«Adiós, muñeco», por Teresa Suárez

Teresa Suárez

Parafraseando el título de otra novela policíaca de Raymond Chandler (la segunda que escribió) me despido de Wallander tras leer la última página de El hombre inquieto, obra que cierra la saga sumiendo al famoso inspector en la espesa niebla tan característica de su querida Escania, tan omnipresente en su Ystad natal.

Conocí a Henning Mankell gracias a mi amigo Juan, quien tuvo la suerte de recorrer en persona los helados paisajes que describe en sus novelas, con sus vientos implacables y su persistente lluvia. Así comenzó mi periplo por la vida de Kurt (me permito tutearle, puesto que es costumbre en Suecia) desde los 40 años hasta su completa desaparición en la nada, esa en la que se pierden los personajes que no llegan a alcanzar la categoría de universales, para dormir el sueño de los olvidados a la espera de que nuevos lectores, ávidos de aventuras, los rescaten.

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Henning Mankell

Mankell manifiesta una incapacidad absoluta para meterse en la mente del asesino y entender su psicología (algo en lo que es maestra Patricia Highsmith como demuestra en una de mis novelas favoritas El talento de Mr. Ripley). Por eso son Asesinos sin rostro.

Se enfrenta al crimen como acto colectivo. Las teorías conspiracionistas subyacen en todas las novelas de la serie. Plantea una lucha titánica entre un policía que, al igual que Gary Cooper en Solo ante el peligro, se enfrenta a un enemigo gigantesco encarnado en el conjunto de la sociedad que destila racismo, grupos políticos clandestinos que combaten un orden que se desmorona (Los perros de Riga) o que intentan acabar con otro naciente y esperanzador (La leona blanca, mi preferida, la más completa, un perfecto puzzle en el que al final todas las piezas encajan), grandes corporaciones financieras internacionales (El hombre sonriente, la más aburrida), redes de trata de blancas (La falsa pista, en la que, por primera vez, afronta la complejidad del asesinato desde una perspectiva individual, a costa de dejar bastantes cabos sueltos), grupos de mercenarios sin escrúpulos (La quinta mujer). En Pisando los talones vuelve a acercarse, tímidamente, al crimen representado por un solo delincuente, para retomar, en Cortafuegos, el tema de la conspiración ahora en forma de un tedioso complot informático, a nivel mundial, y rematar la faena con una trama de espionaje submarino, por parte de EE.UU. y la antigua U.R.S.S., en El hombre inquieto.

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Mankell opta por el análisis del crimen como fenómeno social y aunque intenta exponer sus causas y medir su extensión, ignora una parte importante de la Criminología: las forma de control y prevención, es decir, la política criminal. Esto influye en que, lejos de mostrar la profunda complejidad del delito considerado en conjunto, pase de puntillas sobre él. Continuamente se queja del aumento de los crímenes, de su virulencia, y los achaca a la mejora de los medios de transporte, la desaparición de controles en las fronteras en Europa, los avances tecnológicos, etc., sin que parezca percibir que las mismas vías que han propiciado esa progresión del delito han favorecido, a su vez, la lucha transnacional contra el mismo (Interpol, bases de datos de criminales, perfeccionamiento de las pruebas forenses, técnicas de elaboración de perfiles criminales, leyes de extradición, etc.).

Las novelas de Wallander presentan la misma estructura narrativa:

-Una breve referencia histórica para ponernos en situación.

-El acto criminal, epicentro de la historia.

-El inspector entra en acción.

-“Algo se me escapa”, frase habitual que sirve como punto de inflexión para orientar nuestra atención hacia una pista concreta.

-El título de la novela aparece en distintos párrafos en los que nos explica su elección.

Con apenas 40 años, los que tiene Kurt en Asesinos sin rostro, Mankell ya lo presenta como un hombre que se siente viejo y cansado. Apenas aparece el sexo, otro ingrediente imprescindible del género, y cuando lo hace es frío y aséptico. Incluso hace que se enamore de una mujer que vive en otro país, con lo que se evita tener que describir su relación amorosa, sexual o sensual de manera más intensa. Todo muy poco creíble en nuestra cultura, donde pocos se ven viejos, incluso cumplidos los 70, y donde no se renuncia a los placeres de la vida ni tan siquiera por prescripción facultativa. Philip Marlowe, el detective que tan maravillosamente encarnó en el cine Humphrey Bogart, en la novela que da título a este artículo, afirma: “Me gustan las chicas suaves y llamativas, duras y cargadas de pecados” ¿Veis lo que quiero decir?

En su conjunto todas las novelas de la serie carecen de brillantez literaria y habilidad técnica en la creación de la intriga. Son pobres en diálogos, repetitivas en los argumentos y machaconas en los aspectos familiares. Hay una notable ausencia de referencias literarias, musicales, artísticas en general, tan presentes en la novela negra. Lectura de consumo rápido y olvido veloz.

