Dicen que por el cerebro de una persona que está a punto de morir pasa toda su vida en un instante, que ya es resumir. Supongo, por otra parte, que esto ocurrirá justo antes de lo de la luz al otro lado del túnel, al menos en el caso de los hombres, que ya se sabe que somos incapaces de hacer dos cosas a la vez, como conducir y ver una película autobiográfica.
Imagínense entonces lo que puede pasar por el cerebro de un alcalde corrupto justo antes de morir si no dispone de un instante sino de unos cuantos minutos, tal vez veinte. Ya saben, el típico chaval que entra en las juventudes del partido y ahí sigue hasta que le hacen concejal para luego, sabiéndose relacionar convenientemente, terminar con el bastón de mando de la localidad, en el caso que nos ocupa un pequeño pueblo costero de Canarias con muchas posibilidades (de desarrollo turístico y urbanístico, claro, con lo que eso puede conllevar para las arcas municipales y los bolsillos de algunos particulares).
Pues esa es la historia que nos propone Alexis Ravelo en su última novela, Un tío con una bolsa en la cabeza, que trata, como acertadamente se dice en la sinopsis editorial, de un tío con una bolsa en la cabeza.
Una novela tan eficaz como siempre que hablamos de Ravelo y más original que nunca, con un protagonista que desempeña el triple papel de narrador, víctima e investigador, pues a eso dedicará sus últimos minutos de vida Gabriel Sánchez Santana, Gabrielo para los amigos y enemigos, alcalde de San Expósito, a tratar de imaginar quiénes pueden ser los dos tipos que le han dejado maniatado en su casa y con una bolsa de basura en la cabeza tras llevarse los cerca de cinco mil euros fruto de su última comisión. O, ya puestos, a averiguar quién les ha encargado el asunto en caso de no tratarse de dos simples rateros trabajando por libre, con lo que el abanico de posibilidades se amplía considerablemente pues una larga trayectoria política como la suya da para hacer muchos enemigos y algunos amigos, y ya se sabe lo que dejó escrito Sun Tzu en El arte de la guerra: “Te a tus amigos cerca, pero más cerca a tus enemigo”.
Si Joyce fue capaz de condensar la vida de Bloom en un solo día, si Delibes hizo lo propio con Mario en cinco horas, Ravelo bate todas las marcas y repasa toda una carrera, profesional y familiar, en tan solo veinte, treinta minutos. Media hora dedicada a repasar varias décadas de prevaricaciones, cohechos y tropelías varias con el beneplácito en las urnas de los vecinos del pueblo -¿les suena de algo?- que van desde la hostelería a las casas de apuestas, desde los molinos de viento -la ecología, otro gran invento para los políticos corruptos- al desarrollo turístico de una zona antaño considerada como un erial.
Un tío con una bolsa en la cabeza es un relato claustrofóbico por momentos pero salpicado de abundantes notas de humor negro que puede funcionar igualmente, por qué no, como ensayo sobre ética, política, relaciones familiares y amistad.
Un tío con una bolsa en la cabezaAlexis Ravelo Siruela