Sergio Torrijos Martínez
Calcuta 1919, un inglés recién aterrizado en la ciudad y al mando de la investigación policial en dicha urbe. Por lo pronto es un mundo totalmente ajeno al nuestro, no sólo por la época, que también, sino por el ejercicio de poder que ejerce la Gran Bretaña sobre aquellas tierras y que conlleva que un sahib, creo que todo el mundo sabe de lo que hablo, es algo más que un personaje cualquiera, es parte de la élite que dirige el subcontinente indio y mira con gesto británico de superioridad todo lo que le rodea. Lo curioso no es ese estado de cosas, que ya se vieron en novelas de otros autores, todos pensamos en Kipling, ¿verdad?, sino en que todo sea contado desde la óptica británica pero por un escritor de origen hindú.
La propia narración nos muestra la sociedad que habita Calcuta y nos hace ver como de extrañas pueden llegar a ser las sociedades llamadas coloniales, todo esto por no hablar de lo que fue la famosa Commonwealth y que todavía, de alguna forma, sigue existiendo. No quiero desvelar mucho porque buena parte de la gracia de la novela son las interacciones sociales a lo largo de toda la obra. Porque por debajo de ese dominio, más duro de lo que parece en un primer momento, se esconde un imperialismo económico y un racismo sin cortapisas y todo revuelto en una sociedad como la de Calcuta palpitante, vital, dinámica, efervescente…
Como decía llega un inglés a la ciudad, viene enchufado por un alto cargo y procede de Scotland Yard, su primer caso es un hombre blanco asesinado y no uno cualquiera sino alguien que pisaba moqueta y era mano derecha, a veces izquierda, de los jerarcas que dirigen el cotarro. Y esa investigación se envuelve en los intereses comerciales, económicos, sociales de toda la India y en el fondo el intento de mantener el dominio sobre un territorio tan vasto al que se pretende seguir explotando sin piedad. Como se dice a menudo en la novela el hombre blanco debe demostrar que gobierna la India en beneficio de los indios aunque esté haciendo barbaridades “coloniales”.
El protagonista, el capitán Wyndham, estará en medio de ese maremágnum e intentará algo tan básico como hacer justicia, siempre claro está, con un sentido de la superioridad moral británica que es innegociable, a su lado un sargento indio que le sirve de muleta, a modo de Watson aunque a mí me ha recordado más a Sancho Panza sin tener el gracejo de este.
La novela tiene ritmo, está bien ensamblada, se lee con facilidad y gusto, como ejercicio de ficción está más que interesante, consigue mantener en vilo al lector, aunque el final es más que previsible, pero todo no se puede tener. Para los lectores más avezados les diría que tiene ese toque clásico que siempre funciona, hay héroes, villanos, mujeres hermosas y personajes muy particulares.
Como lectura ha sido muy grata e interesante puesto que nos acerca a una realidad muy ajena a nosotros, espero que el autor se prodigue más, por mi parte no habrá problema en leer más sobre el particular. Desde aquí mi recomendación más encendida.
El hombre de Calcuta
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