Cine: «Intemperie»

Teresa Suárez

1946. En plena posguerra española la pobreza, el hambre y la violencia de los vencedores, sin misericordia y sin perdón, acogotan al pueblo llano.

Intenso calor, chicharras cantando y un grupo de hombres dedicados a la siega con hoz. Una insensata liebre se cuela entre los gañanes y estos detienen su trabajo para intentar darle caza. Retumba un tiro y el animal cae abatido por el disparo del mayoral quien, tras conminar a los temporeros para que prosigan la labor, ordena a uno de sus hombres que se lleve la pieza.

De pronto una mujer corre hacia el grupo y con sus gritos alerta al capataz de que un niño ha huido de la casa. Rápidamente se organiza una partida para salir en busca del menor.

El chico, apenas 11 años, sabe que su única posibilidad es llegar a la ciudad. Pero son muchos los kilómetros que le separan de la más próxima. Sin agua, sin comida y acechado como una alimaña por sus perseguidores, debe enfrentarse, solo, a un entorno hostil. Cuando apenas le quedan fuerzas para seguir aparece un solitario pastor. Ese niño tan asustado, tan necesitado de cariño, tan dañado pese a su corta existencia, despierta en el corazón del hombre un deseo de protección tal que no dudará en poner en peligro su vida para salvaguardar la de él.

Siendo castellana, el paisaje de Intemperie (los municipios granadinos de Orce, Galera, Castril y La Puebla de Don Fadrique, pertenecientes a la comarca granadina de Huéscar), una gran llanura casi desértica, no solo no me es extraño sino que esa naturaleza inclemente, esos secarrales y la escasez de agua, elementos muy importantes en la trama, hacen de esta película algo extrañamente cercano. Muy cercano.

Intemperie (título de la novela de Jesús Carrasco en la cual se ha basado Benito Zambrano para su película homónima) es una palabra que, significado aparte (a cielo descubierto, sin techo), puede evocar tristeza y desamparo, sí, pero también una indiscutible sensación de comunión con la naturaleza y libertad.

Desolado espectador de lo peor del ser humano, por su antigua condición de legionario y su participación en la guerra civil, el pastor, que reniega de los vivos y guarda respeto a los muertos, no quiere formar parte de esa sociedad violenta y cruel que tanto le horroriza. Por eso elige vivir a la intemperie.

Cruzar a caballo la árida parte central del Altiplano Granadino nada tiene que envidiar a las gestas de los vaqueros que recorrían las praderas del Salvaje Oeste americano y cuyo estilo de vida, gracias a directores como John Ford o Howard Hawks, fue idealizado e inmortalizado en el cine.

En este Orcense Western, el cabrero (Luis Tosar), el Triana (Vicente Romero) y el capataz (Luis Callejo), ponen voz y rostro a El Bueno, el Feo y el Malo. Solo falta la música de Ennio Morricone para que la cinta se hermane con cualquiera de los Spaghetti Western de Sergio Leone.

La presencia de «el tullido», abandonado en medio de la nada por un hermano que le promete volver (ambos saben que no lo hará), mentiroso, taimado y con un final atroz, sirve para dotar a la historia de ese elemento surrealista y bestial propio de directores como «Blody Sam» Peckinpah (Grupo Salvaje) o Tarantino (Los odiosos ocho), que disfrutan estomagando al espectador y dejando claro porque el Oeste era Salvaje.

Ambientada en el mismo período y con una estética similar, Intemperie de Benito Zambrano recuerda a Sordo de Alfonso Cortés-Cavanillas. Ambas películas son una contundente prueba de que en nuestros paisajes, desde nuestra cultura y con nuestra historia, se pueden rodar películas de cualquier género y con una calidad indiscutible.

No se las pierdan.

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2 comentarios en “Cine: «Intemperie»

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