Sergio Torrijos Martínez
La mejor noticia es la vuelta de Jackson Lamb, un pedazo de personaje que dejará huella. No existe forma de definirlo, un Smiley con su mismo cerebro y cinco veces más desvergüenza, un Ignatius Reilly inteligente o un Bond cockney y cutre, aparte de flatulento, descarado, vago… Ahora bien, no sólo es Lamb, en la novela hay unos cuantos “caballos lentos” de los de verdad, capaces de liarla en cualquier momento y también capaces de hacer su trabajo como por casualidad, aunque ahí la tragedia y el éxito son tan finos que cuesta diferenciarlos.
La trama mezcla a la Casa de la Ciénaga, el lugar donde destinan a los espías que tienen problemas, drogas, alcohol, juego o directamente han cometido un error de proporciones épicas, con luchas de poder dentro del ministerio y del servicio secreto y ahí es donde aparecen los tigres de verdad. Así la lógica que aplica el autor es la siguiente:
“Antes las cosas eran bastante más simples, estaba el servicio secreto y estaban los enemigos de Gran Bretaña. Estos últimos cambiaban de identidad de vez en cuando, en función de quien había resultado elegido, depuesto o asesinado, pero las reglas del juego solían estar claras: espiabas a tus enemigos, no perdías de vista a los neutrales y de vez en cuando te encontrabas con la oportunidad de joder a tus amigos de un modo que te permitiera desmentir tu implicación de forma plausible.”
Como decía, los caballos lentos se ven envueltos, muy a su pesar, en una trama de verdad, con implicados en las altas esferas puesto que, claro, la labor de esos “jerarcas” consiste básicamente en defender su cuota de poder y ampliarla. Si para ello deben derribar, denostar, destrozar a colegas, es algo que pasa en la oficina a diario y nadie es melindroso en estos departamentos.
Así la trama toma ritmo frenético, con este autor nunca sabes que puede ocurrir, ni que puede pasar en la siguiente página, así todo ello es disfrute, hasta que aparece el señor Lamb y ahí asoma la carcajada.
Decía en otra reseña que la figura de Le Carre significa mucho para este tipo de novelas y me parece evidentísima en esta. La forma de tratar a los personajes, ese desdén y mala leche británica aparecen por doquier.
Aparte de todo lo dicho, el escritor trabaja muy bien no sólo por el protagonista, algo espectacular, sino por todo el entorno y por como lo recrea, siempre con sarcasmo y con una vitalidad enorme.
Para terminar, no dejen de leerlo, si la anterior novela era buena esta creo que es más y voy a dejarles una cita que deja muy claro en el mundo en el que nos manejamos, claro que proviene de la jefa del MI5.
“Si le pidieran un listado de las personas que suponían una mayor amenaza para la seguridad nacional, comenzaría por incluir los nombres de varios ministros y colegas.”
Tigres de verdad
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