«La marca del meridiano», de Lorenzo Silva, por Herminia Luque Ortiz

La marca del meridianoHerminia Luque Ortiz

Vila y Chamorro vuelven a las andadas. No a lo andado –es la séptima entrega de Lorenzo Silva sobre esta ya épica pareja–, es decir, no a lo ya visto en libros anteriores –y eso es un mérito en un género que tiene en el carácter serial uno de sus principales ingredientes–, sino a nuevas andanzas que van mostrándonos unos personajes en constante evolución. Esto es válido, no tanto para Chamorro, de la que sobre todo apreciamos la imagen de serenidad y madurez que nos transmite Vila –quizá por contraposición a la idea que tiene de sí propio– como para éste: Rubén Bevilacqua, Vila para los amigos. El personaje va transformándose en los sucesivos libros. Desde el investigador más neutro y contenido del primer libro (El lejano país de los estanques) al más vulnerable emocionalmente (La niebla y la doncella) o al más reflexivo de La estrategia del agua, Vila sigue evolucionando. Funciona básicamente –como personaje, como persona a la que imaginamos con existencia real– porque es fiel a sí mismo, a los principios a los que se debe (el cumplimiento del deber, pág. 181; la integridad frente a la corrupción generalizada, pág. 361). Y lo seguimos viendo con su ironía fundacional (ah, esos orígenes borbónicos de los Mossos, pág. 333), sus rasgos machistoides (o conoce a todas las mujeres del mundo…, págs. 11 y 12; pág. 96: “Las mujeres siempre juegan con ventaja”) y de divorciado dolido e irredento (págs.355, 357); de sentimental sin remedio, amante de las canciones de Franco Battiato (páginas 304, 352 y 381) y ligeramente anticuado (¿quién dice hoy “sostén” y “pintalabios”?, pág. 249).

Como ese Quijote cuyo episodio barcelonés se cita al final del libro (pág. 392), la pareja se pone en marcha en una nueva andadura, esta vez por andurriales diversos: del Madrid originario a la Barcelona ya transitada en otros episodios (La reina sin espejo), hasta Santander o La Rioja. En esa Barcelona visitada es donde Vila ha vivido episodios, no sólo importantes desde el punto de vista profesional, sino sobre todo desde el punto de vista sentimental. Aquí Lorenzo Silva muestra una sabiduría narrativa esencial, hurtándonos la explicación de la peripecia amorosa hasta casi el final del libro. Pero sobre todo muestra su dominio de los materiales narrativos con un magistral flashback con el que nos proporciona las claves necesarias para comprender todo el arco narrativo de la novela. La dovela de ese capítulo cierra el trazado arquitectónico del texto, dotándolo de una formidable consistencia.

Lorenzo Silva utiliza con sagacidad el recurso narrativo de la primera persona, pues es Vila quien narra y por ello nos identificamos con su punto de vista, aunque sin renunciar a la objetividad de un hipotético narrador que pulcramente nos transcribiese diálogos y nos fuese describiendo espacios y situaciones con una espléndida objetividad. La novela es, pues, la de Rubén Bevilacqua, la de su vida y sus sentimientos sacados a la luz, puestos a orear sin remilgo alguno.

Lorenzo Silva, Premio Planeta por "La marca del meridiano"

Lorenzo Silva, Premio Planeta por «La marca del meridiano»

Hay que señalar, que pese a la obviedad de la referencia geográfica –y los no menos obvios referentes políticos–, el meridiano no es sólo esa imaginaria línea que Chamorro y Vila traspasan en la ficción (páginas 154 y 398). Es sobre todo –y aquí el magisterio de Silva es innegable, al trazar ese conjunto de símbolos que forman una auténtica alegoría–, una línea moral. La delgada línea que separa –que marca, es decir, que hiende dejando su huella en otra materia, en la carne misma– lo éticamente correcto de lo intolerable desde el punto de vista ético; la frontera entre el deber y el incumplimiento flagrante de mismo. Una línea que, como meridianos y paralelos, es una línea convencional, creada por el hombre e invisible de igual modo, pero absolutamente imprescindible para el devenir de cada ser humano. El meridiano es la marca que cada uno traza su corazón; la línea que orienta los actos y los afectos de toda persona. Partiendo de los materiales de su pasado y los andares de su presente.

Tiene razón Vila al temer la vuelta del pasado, las antiguas historias que resucitan con su pecaminoso sudario de culpas incrustado. Al mismo tiempo, al hablar de ellas en la última frase del texto, ya las está convocando. Esperaremos a las próximas entregas del picoletoandante para conocer las más lejanas raíces de su historia. Las de su infancia en Montevideo tal vez. O las de la época en las que el enemigo era ETA.

Por último, un toque de atención para la editorial sobre la edición impresa: la calidad del papel es pésima. Para ahorrar costes quizá fuese preferible abandonar el cartoné de la encuadernación. Tampoco empece la crisis optar por una estética menos convencional en la sobrecubierta, con mediocre fotomontaje y faja promocional incrustada en la misma. Como objeto, el libro carece de los requisitos mínimos para que sea algo bello y deseable. Y el formato electrónico sigue siendo caro.

 

La marca del meridiano
Lorenzo Silva
Planeta

Un comentario en “«La marca del meridiano», de Lorenzo Silva, por Herminia Luque Ortiz

  1. es verdad que el formato digital es carísimo, pero aún así resulta que soy tonto y me lo compré y el libro no vale eso ni de lejos. No me he creído nada de él.

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