Colofón: estas novelas no te dejan huella pero entretienen, ¿por qué sino iba a leerlas todas?

6 comentarios en “«Adiós, muñeco», por Teresa Suárez

  1. Para nada de acuerdo, para mí, personalmente, Mankell es un antes y un después de la novela policíaca. Tiene sus fallos, muy cierto, su asepsia nórdica pero también tiene literatura, la capacidad absoluta de hacer creíble cualquier historia y sobre todo la capacidad de introducirnos en la historia por ajena que sea. Sino de qué íbamos a haber leído todos los libros de un policía que vive en un pueblo de Suecia, divorciado, soso, hipocondríaco, aburrido y sueco a más no poder.
    Para entender a Mankell al completo hay que partir de sus predecesores,Sjowal y demás, y ver la evolución que existe en una novela policíaca alejada de los estereotipos americanos. Ver la literatura de género como algo que toma profundidad gracias a tipos como él.
    Estoy de acuerdo contigo con lo de La leona blanca y en parte de los hilos argumentativos del artículo como por ejemplo la simpleza de los argumentos.

    • No esperaba que lo seguidores de Wallander estuvieran de acuerdo conmigo. En ningún momento he pretendido ofender a los lectores de Mankell, sino exponer los fallos que yo le encuentro a sus novelas (algo en lo que se puede estar de acuerdo o no). Dicho lo cual, insisto en lo que digo al final de mi artículo: estas novelas tienen algo que engancha ¿por qué sino las he leído todas?

      Un saludo.

  2. Bueno, a mí me interesó mucho el aspecto sociológico de las novelas. En general creo que Mankell describe bien el desmoronamiento de la sociedad del bienestar en Suecia y en los países nórdicos, y los temas de fondo en que se enmarca(ba) cada episodio son (eran) de bastante actualidad en su momento, sea la xenofobia, la violencia contra las mujeres, los delitos informáticos o los abusos de las grandes corporaciones fiancieras. Cuando en España se publicó por vez primera una novela de Wallander («La quinta mujer»), en realidad era la quinta o sexta novela de la serie y el GIA argelino aún estaba haciendo de las suyas…
    Unas más que otras, pero tengo que decir que a mí me entusiasmaron todas las novelas de ese inspector tan «normal», que come mal y a deshoras, prematuramente envejecido, separado, con problemas familiares con su hija, afectado con un «síndrome metabólico» y casi siempre reunido. Creo que supone un antes y un después en el género, que contribuyó a poner de moda la novela negra nórdica, anterior a Stieg Larsson, recuperar a los anteriores Sjöwall y Wahlöö, etc.
    En fin, gracias por tu artículo, Teresa.

  3. A mí Mankell me aburre. Entiendo que haya quien se divierta con él; pero yo no soy de esos.
    He leído, creo, tres de sus novelas y no creo que lea ninguna más. ¿Cómo puede ser aburrida una novela de misterio? Ese es, para mí, su principal y más importante defecto.
    Muy buen artículo, Teresa.

  4. Obras asimilables al género, pero que no comparten todas sus características, son Rinconete y Cortadillo de Miguel de Cervantes , El diablo Cojuelo de Luis Vélez de Guevara , La varia fortuna del soldado Píndaro (1626) de Gonzalo de Céspedes y Meneses , las novelas cortesanas con matices picarescos Las harpías de Madrid y coche de las estafas (1631), La niña de los embustes, Teresa de Manzanares, Aventuras del bachiller Trapaza y su continuación La garduña de Sevilla y anzuelo de las bolsas (1642) de Alonso de Castillo Solórzano , Los antojos de mejor vista de Rodrigo Fernández de Ribera , El castigo de la miseria de María de Zayas y Sotomayor ; muy próximos al costumbrismo están Antonio Liñán y Verdugo con sus Avisos y guía de forasteros que vienen a la corte (1620) y El día de fiesta por la tarde de Juan de Zabaleta , que describen una serie de tipos sospechosos de la sociedad madrileña de la época; de sesgo más autobiográfico que picaresco es la Vida de Diego de Torres y Villarroel . La comedia histórica de José de Cañizares , El picarillo de España, señor de la Gran Canaria, tiene elementos picarescos también. Una derivación hispanoamericana de la picaresca española es El Periquillo Sarniento ( 1816 ), de José Joaquín Fernández de Lizardi , y El lazarillo de ciegos caminantes desde Buenos Aires hasta Lima (Gijón, 1773), narración de elementos picarescos compuesta por Concolorcorvo, pseudónimo de Alonso Carrió de la Vandera (1715–1783).

  5. Pingback: “Total Khéops”, de Jean-Claude Izzo, por Teresa Suárez | Revista Calibre .38

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