Ricardo Bosque
Los buenos aficionados al género criminal no solemos hacer asco a ninguna de sus manifestaciones, ya sea en cuanto al soporte -novela, cómic, cine, televisión- o a sus diferentes etiquetas -noir del de toda la vida, policiaca, thriller, rural noir, domestic noir, intriga, detectivesca- si bien cada uno de nosotros pueda tener sus preferencias personales al respecto.
Tampoco rechazamos los ensayos, ya sean sobre criminología o historia y evolución del género ni, por supuesto, un buen true crime de vez en cuando. Así, es lógico que disfrutemos como enanos con esta original propuesta que no es ni novela ni ensayo, tan solo lo que dice el título del libro: las memorias de un reportero (no tan indecente) que constituyen un curioso anecdotario del día a día del periodista de sucesos y que hará las delicias de quienes, como un servidor, tiene un puntito de cotilla curiosón.
Si el periodista de sucesos es Pedro Avilés, curtido en medios míticos como El Caso -confieso no haberlo comprado nunca y tan solo haberlo ojeado en mis visitas periódicas a la peluquería del barrio- o Interviú -confieso no haber prestado atención a nunca los reportajes de señoritas, siempre me centré en los de política o investigación-, pues miel sobre hojuelas.
Con Avilés -así le llamaba siempre su compañero Montoro a pesar de haber compartido años de sucesos, hoteles y carreteras por toda España y parte del extranjero- conoceremos las revueltas del pan de Marruecos, las curiosidades bélicas, gastronómicas e incluso sexuales de la Contra nicaragüense o la afición de esta pareja de reporteros de aprovechar sus vacaciones para pasarlas en el frente de guerra entre Croacia y la ya extinta Yugoslavia. Pero el libro se centra fundamentalmente en su experiencia -tras unos años como freelancer– haciendo muertos para esos dos medios ya citados, con los que cubrió sucesos tan mediáticos como los de Puerto Hurraco, el asesino del rol, el crimen de Táliga, el asesinato de Olga Sangrador o, por supuesto, el de las niñas de Alcàsser del que sufrimos meses de minuto y resultado a través del descarado y vomitivo amarillismo de Paco Lobatón, Pepe Navarro o Nieves Horrores en los primeros años de las televisiones privadas. En este caso, Avilés se dedica a desmontar todos los bulos, mentiras y teorías conspiranoicas que se levantaron a su alrededor según iba subiendo y bajando la curva de audiencia televisiva.
También -lo avisa el autor en la misma portada- aprovecha el libro para algún ajuste de cuentas pendiente, sobre todo relacionado con su salida de Interviú cuando el periodismo como se entendía hasta entonces entró en barrena y los periodistas de raza fueron sustituidos por becarios, redactores pipiolos con nulo trabajo de campo y sueldos infames. Y cierra sus memorias con los últimos años antes de su deserción del periodismo para dedicarse a su otra pasión -la cocina-, los que pasó haciendo colaboraciones para diferentes programas de televisión.
En definitiva, estas memorias constituyen una lectura muy instructiva, amena, curiosa y, por momentos, francamente divertida, especialmente si tenemos cierta querencia por el humor negro tirando a oscuro. Altamente recomendable.
Memorias de un reportero indecente Pedro Avilés Muddy Waters Books