Juan Mari Barasorda
A Paco Gomez Escribano conocedor de los mundos que estan “Al otro lado”
No es habitual reseñar un ensayo -ni habitual ni fácil, por cierto- en un blog sacudido casi a diario con fantásticas novedades tanto en la literatura escrita como en novedades cinematográficas como, cada vez más, con el estreno de espléndidas series de televisión que abordan el mundo de lo negro y policial. Y no siendo lo habitual he sido tentado con culminar una reseña de una espléndida serie de televisión, True Detective, realizada tras la visión del cuarto episodio (ver reseña de True Detective), realizada a su vez tras la lectura de un ensayo nacido a la cola de este cometa negro que mucho de los habituales de esta revista ya hemos tenido ocasión de disfrutar. Pero ya llegará el momento, porque lo primero es empezar por el principio.
Creo recordar que, justo antes de empezar a devorar a Agatha Christie y Conan Doyle, fueron las Narraciones extraordinarias de Poe el origen de mis noches de insomnio. Valdemar y Auguste Dupin invadieron a la vez mis sueños y fantasmas y vampiros, criminales y detectives, brujos y alquimistas, magia y ritos ancestrales empezaron a horadar surcos convergentes en mi cerebro. Y esa misma convergencia se descubre en ocasiones en mi biblioteca.
El fantasmal Sheridan Le Fanu (1814-1873) creó con Te Verde y Carmilla (dos de las narraciones de In a Glass Darkly, publicado en 1872) las bases de un género sobrenatural del que nació, entre otros, el Drácula de Bram Stoker. En el origen de la novela policial tiene el honor de escribir la primera novela (tras los primigenios relatos de Poe) de “habitación cerrada”. Esta novela fue Tio Silas (1864), una novela gótica claramente inspiradora de La dama de blanco de Wilkie Collins y de muchas de las obras de John Dickson Carr, y acreedora además del mérito adicional de idear un supervillano enigmático en una tradición que Wilkie Collins con el Conde Fosco o Conan Doyle con el profesor Moriarty supieron apreciar. Sin embargo, fue en aquellos cuentos como Te Verde o Carmilla o la incomparable La habitación del dragón volador, narraciones compiladas en In a Gass Darkly (y editadas por Valdemar como Los archivos del Doctor Hesselius) donde crea al primer detective de lo sobrenatural en la novela policial. El doctor Hesselius aparece por primera vez en Te Verde (1869) como un especialista de la “medicina metafísica”. Es calificado como un experto en libros mágicos, en botánica y en artes diabólicas. Sus investigaciones tratan de resolver misterios producidos por sustancias alucinógenas… pero también descubrir monstruos criminales capaces de dejar a sus víctimas en un letargo mortal. El doctor Hesselius es el primer detective sobrenatural, creador de una saga desarrollada hasta nuestros días.
William Hope Hodgson (1877-1918) creó en 1910 un detective -Thomas Carnacki- que fue bautizado como el “cazador de fantasmas”. En sus casos no siempre hay una explicación “sobrenatural”, y a veces las pistas o referencias sobrenaturales no son sino el envoltorio de las acciones de criminales mucho más mundanos (lo que nos brinda la primera referencia a la investigación de True Detective). Carnacki es un detective ocultista pero a su vez es un detective tan terrenal y deductivo como el propio Holmes. Aunque Carnacki no es Holmes y resulta mucho más entrañable cuando su investigación se acerca al misterio sobrenatural lindando ya con universos cercanos a los imaginados por Lovercraft (incluso citando un libro prohibido, el “manuscrito de Singsad”, que nos hace recordar al Necronomicon). Bien sea porque Hodgson supo crear un universo propio, bien por la personalidad de su detective, Carnacki ha perdurado con mucho más éxito en otras disciplinas como cine o el cómic, en la continuación de La liga de los hombres extraordinarios de Alan Moore.
