Cine: «Quien a hierro mata», por Teresa Suárez

Teresa Suárez

Mario es un hombre corriente, un hombre tranquilo, que vive en un pequeño pueblo de la costa gallega. Trabaja como enfermero en una residencia de la tercera edad donde todos le aprecian. Su mujer está a punto de dar a luz a su primer hijo por lo que la vida de Mario parece plena y feliz.

Antonio Padín, un conocido narcotraficante de la zona, sale de la cárcel por motivos de salud y en vez de regresar a casa, como quieren sus hijos Kike y Toño, decide ingresar en la residencia donde trabaja Antonio.

Los cachorros Padín asumen el control del negocio familiar y en contra de la opinión paterna, y sin su apoyo económico, llevan a cabo una desastrosa transacción comercial con los chinos que no solo dará con los huesos de Kike en la cárcel sino que les generara una cuantiosa deuda con los narcos colombianos.

Cuando pide dinero a su padre para pagar la fianza de Kike (Enric Auquer acaba de ganar el Goya al Mejor actor revelación 2020 por Quien a hierro mata) y su padre se niega, Toño empieza a presionar a Mario para que convenza al patriarca Padín de que debe volver a casa y ayudar a su hijo. Pero, pese a las amenazas, Antonio tiene otros planes.

Aunque ocupando diferentes estancias, todos los personajes de esta historia viven en el mismo infierno.

Mario no ha superado la muerte de su hermano, fallecido por una sobredosis, y camina por la vida aparentando una calma que está muy lejos de sentir.

Antonio Padín, magnate de la droga, amo y señor de vidas y haciendas, incapacitado por la vejez y la enfermedad, se niega a volver a casa y elige la residencia porque prefiere que le ignoren a que le compadezcan. Él mejor que nadie sabe que, al menor signo de debilidad, el respeto nacido de la fuerza y el miedo se va por el desagüe.

Por más que sepas que Padín es el culpable de la muerte de miles de personas que se han enganchado a la mierda que lleva años vendiendo, su edad, su estado físico, su vulnerabilidad en suma, te impide empatizar con Mario y su cruzada.

¿Qué persigue Mario? Venganza.

Pero esa venganza ciega, sin posibilidad de perdón ni marcha atrás, pronto le demostrará que de dulce no tiene nada, porque la espiral de daños que genera no solo no elimina el dolor emocional, ni tan siquiera lo mitiga, sino que, en numerosas ocasiones, tomar represalias lo multiplica.

Nauseas, escalofríos, ojos afiebrados y desasosiego. Ver esta película te deja el cuerpo como si hubieras pillado la gripe.

No hay sonrisas ni gestos amables. No hay arrepentimiento ni perdón. No hay presente ni futuro, tan solo un pasado doloroso en el que el tiempo se paró aunque el reloj siguiera avanzando.

Después de ver hace unos años Romasanta, la caza de la bestia y REC (las tres), Verónica hace poco y ahora Quién a hierro mata, creo que Paco Plaza duerme mal y que cuando lo hace no son angelitos precisamente lo que aparecen en sus sueños.

Quien a hierro mata es una escalada, sin intermedios, de dolor, violencia y muerte. No hay nada, absolutamente nada, a lo que agarrarte para dejar de sentirte devastado.

El final es demoledor.

Esta es una de esas películas que, por su dureza, no son aptas para recomendar.

Así que decidan ustedes si quieren verla o no, pero tengan en cuenta que les afectará.

Avisados quedan.

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