puede que lo peor del libro sea la contraportada, que nos indica que la siguiente jefa del MI6 desaparece y nuestro protagonista debe hallarla. Con esa declaración ya suponemos algo mucho más cruento e imaginativo, pero Cumming lo baja todo a ras del suelo, a hacerlo más viable, más real y más interesante y lo que pudiera presagiar una lucha a lo Jason Bourne contra el mundo, termina en una operación de inteligencia sin más, y ahí está lo mejor del libro y su encanto más secreto.
La novela te engancha, te tiene un vilo siguiendo los pasos del protagonista y cómo va buscando pistas y siguiéndolas por toda la cuenca mediterránea y enlazando así con esas buenas novelas de detectives que terminan por perseguir la verdad como un…Bueno, me ahorro la comparación con otro cánido.
La prosa ayuda al lector a estar vivamente interesado en lo que ocurre, suministrando con sapiencia la tensión precisa para el relato y haciendo que no puedas dejar la novela con facilidad. Los viajes, los hoteles, los pisos francos, los personajes curiosos que entran y salen del relato, todo tiene ese glamour propio de las buenas novelas de espías y que tanto echábamos de menos. Tal vez le falta mítica, aunque creo que no la necesita, lo que nos muestra son espías de verdad y ahí reside su encanto, que no es pequeño.
La recomiendo encarecidamente, la pongo en la estantería de las buenas novelas junto a otras como Los montes de Kolima, El turista, El fin de la historia, Doble dos o La sanción de Loo por citar algunas de las novelas que nos han hecho disfrutar.
En un país extraño
Trad.: Mala Figueroa Evans Salamandra
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