Algernon Blackwood (1869-1951) fue él mismo un investigador del ocultismo y perteneció, como otros escritores de su época -Bram Stoker por ejemplo-, a uno de los grupos esotéricos de aquel Londres de principios de siglo como fue la Golden Dawn de madame Blavatsky. Su detective John Silence, “el investigador de lo oculto”, es también -como Hesselius- un médico, pero también doctor en parapsicología. Posiblemente Silence pretende ser un remedo de su creador. Blackwood ha dejado relatos de terror imperecederos, como El Wendigo, pero su detective sobrenatural aborda con igual calidad narrativa historias de poltergeist, de brujas, de hombres-lobo, de sectas satánicas o de horrores cósmicos. El propio Lovercraft fue lector irredento de Blackwood, inspiración que aparece claramente en el inolvidable Los sueños en la casa de la bruja. Y sin embargo Silence también bebe del canon holmesiano. Las descripciones y la creación de los clímax de Blackwood nos recuerdan al El perro de Baskerville, y los procesos deductivos de Silence no son muy diferentes a los de Holmes. Silence necesita, como Holmes, del reto intelectual, del misterio inexcrutable para el común de los mortales porque Silence, como Holmes, se siente superior, imbatible. En definitiva, un pedante insufrible para el lector policial que no encontrará en sus relatos los placeres de la literatura de Conan Doyle.
Siendo los tres primeros de la saga, no terminaría aquí la nomina de los detectives de lo oculto. Sax Rohmer, el autor de Fantomas, creó a Morris Klaw, “el detective de los sueños”, un personaje diferente, que duerme en el lugar del crimen para, gracias a sus poderes psíquicos, descubrir al asesino. Kate y Hesketh Prichard -madre e hijo-, con el seudónimo E. & H. Heron, crearon otro detective psíquico, Flaxman Low, recordado solo por los aficionados británicos y olvidable para este lector. El inolvidable pulp Weird Tales dio cobijo en muchos de sus números a un detective psíquico, el francés Jules de Grandin, nacido de la pluma de un poco conocido Seabury Quinn, prolífico en relatos cortos y protagonista de una única novela, La novia del diablo, también perfectamente olvidable y de la que no recuerdo más que la proliferación de bellas damiselas violadas y torturadas por satánicas sectas, pero sin la calidad literaria y el interés en la investigación que pueden ofrecer obras tan completas como la reciente El hombre de la máscara de espejos. El remedo de Holmes, Harry Dickson, nacido de la pluma del traductor-escritor Jean Ray, se enfrentó en más de uno de aquellos simpáticos pastiches holmesianos a fuerzas ocultas y satánicas. Solo quienes recorran librerías de viejo, rastros y encantes guardaran -guardaremos- algunos de aquellos pastiches de Harry Dickson en nuestra biblioteca.
Hablando de ocultismo no pueden faltar tres referencias: un ocultista -y satánico según la leyenda, pero eso es otra historia- como fue Alesteir Crowley creó a Simon Iff, mago a la vez que detective (el propio Crowley se hacía llamar “el mago negro”, pero también fue conocido como “la gran bestia” y “el hombre mas perverso del mundo”), aunque mucho más interesantes que sus relatos pseudopoliciales son las andanzas del propio Crowley, un aficionado a la combinación de ritos sexuales y a la creación de sectas satánicas; una extraordinaria ocultista y mística como fue la británica Dion Fortune (nacida Violet Firth), médium y bruja, fundadora de la Sociedad de la Luz Interior creó al mucho más interesante Doctor Taverner, un doctor psíquico como Iff, experto en desentrañar misterios a través del análisis del alma humana; y otro prolífico escritor pero también investigador del satanismo como fue Dennis Wheatley, padre de un detective como el Duque de Richelieu (hay que decir que Weathley era un admirador de Alejandro Dumas) inolvidable desde que fue llevado al cine en la persona de Cristopher Lee en La novia del diablo de Richard Matheson, de visión indispensable. Claro que mucho más interesantes de investigar son las relaciones entre Churchill y Crowley y las denuncias de Dion Fortune y Dennis Wheatley en la conocida como “la batalla mágica de Inglaterra”… Pero esto si que es otra -y apasionante- historia.
