Charles Cumming, al que ya conocíamos de anteriores entregas, toma ahora un tema central en las novelas mal llamadas de espías que no es otro que “el topo”; ese personaje infiltrado o que ha cambiado de lealtad y que causa estragos puesto que su labor es desde el interior del propio servicio de espionaje. Para ello Cumming empieza por derecho, citando a Sudoplátov un icono en el mundo del espionaje. Para aquel que desconozca el nombre y el personaje pediría que corriendo fuera a la fuente más cercana, en estos tiempos la wikipedia, y mirara algo de la biografía del soviético. Maestro de espías e implicado en un buen montón de operaciones a cual más impresionante, desde la muerte de Trosky, cuestión de estado para la URSS de época de Stalin, hasta la adquisición de la tecnología atómica, operación de información impresionante.
“—Sabes que hay un perfil, —Kell recuperó las frases de Sudoplátov que guardaba en la memoria desde hacía tantos años—. “Busca hombres dolidos por el destino o por la naturaleza. Gente fea, gente que anhela el poder o influencia, gente que ha sido derrotada por las circunstancias”.
Como ya podrán imaginar el autor retoma a su personaje fetiche, Thomas Kell, cómo no caído en desgracia, y le interna en una trama de búsqueda de ese agente que se ha pasado al enemigo o que colabora con asiduidad con ellos. Nada nuevo bajo el sol, pensaran muchos y no puedo quitarles la razón. El tema es muy manido y puede que haya sido el culmen de cierta manera de ver la novelística de espías, aceptemos el término, sobre todo de la guerra fría cuando había dos ideologías enfrentadas y dos enormes aparatos de información en plena lucha. Pero desde la caída del muro de Berlín todo ha cambiado y también esas agencias de inteligencia, el enemigo, por suerte o por desgracia, es otro muy diferente.
Ahí es donde la novela no tiene ese poso de certidumbre, pues los intereses entre bandos son mucho más difusos, no existe ese ansia descomunal por adelantarse al próximo descubrimiento científico o ese movimiento de tropas o esa nueva arma. Los intereses geoestratégicos de las grandes potencias no poseen ese respaldo tan certero como en la guerra fría, véase el caso de Siria, del cual esta novela toma algo.
Como decía, puede que el centro de la obra sea un tanto manido, en algunos casos forzado, pero tengo que asegurar que la novela interesa y divierte, es una ficción bien realizada, mejor ejecutada y que provoca en el lector, más aún con afición a estas obras, un hondo placer. Me recuerda a esas novelas o películas del oeste, donde se sabía que el bueno terminaría por liquidar al malvado y no por ello se seguía leyendo o viendo sin ningún tipo de rubor.
La novela tiene mucho de homenaje a Le Carré, como no podía ser de otra forma ya sea por tratarse de un escritor británico y de espías de la misma nacionalidad o incluso por el tema central de la ficción, pero le falta esa tersura propia del maestro. Cumming se aplica y obtiene algún rédito pero Le Carré era muy bueno y con un par de certeras frases describía a un personaje a la perfección, eso es muy complicado y ése era uno de sus secretos, la somera pero certera descripción. El propio Kell tiene ese tono llamémosle smileysco sin llegar a ser el inolvidable George.
No quiero desvelar mucho de la obra, es de espías y prefiero dejar mucho en el aire para que su imaginación haga el resto. Yo me voy a leer todo lo que escriba este señor, puede que no innove mucho pero la lectura me ha parecido interesante, intensa y placentera. Si tienen la opción no lo duden, la novela les va a proveer de unas cuantas horas de buena lectura.
Complot en Estambul
Trad.: Mala Figueroa Evans Salamandra
Puedes seguirnos en Google+, Twitter y Facebook