«El fraude», por José Luis Muñoz

José Luis Muñoz

Cuesta encontrar en el cine para el gran público que se hace en Estados Unidos películas cuyos guiones estén bien estructurados y no rechinen en ninguno de sus tramos. Lo habitual es ver filmes sencillamente sin historia detrás y grandes juegos de ejercicios pirotécnicos con que tapar sus déficits narrativos. El fraude, una película comercial y sin muchas más pretensiones que entretener, sorprende agradablemente porque es un claro ejemplo de lo dicho en primer lugar, de un cine dirigido al gran público pero de una enorme dignidad narrativa, cuando todo hacía presagiar precisamente lo contrario y que íbamos a enfrentarnos a una película inane y previsible.

Podría encuadrarse el segundo film de Nicholas Jarecki en el género de thrillers financieros tan de actualidad en los turbulentos tiempos que nos han tocado vivir, en el que hemos perdido el control de nuestro dinero y se halla éste en manos de expertos trileros que lo desvían hacia sus bolsillos. El fraude sigue las andanzas de Robert Miller (Richard Gere), un tiburón financiero más humano y simpático que el Geko de Oliver Stone, aunque igualmente corrupto, a quien todo se le tuerce de forma irremediable cuando un accidente de automóvil desvela su relación sentimental con Julie Cote (Laetitia Casta), una marchante de arte francesa, y ello coincide con una auditoria en su empresa familiar que da con un enorme agujero en sus cuentas y es descubierto precisamente por su hija y heredera Brooke (Brit Marling). El correoso detective policial Michael Bryer (Tim Roth), harto de la impunidad de la que alardean los de su clase, pretende, aunque no siempre con métodos muy legales, ponerle contra las cuerdas presionando sobre Jimmy Grant (Nate Parker), un muchacho negro conflictivo que está en deuda con el financiero y le rescata de la situación más comprometida de su vida, mientras éste intenta, a la desesperada, vender su empresa, tapar el fraude y que su relación adúltera no sea descubierta.

Sin grandes artificios el director Nicholas Jarecki (The outsider, 2005) mantiene en El fraude un extraordinario equilibrio entre la denuncia social y el thriller policial, con situaciones creíbles y verosímiles y un buen ojo a la hora de pergeñar sus creíbles personajes, a excepción de una Laetitia Casta algo fuera de lugar en su papel de francesa tópica. Richard Gere, en uno de sus buenos papeles y jugando con la ambigüedad moral de su personaje, se las tiene que ver con un Tim Roth, perfecto en su papel de policía perro de presa que, encausándolo, quiere hacer justicia poética contra los de su clase, y una Susan Sarandon en el papel de Elen, su esposa fría y cerebral que, naufragado su matrimonio, salva los muebles y cierra filas con él a cambio de arrancarle importantes concesiones.

Los ricos, cuando ven peligrar lo suyo, también lo pasan muy mal, viene a decir Nicholas Jarecki en este film denuncia frustrado que consigue lo contrario de lo que pretende, que el espectador, guiado por ese automatismo pauloviano de ponerse al lado del que lleva las de perder, aunque ese alguien tenga muchos ceros en sus cuentas, empatice con el villano de la función, más si éste tiene el rostro seductor de Richard Gere y se ve envuelto en una sucesión de acontecimientos que le amargan su sesenta cumpleaños.

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