La literatura policial no solo ha imaginado a detectives policiales, sino que en ocasiones ha buscado la combinación entre el detective clásico y lo sobrenatural.
El asturiano y fantástico Rodolfo Martínez (Candas,1965) obtuvo en 1996 el premio Asturias de novela con La sabiduría de los muertos -reeditada más tarde como Sherlock Holmes y la sabiduría de los muertos– donde el universo de Conan Doyle y el de H. P. Lovercraft confluyen con la Golden Dawn y el Necronomicon, un sendero que el escritor asturiano ha mantenido en entregas posteriores. Y Alberto López Aroca (Albacete,1976), holmesiano y fantástico de larga trayectoria, enfrentó a Holmes en Sherlock Holmes y los zombis de Camford a una invasión zombie en la Inglaterra victoriana.
Un libro absolutamente recomendable para el lector que quiera adentrarse en este mundo es Sombras sobre Baker Street (editado por La factoría de ideas y no fácil de encontrar), una recopilación de relatos basados en la yuxtaposición de los universos de Conan Doyle y de H.P. Lovercraft. Sombras sobre Baker Street tiene relatos irregulares, pero alguno de ellos como Estudio en esmeralda, de Neil Gaiman, es más que recomendable. El inicio del relato nos lleva a evocar inmediatamente los relatos clásicos de Conan Doyle, pero nada es lo que parece. Ese es su mayor logro, y conseguir citar a los seres imaginados -primigenios- de un mundo perdido, de una ciudad negra y oscura: “la sombría Carcosa”.
Y con Carcosa hemos vuelto al principio. Errata Naturae ha editado True Detective. Antología de lecturas no obligatorias para aquellos lectores que quedaron enganchados a las muchas referencias sobrenaturales que se intuían en aquella magnifica serie televisiva. El objetivo anunciado desde la introducción en una entrevista a Nic Pizzolatto, autor de Galveston y del guion de True Detective, es aclarar que las referencias sobrenaturales que los más avezados y detectivescos televidentes de True Detective encontraban -encontrábamos- en la serie desde que apareció una referencia a Carcosa y al Rey Amarillo no pretendían atribuir la mas mínima referencia sobrenatural a los monstruosos asesinatos que los detectives Cohle y Hart investigan.
El Rey Amarillo fue un libro de relatos macabros escrito en 1895 por Robert W. Chambers (magnifica edición de Valdemar, por cierto, que ocupa lugar preferente en el ala “oscura” de mi biblioteca), y fue un interludio entre los cuentos de terror soñados por Ambrose Bierce y E. A. Poe y el vertiginoso descenso al horror primigenio creado por H. P. Lovercraft. Tan manifiesta fue la referencia de True Detective -o mejor dicho, del guionista Nic Pizzolatto- que El Rey Amarillo se convirtió en el libro de mayor venta en Amazon coincidiendo con la emisión de la serie policial. Muchos lectores policiales comenzaron una labor detectivesca paralela a la visión de la serie, una labor en busca de aquellos libros (Bierce, Lovercraft, Chambers…) que se adivinaban como las lecturas de Pizzolatto inspiradores del guion y que iban a dar sentido a la resolución de la investigación policial… Pero Errata Naturae y el coordinador Ivan de los Rios han realizado esta labor con la publicación de esta recopilación de ensayos y de relatos seleccionados.
