Sergio Torrijos Martínez
Esta novela pertenece a la serie Charlie Parker, lo cual, para todo aquel que tenga conocimiento, es casi lectura obligatoria y si han seguido esta web sabrán que tengo predilección por el autor y por la serie.
La sorpresa no viene por parte de la novela en sí, sino porque el personaje principal de la saga, el citado Charlie Parker, apenas aparece entre sus páginas y solo un par de secundarios de la serie son los encargados de toda la trama. Ahí es donde arrancan los problemas. El primero de ellos es que esos secundarios no son el protagonista, ni se le acercan: como secundarios funcionan bien y tienen su interés, como protagonistas ya no. Al usar esos personajes el autor renuncia, de manera casi radical, al principal elemento de la serie y de buena parte de su obra, que no es otra cosa que la extraña relación, muy bien lograda, entre el protagonista y aspectos paranormales, y ahí lo dejo porque esa relación es extremadamente interpretable.
En un intento por recuperar algo de ese aspecto “extranormal” crea un personaje que ni tiene la tersura ni la negrura propia de lo que ha sido su obra. Conociendo al autor supongo que la obra fue un ejercicio, ya ha hecho otros, de completar su propio universo, y la editorial o el agente han incluido la obra en la ya famosa serie.
La novela así se parece más a algunas novelas como por ejemplo del señor Clancy que al estilo del propio Connolly, un autor que ha creado su propio sello y su forma, muy personal, de crear buenas novelas negras. Así nos habla de armas, de tipos mafiosos o de personajes que no tienen ni la mitad de la negrura precisa en el universo Connolly, donde por ser malvados no tienen ese poso de malignidad necesario.
Con esa decepción, pues celebro cada obra de Connolly como algo gratísimo, no tengo ni fuerzas para hablar del argumento, miren la contraportada del libro. La decepción ha sido grande y espero no llegar a hablar del desgaste de los materiales que tanto ha usado el autor, confío en que siga creando esas novelas tan entretenidas y tan negras que han encandilado a sus seguidores, pero esta no es una de ellas.
Tumbas sin nombre
Trad.: Vicente Campos González
Tusquets
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