Teresa Suárez
En un pequeño pueblo de esos donde todo el mundo se conoce, Frankie Peterson, de 11 años, es asesinado. En un principio la brutalidad del crimen, unida a los desgarros que presenta el cadáver del niño en la espalda, hacen sospechar a los investigadores que podría tratarse del ataque de algún depredador. Pero esa posibilidad se desvanece muy pronto.
El caso es asignado a Ralph Anderson, un atormentado policía a quien el homicidio de Frankie perturbará especialmente porque le recuerda que aún no ha superado la desaparición y muerte de su propio hijo.
Varios testigos, y montones de evidencias físicas (sangre, fluidos, huellas digitales), señalan a un mismo sospechoso: el entrenador de la liga infantil y profesor de literatura, Terry Maitland, esposo y padre ejemplar.
Convencido de su incuestionable culpabilidad, el agente Anderson detiene a Terry Maitland en mitad de un partido y se lo lleva esposado delante de amigos, vecinos y familia, mientras el clama su inocencia.
El abogado de Maitland, Howard Sal, asistido por Alec Pelley, investigador privado, no tarda en demostrar que el mismo día y a la misma hora en que fue cometido el horrendo crimen, su cliente se encontraba a muchos kilómetros de distancia del lugar de los hechos, en una convención en la que no solo le vieron cientos de personas sino de la que existen imágenes grabadas en video.
Desorientados por las evidencia en uno y otro sentido, sucede algo que añadirá más dolor a los que sufren y traumatizará a todos los implicados.
Las crecientes dudas sobre la culpabilidad de Maitland y la necesidad de resarcir del daño causado a su esposa e hijas, hará que el detective Anderson y el teniente Sablo, por recomendación de Howard Sal y Pelley, contraten a Holly Gibney, una investigadora bastante peculiar, cuyo trabajo les obligará a replantearse muchas cosas.
Además de los cinco citados, a la expedición pronto se unen los hermanos Bolton, el expolicía Andy Katca y Jack Hoskin. Todos ellos integran esta nueva Comunidad del Anillo que parte en busca del Señor Oscuro para destruirlo.
Esta miniserie de televisión, de diez episodios, está basada en la novela homónima de Stephen King, lo que equivale a decir, o al menos a presuponer, que el terror anda cerca. Pero no se preocupen, ni está ni se le espera.
Aunque comienza como un thriller sobre asesinos en serie a medida que avanza la historia lo policiaco y terrenal deja paso a lo fantástico y sobrenatural.
Ahí es donde empieza a deteriorarse el asunto.
En ningún momento se explica quién es ese visitante y las especulaciones sobre su hipotética identidad (Hombre del Saco, Comepenas, Coco, Sacamantecas, Krampus, Babadook, Huesos Sangrientos ), una criatura que se alimenta del dolor y el miedo de las personas, especialmente de los niños, en lugar de asustar, da un poco de risa.
El hecho de que esa presencia necesite un siervo, se alimente de animales cuando el hambre aprieta y pida una lámpara de salón para “su apartamento”, no ayuda demasiado a tomarlo en serio.
No sabemos de dónde procede Eso, cómo ha llegado ni de qué manera elige a sus huéspedes.
¿Asesino en serie, ladrón de cuerpos o patógeno de transmisión hemática?
¡Chi lo sa!
Si debemos plantearnos si existe un ente, un ser, un It, que representa el mal en estado puro, en vez de tanto elucubrar sobre qué es Eso prefiero preguntarme quién es Eso mientras contemplo la colorida figura de Pennywise, mucho más terrorífico y fascinante que este visitante de andar por casa.
Escasa emoción, algo de misterio y nada de miedo.
The Outsider les servirá para pasar el rato y poco más.
Ustedes deciden.
Revista Calibre .38 