Sergio Torrijos Martínez
Ben Pastor continúa con su personaje fetiche, ese militar prusiano, aristócrata, de buena familia, modales exquisitos, listo como pocos y educado en la más estricta tradición germánica. Se dice en los mentideros literarios que el protagonista en la ficción tiene su base real en el comandante Claus Von Stauffenberg y la autora los enfrenta aquí. Coloca la acción en Berlín, en verano del 1944. Una ciudad bombardeada sin descanso en el que la población civil comienza a sufrir, de manera muy severa, los rigores de la guerra, una guerra a la antigua, a gran escala, sin miramientos sobre víctimas civiles pues se buscaba la destrucción total. En esa ciudad ya corren los rumores de asonadas por parte de varios círculos de poder. El gobierno del señor Hitler, como le llamaba el premier británico Chamberlain, se tambalea, la guerra va mal, francamente mal, y el derrotismo comienza a asomar la patita. Es verdad que los alemanes no tienen tanta tradición de asonadas, ni motines, ni levantamientos, sean militares o civiles, podían haber preguntado a sus homólogos españoles, que de otra cosa no, pero de esos hechos tenemos una historia para llenar dos volúmenes, si tienen interés y ganas paseen un poco por la historia de nuestro país del siglo XIX.
Decía que en Berlín corrían rumores de que algo se cocía. El viejo estamento militar prusiano veía con inquietud el devenir bélico y la principal discursiva iba entre la lealtad a la patria o la lealtad al juramento ofrecido al señor del bigote. Es ese punto la principal diferencia entre Von Bora y Von Stauffenberg. Pero no nos adelantemos.
Bora llega a Berlín al entierro de un familiar y ya que está se le ordena una investigación que en un principio tiene más que ver con un crimen sin mayor historia salvo que el finado es alguien relacionado con ciertos círculos de poder. Bora investiga, husmea, intuye que algo más profundo ocurre y la autora y el personaje juguetean con esa tradición de espiritismo y conocimientos “místicos” que rodeaban a buena parte de los círculos de poder de Alemania de aquellos años. Esa idea de mitología nórdica de la que se usaban muchos elementos en ese país que miraba al norte en busca de enlazar su pasado con la mítica nórdica de pureza racial. No es nueva ni mucho menos, la autora la usa con sabiduría, dejando pequeñas perlas que sazonan toda la narración y nos ofrecen parte del pensamiento del común de los humanos en aquellos años y en aquellos lugares.
Bora investiga, acude a un lado y a otro y su propio rango militar le sitúa en mitad de ese lío político que se presiente y hasta ahí puedo leer, mejor dicho, escribir.
Ben Pastor no es una autora cualquiera, tiene mucha mano, se documenta perfectamente, hasta el extremo, sus obras son precisas como sus personajes, muy germánicos. A veces la intrusión de su protagonista se ve algo forzada, no por algo es militar y sus obras bordean la novela negra sin llegar a meterse en ella. La autora prosigue con la fascinación por el personaje, aunque en esta ocasión le veo más humano, más carnal y eso le favorece, pero que nadie piense que se desmelena, no por algo es un acabado producto de academia militar prusiana, con todo lo que implica y que sus lectores podemos imaginar con suma facilidad.
En esta obra se puede apreciar, con muchísima claridad, ese mundo repleto de burguesía cultivada y alta nobleza centroeuropea. Unas clases cultivadas, instruidas, tal vez muy ajenas a la realidad que les rodeaban y que terminó por devorarlas. El protagonista aletea en ambos mundos, aunque su pertenencia queda clara, pero ese jugueteo nos permite mostrar las grandes diferencias, tantas que parece que vivían en planetas diferentes.
Dentro de la producción de la autora, es una de sus mejores novelas. Se puede leer individualmente, pero si hacen el esfuerzo de leerse todas las novelas, merecen la pena, creánme, la peripecia será muchísimo más grata. No se desanimen, son libros que se devoran y aportan mucho.
La noche de las estrellas fugaces
Puedes seguirnos en Telegram, Twitter