«Epitafio para un espía», de Eric Ambler, por Alexis Ravelo

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Una buena novela (de espías)

Si hay dos autores de historias de espionaje dignos de ser frecuentados, estos son Graham Greene y Eric Ambler. Como las de su contemporáneo, las novelas de Ambler están escritas con una elegancia literaria inusual, se preocupan por indagar en las pasiones humanas y están salpicadas por fecundas reflexiones. Pertenecen a ese tipo de textos que los lectores buscamos con avidez: los que no pretenden darnos lecciones acerca de la realidad, sino obligarnos a plantearnos preguntas acerca de ella.

Por eso, frente a otras novelas, escritas con fecha de caducidad, las de Greene y Ambler mantienen su vigencia, no solo como novelas de género, sino como textos literarios realmente memorables. Hay, no obstante, un elemento que singulariza al segundo: su notable ingenio humorístico, que acentúa el patetismo de las situaciones a las que se enfrentan sus humildes héroes.

Con Epitafio para un espía, Ambler introdujo dos elementos que cambiarían las novelas de espionaje para siempre y que, muy probablemente, sean dos caras de una misma moneda: de un lado, el protagonismo de ciudadanos anónimos que se ven envueltos en tramas que exceden sus conocimientos y aptitudes; del otro, la defensa del ser humano frente a los mecanismos del poder.

Josef Vadassy no es un agente experimentado ni un maestro de la deducción. Antes bien, es un tipo común y corriente (igual que el Charles Latimer de la posterior y también justamente célebre La máscara de Dimitrios) que por azar o destino se sitúa en el centro de un asunto que le viene grande. Él es un apátrida, un sin–papeles que no sabe luchar ni manejar armas; no es un seductor ni un maestro del disfraz; tampoco resulta demasiado inteligente y hasta se revela incapaz de tender a su sospechoso una emboscada en condiciones. Sus únicas cualidades son su dominio de diferentes lenguas y su insuperable miedo a la prisión. Pero se ve obligado a ejercer de investigador y descubrir quién es el espía en el reducido ámbito de un pequeño hotel donde se cruzan tipos humanos de variada procedencia y diversa clasificación: veteranos de guerra británicos, pecadores franceses, orondos suizos recalcitrantemente rijosos, misteriosos alemanes y, por supuesto, los sempiternos jóvenes norteamericanos. Con este planteamiento, Ambler desarrolla un discurso realmente hipnótico, lleno de claroscuros y diálogos inolvidables, en el que abunda la ironía (a veces llevada hasta la hilaridad), mientras nuestro pobre políglota se adentra en los secretos de ese grupo de burgueses, en sus historias de amor, de traición y de heroísmo.

Acaso el argumento de Epitafio para un espía pueda ser resumido brutalmente con la frase que pronuncia uno de esos personajes: “Todos los hombres mienten”. Buscando la verdad tras las mentiras ajenas, Vadassy acabará encontrando, acaso, la que hay tras las mentiras que se cuenta a sí mismo.

Epitafio para un espía
Eric Ambler
Trad.: M. Pais Antiqueira
Navona Editorial
 
firmatwitterravelo

Un comentario en “«Epitafio para un espía», de Eric Ambler, por Alexis Ravelo

  1. Totalmente de acuerdo con lo dicho, Ambler no sólo es el mejor escritor de espías sino que tiene gran proyección literaria. Sumaría a la terna de Ambler/Greene a Le Carre, al resto de los que escriben sobre ese particular mundo les queda mucho por aprender.

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