Novela: «Sánchez», de Esther García Llovet

Almudena Natalías

Sánchez inicia su viaje envuelto en mucho silencio, a las dos de la madrugada. Esther García Llovet, en la segunda parte de la “trilogía instantánea de Madrid” nos vuelve a golpear en el estómago llevándonos de viaje por un Madrid oscuro y angustioso en el que las estrellas fugaces sólo se pueden intuir.

Un amigo me dijo un día que reconoce a los madrileños porque en los bares siempre pedimos un cortado y la cuenta, antes de llegar nos queremos ir para no llegar nunca a ninguna parte. Esto es lo que les pasa a los personajes de Sánchez, deben de ser madrileños, porque se mueven sin llegar a ningún sitio.

Nikki y Sánchez vivieron juntos una temporada. Ella ha sobrevivido trapicheando con tabaco en el Sur y él jugando en timbas y tumbado en el sofá de su casa, intentando escapar de su eterna mala suerte. Nikki le propone un negocio, hay que conseguir un galgo para vendérselo a una italiana que se dedica a las carreras. Les falta el galgo y les falta tiempo y quizás algo de ganas.

Sánchez es una road story que ocurre en la noche madrileña. Los protagonistas deambulan por las calles dentro de un coche sucio y lleno de pastillas. Primero Nikki, luego sube Sánchez y algunas horas más tarde suben Beltrán, un pijo con malas costumbres con su galgo Cromwell.

Nikki cuenta en primera persona las peripecias que ocurren durante una noche de verano madrileña. Ellos no se mueven por los garitos de copas, se toman algo en los chinos y en el bar de Mercamadrid, nada que ver. Sánchez, que da nombre a la novela, es un gafe sin una pizca de energía al que sólo mueve su interés por el juego, un “macarra de bajona”. Nikki le admira, no sabemos muy bien porqué, pero la amistad y la admiración no tienen una causa concreta y casi ni sentido la mayoría de las veces.

La historia no es importante, lo importante de Sánchez es el ambiente oscuro e impregnado en aburrimiento que destilan los personajes. No es una mera descripción de un trapicheo para sacar unos miles de euros, es la descripción de un modo de ser de esas personas que no son capaces de tener una vida dentro del sistema. No son capaces porque no quieren, nadie después del primer capítulo, puede imaginar a Nikki, la verdadera protagonista de Sánchez, en una oficina o en una farmacia si no es timando a alguien. Nikki y Sánchez son supervivientes, manguis, chorizos de la antigua escuela que se mueven por la noche como pez en el agua.

“Qué noche tan exótica, esta de San Lorenzo; tan larga, tan frondosa, tan animal.”

Así que no dudéis ni un minuto más que empieza la lluvia de estrellas en una ciudad donde las farolas no dejan ver el cielo, pongamos que hablo de Madrid.

Sánchez
Esther García Llovet
Anagrama
 

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