Novela: «Estrella del desierto», de Michael Connelly

estrella del desiertoÁngel Luis Pastor

Pese a su distanciamiento en Las horas oscuras, de 2021, Harry Bosch y Renée Ballard vuelven a trabajar juntos -por cuarta vez- en el 24º título de nuestro venerable sabueso. Renée, que ya había alcanzado carácter de sólida protagonista en aquella novela, vuelve para poner en pie la antigua Unidad de Casos Abiertos, tras su abandono del LAPD. Y Harry, jubiladísimo, (que 76 añitos pesan hasta para los superdetectives…) es reclutado por ella como colaborador voluntario -sin placa y sin arma- para la recuperada unidad que ahora encabeza Ballard, rehabilitada por el mismísimo concejal responsable del área.

Y aquí encontramos la primera novedad: resulta algo sorprendente que Renée, que había sido tan crítica con la estructura policial y su trasfondo político desde sus inicios (recordemos como, en su primera novela, se la destina a un servicio tan poco gratificante como la sesión nocturna por denunciar un caso de acoso sexual) y que termina renunciando cansada del machismo y la poca empatía del Departamento, se haya convertido ahora en una policía casi tan política como policial, aunque sea por una buena causa. Una buena causa que, dada la motivación personal del concejal que apadrina y financia el nuevo proyecto, hace amoldarse a Ballard por sus nuevas responsabilidades, mientras que pone a la defensiva a un Bosch siempre independiente y alerta frente al politiqueo: “(…) pensando en cómo los que tenían el poder siempre manipulaban la verdad. (…)

En Estrella del desierto asistimos al proceso por el que la antigua relación entre Harry y Renée como veterano-novata, maestro-alumna predilecta, protector-protegida y, casi, padre-hija, se va convirtiendo en algo que, sin llegar a la hostilidad, produce momentos de fuerte tensión por las muy diferentes posturas de los dos protagonistas: Harry con su único objetivo de hacer justicia a las víctimas -respetando o no las normas- y Renée que quiere aprovechar su segunda oportunidad y ofrecer resultados en su nueva etapa.

En esta tesitura, no era difícil vaticinar la fricción entre un Bosch que siempre ha tenido su propio e indómito criterio (“doble rasero…, llegarás lejos en el departamento”) y una Ballard que busca reafirmar su poder jerárquico en su nuevo puesto (“socavas mi autoridad (…) no lo vuelvas a hacer”). Desde las sutiles puyitas al auténtico choque de trenes, esto será una constante en el relato: “estaba molesta con Bosch (…) demostraba que no confiaba en ella tanto como ella creía”. Aunque, claro, por el bien de los casos y de su relación personal, el compromiso de ambos va abriéndose paso, no sin incomprensiones mutuas: “Ballard se propuso a sí misma no enfadarse con Bosch”; “(Harry) se preguntó si la habían obligado de alguna manera a estar al lado del jefe”. Hasta que la inquebrantable lealtad de Renée (“si tú te vas, yo también me voy”) y la honestidad de Harry (“no lo pensé, Renée. (…). La cagué. Lo siento»), restituyan la paz y la confianza entre ambos.

Por lo que a su esquema se refiere, la novela mantiene la habitual estructura a la que nos tiene acostumbrados Connelly, con dos tramas paralelas, una de ellas con dos crímenes de épocas distintas, aunque conectados entre sí. Pero, a diferencia de otros títulos de nuestro autor, no se van intercalando a lo largo de los capítulos, sino que se desarrollan de forma apenas coincidente, ocupando –con pocos interludios- la primera unos dos tercios del libro y la segunda, el espacio restante. La primera de estas tramas es prioridad para “la jefa” por afectar personalmente al concejal que la patrocina mientras que la otra (la que da título a la novela), el terrible asesinato de toda una familia completa, obsesiona a Harry desde hace años, porque se encargó de él en su momento y nunca consiguió resolverlo… ¡otro motivo más de conflicto entre nuestros protagonistas!

En lo más estrictamente literario, el insuperable oficio de Connelly hace la lectura absorbente y adictiva, siempre amena y, muy a menudo, trepidante (¡esa escena final del segundo caso…!). Enriquecida, además por la maestría en los diálogos (cortos, incisivos y siempre naturales) y por el inigualable manejo en la creación y desarrollo de los personajes. Desde los protagonistas, ya viejos conocidos, especialmente Bosch y la sorprendente evolución de Ballard, hasta secundarios muy llamativos como la colaboradora experta en genealogías -pero también una especie de vidente “friqui” de las auras, las vibraciones y todo tipo sensaciones psicológicas- o el recuerdo de la asesinada “Honey” Chandler, brillante y mediática abogada y némesis de Harry en varios de los antiguos títulos de la serie.

Del impactante final de la novela, obviamente, no les voy a contar nada. Sólo les digo una cosa: abróchense los cinturones.

Un completo, vamos. Feliz lectura.

Estrella del desierto

Michael Connelly
AdN Alianza de Novelas

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