«El gran desierto», de James Ellroy, por Sergio Torrijos Martínez

elgrandesiertoSergio Torrijos Martínez

The big nowhere, título original de esta novela y que aconsejaría mirar en el diccionario porque la palabra “nowhere” tiene acepciones imposibles de traducir en su conjunto y que enriquecen el contenido de la obra, es la segunda entrega del llamado «Cuarteto de Los Ángeles”. Una tetralogía que se inició con La Dalia negra, proseguiría con L.A. Confidencial y concluiría con Jazz blanco. A esa tetralogía Ellroy le debe su fama, gracias a dos de esas novelas se colocó en un lugar privilegiado de la novela negra, no ya americana, sino a escala global. Ayudó el paso de alguna de las obras por el cine pero es indiscutible la calidad que atesora como escritor.

Parece difícil congeniar esa afirmación y considerar que el escritor necesita cuatro grandes novelas para recrear un estilo y una época, aunque el escritor angelino no siempre ha tenido -mejor dicho, nunca ha tenido- mucha contención literaria. Recrea épocas a través de personajes, de actitudes, y los entremezcla con personajes históricos, realizando un collage variado. Personajes como Howard Hughes que dibuja de la siguiente manera:

“- Howard, tú sólo eres leal al dinero, las mujeres y los aviones, y en mi opinión eres tan amigo de lo americano como creo capaz a Drácula de rechazar un empleo en un banco de sangre.”

La época son los años 50 y la ciudad, Los Ángeles. La caza de brujas en segunda ronda y Hollywood al fondo como escenario de cartón piedra.

La novela arranca justo en la Nochevieja de 1950 con un asesinato brutal que cae en manos de uno de los tres protagonistas, Danny Upshaw, ayudante del sheriff, que será el encargado de descubrir al culpable. La víctima es un músico de medio pelo con coqueteos en el mundo homosexual de entonces, lo cual le hace candidato a la mayor sordidez. El caso funcionará gracias al empeño del agente Upshaw, que tendrá que luchar contra las instituciones para que no den carpetazo al asunto. Ese caso enlazará con una investigación sobre comunistas llevada a cabo por el otro protagonista, Mal Considine, teniente de policía adjunto a la fiscalía, y que nos mostrará otro de los mundos que gustan tanto a Ellroy: el de la política y los personajes límite. Sirva de ejemplo sobre una señora clave de la trama:

“Claire de Haven follaba como un conejo, pero no tenía fama de pelandusca; inspiraba la lealtad de guionistas homosexuales, actores ambivalentes, tramoyistas mexicanos y comunistas de toda clase… Dirigiéndose al ascensor, se preguntó qué aspecto tendría Claire de Haven, dónde podría conseguir una foto, si podría lograr que su infiltrado aprovechara sus apetitos sexuales: la política y el sexo para obligarla a presentarse como testigo voluntario, la Reina Roja extorsionada como una ramera de Chinatown…”

Por último y entre los otros dos protagonistas, Buzz Meeks, expolicía, corrupto, íntegro con los suyos, con contactos con el crimen organizado, que forman el otro pilar de realidad sobre los que sostiene la obra Ellroy. Tipos con nombres como Johnny Stompanato, definido por el propio autor de la siguiente manera:

“…dos partes de encanto empalagoso, dos partes de tío listo, seis partes de matón.”

Ellroy y la trama. Vueltas y vueltas, retorcer lo que haga falta, en la mejor tradición del género negro norteamericano. Personajes que entran y salen, que aportan ligeros cabos de los que se va tirando para que poco a poco se vaya mostrando el artificio que todo lo mueve. Y rodeando todo eso, protagonistas con sus puntos oscuros, con un pasado o un futuro confuso, ambivalente y que por eso mismo le dan más fuerza a toda la historia. James Ellroy no inventa una historia al azar, sino que a partir de datos reales encuadra una historia sobre ellos. Recrea personajes y sobre todo caracteres, haciéndolos muy vivos porque los dota de muchísima humanidad.

En la obra ya aparecen elementos que el autor irá teniendo como referentes para obras posteriores. Personajes ávidos de sexo, en especial femeninos, recordándome la citada Claire de Haven a la posterior Donna, protagonista de la obra posterior Loco por Donna, matones o tipos con escasa empatía por el género humano, Buzz vs Pete Bounderant de la famosa trilogía americana, mafia y mafiosos, Mickey Cohen junto con sus adláteres, y poder, FBI, mezclado en un cóctel junto con un elemento más, el dinero, Hughes, todo ello tamizado en una América anticomunista, radical y algo provinciana. Un retrato muy fiel de la realidad que se vivía por las calles de esas ciudades. En definitiva, son obras que nos garantizan no sólo el disfrute literario sino que suministran al lector una visión sobre lo que ocurría en aquellos momentos. Por ejemplo, la segunda ronda de la caza de brujas desatada en Hollywood y que es desmontada por el autor de manera, digamos, brutal.

Por todo ello creo que El gran desierto no es una obra más sino un jalón del camino como autor de Ellroy. Una obra en la que su estilo es más asentado, más personal, aunque todavía no tan duro, va formándose, y los personajes y tramas de igual forma, van caminando hacia otros destinos, aunque ya se puede apreciar el mundo poderoso de donde provienen. No quiero decir que la obra no merezca la pena, ni muchísimo menos: es obra, como todo el trabajo de Ellroy sumamente poderosa, pero debo reconocer que el esplendor llegará en futuras entregas.

Me resulta muy difícil comparar a James Ellroy con nadie más. Hay escritores sumamente buenos, algunos de ellos con ideas magníficas pero siempre me parecen poco si los comparo con el angelino. No es solo por gusto personal, que también, sino por esa capacidad de recrear el escenario y meternos en él que únicamente tienen los grandes y uno de ellos, para mí por el momento el más grande, es ese tipo huraño de Los Ángeles.

El gran desierto
James Ellroy
Ediciones B

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