Novela: «Leones muertos», de Mick Herron

Sergio Torrijos Martínez

No abunda, pese a que pueda parecer lo contrario, la ficción con tramas de espionaje, más bien parece cosa más del celuloide o de las series. Sobre el papel establecer una trama sobre intereses contrapuestos, lealtades que cambian o etéreas es más complicado de lo que podía parecer en un primer momento y por último sumarle despertar el interés del posible lector sin volverle loco es algo más que complejo.

Es cierto que el mejor momento para la ficción se marchó con la caída del muro de Berlín, la existencia de un magnífico oponente en el otro lado del telón de acero era ya literariamente poderosísimo, ya no digamos la capacidad del KGB, nombre más mítico es imposible, para captar, conseguir, manipular o cualquier otro verbo que se imagine uno para conseguir información de valor. Aquel monstruo del espionaje dio lugar a tramas sin cesar, desde los llamados “durmientes” hasta los “topos” pasando por la captación de cualquiera que tuviera un puesto con cierta información de valor para la guerra fría que se libraba. La caída de semejante infraestructura del espionaje supuso para el género literario un desastre sin parangón. Ahora los gobiernos seguirán espiándose unos a otros como suele ocurrir desde hace más de cien años, pero ya no existe esa mística que daba semejante rival y su capacidad para penetrar en cualquier estrato que considerará de interés.

Mick Herron como heredero de la gran tradición británica en cuanto a este tipo de ficción vuelve a mirar al KGB, puede que de forma tardía, ya ni existen esas siglas y lo que pudiera haber tenido de interés quedará guardando polvo en algún archivo del Kremlin, pero consigue que nos preguntemos el motivo por el que el juego de espías que se urdió y que ahora, de alguna forma, vuelve a salir a la luz. Y lo más chocante es que en este mundo digital, de internet, de cámaras por doquier, donde prima la imagen y el archivo comprimido sobre el documento en papel, la idea originaria del espionaje sigue estando vigente y llega, por momentos, a superar este mundo de bits.

De alguna forma al retroceder en los engranajes antiguos de ese mundo del espionaje nos adentramos en lo que sigue siendo el espionaje con mayúsculas que no es otra cosa que el engaño y la consecución de una ventaja estratégica o táctica. Y ya de paso mostrarnos como los servicios de espionaje, en este caso británicos, siguen manteniendo un mismo patrón de funcionamiento que ya retrató algún artista del papel en blanco como Le Carre y del que Herron se nutre, sin ningún género de dudas.

Tendría que hablar mucho sobre la influencia de uno en el otro, sobre todo en esa concepción muy británica de la categorización de los personajes y en esas luchas sordas de poder que se libran en cualquier agencia gubernamental.

Si a esta trama, entretenidísima, le sumamos un sentido caustico del humor tenemos una novela más que entretenida, por momentos llega a conseguir que esbocemos algo más que una sonrisa. Sirva como ejemplo:

“No había ningún código de hermandad: si Dickie Bow hubiera fallecido tras incendiarse su colchón, Lamb habría pasado sin que se le moviera un pelo por las cinco fases del duelo: negación, rabia, aceptación, indiferencia…desayuno.” Pág. 35

La plétora de personajes que pueblan el universo de Herron, empezando por el protagonista, Jack Lamb, está muy bien lograda, sus caballos lentos, espías venidos a menos o que merecen algún tipo de purga, representan un buen biotipo humano repleto de interés. Esos personajes que dejaron olvidado un disco duro en el transporte público o que tenían problemas con el juego o con la bebida o… imaginen ustedes que puede provocar que a alguien le asignen a un trabajo tan aburrido que termine por dimitir y evitar el trago del despido. Con ese escenario y con esas artes la trama, la subtrama, la lucha de poder en la central del MI5 tiene menos interés que ver como se desenvuelven los caballos lentos, dándole a la obra un poder adictivo nada despreciable.

Creo que ya me he extendido en demasía, por lo que hablar de la trama mejor para otro momento. Les recomendaría la lectura, es una novela muy entretenida y que se lee en un suspiro. Disfrutarán de la trama, de los personajes y de todo el entramado de ficción.

“Entonces, Kyril también se rió, emitiendo un ruido como el que haría una bolsa de canicas. Enseguida sacó un paquete de cigarrillos sin marca: gordos, sin filtro, letales. Haberles puesto uno de esos avisos de salud pública habría sido como subtitular una peli porno: del todo innecesario.” Pág. 119

Leones muertos

Mick Herron
Salamandra Black

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