El ¿ensayo? aporta al lector las que se suponen han sido a su vez las lecturas de Pizolatto en algún momento de insomnio previo a la materialización del guion de True Detective. ¿O no? Yo creo que no. No veo a Pizolatto leyendo a Nietzsche o a Shopenhauer aunque tal vez si leyendo a Lovercraft, a Thomas Ligotti o a Ambrose Bierce. Los ensayos firmados por Ivan de los Rios para cada uno de los textos seleccionados en este recopilatorio no transmiten al lector la cantidad de lisérgico necesario para quedar enganchado a la lectura de todos ellos, pero sí aportan una más que interesante reflexión de la relación de cada uno de ellos con la serie. Los textos de los filósofos citados en primer lugar no son necesarios para incrementar el placer del visionado de True Detective y tampoco los relatos seleccionados de Lovercraft (un clásico: La llamada de Cthulhu), Ligotti (Breves discursos del Profesor Nadie en torno al horror sobrenatural), Bierce (Un habitante de Carcosa) o del propio Robert W. Chambers (El signo amarillo) creo que “contaminan las moléculas del oxígeno que respiran los personajes” de la serie (cita textual de la introducción), sin dejar por ello de ser una lectura que permite entender sin duda muchas de las claves de True Detective. Sin embargo, en esta recopilación de Errata Naturae hay determinados relatos que puedo calificar como de indispensable lectura:
-Un magnifico relato, Más oscuridad, de Laird Barron -aquí sí que no tengo duda de que es una de las lecturas preferidas de Pizzolatto- , el escritor del parche en el ojo que ha heredado la tradición del relato de lo macabro que viene de Poe a Machen, de Bierce a Lovercraft, el autor de El rito, un libro -recomendable hasta la extenuación- que habla de familias aristocráticas adineradas aficionadas a macabros ritos, libros prohibidos y signos macabros, una referencia indudable a la trama de True Detective y que tiene a su vez mucho más que ver con la realidad que lo que muchos de los lectores pudieran suponer (basta interesarse por las andanzas de la familia Rotschild y una cena-baile de máscaras que organizaron en diciembre de 1972 en el castillo de Ferrieres -el mismo en el que Polanski grabo La novena puerta– que pretendía ser un homenaje al surrealismo cuando escondía posiblemente rituales mucho más cercanos a los ritos mágicos del mago negro Aleister Crowley, a las elites ocultistas y a los Illuminatti). Si El rito, con toda su vertiente gore y sus explicitas referencias sexuales-sensuales son una lectura indispensable, el relato Más oscuridad permitirá al lector noir entender los mundos oscuros de este escritor muy cercanos por otra parte, como si el reverso de una moneda se tratara, a los mundos de un escritor negro tan reconocido como John Connolly.
–Ciudad de pesadilla, un relato corto de Dashiell Hammett, con un protagonista que bebe el whisky como si fuera agua -algo así como el detective Cohle de True Detective– atrapado por el oscuro secreto de una ciudad.
–El policía de las ratas, del escritor chileno Roberto Bolaño. Bolaño es un autor que necesita ser descubierto YA por todos los lectores policiales. Su obra no ha perdido valor con la muerte del autor en 2003. Al contrario, el Bolaño “negro” es un permanente descubrimiento. La pista de hielo, la multipremiada Los detectives salvajes, Una novelita lumpen o 2666 han convertido a Bolaño en un escritor de novela negra “especial”, un escritor que es ante todo un poeta, creador de detectives que son muy diferentes a los de Hammett o Chandler. Bolaño era un lector infatigable de novela negra pero que pasó por un filtro personal todas sus lecturas para acercarse a la literatura canalla (una literatura de la que hoy ya tenemos magnificas novedades como Yonqui, de Paco Gomez Escribano, narrador negro y nigromante literario de misterios alquímicos y thrillers protagonizados por ordenes herméticas) y para adentrarse en el mundo del alcohol y de la droga, del caballo y de los narcos, en definitiva, en ese mundo lumpen que recorre la noche de cualquier ciudad que podamos conocer o haber conocido en el pasado. El policía de las ratas es un relato negro que cuenta la historia de “Pepe el Tira”. Un “tira”, un tirano, un policía, una rata que investiga los crímenes cometidos por otras ratas. El lector se pregunta si al final Pepe es una rata o es un policía real. Un mundo de ratas y cloacas que no es muy distinto del mundo real. Una alegoría de la novela más negra imaginable. Una joya.
-Por ultimo, un relato periodístico de lectura indispensable: la investigación periodística de Ethan Brown sobre los asesinatos reales de ocho prostitutas ocurridos en Louisiana entre 2005 y 2009 y que puede que inspiraran -aunque Pizzolatto lo niega- el guion de True Detective. Un relato que bucea en la corrupción en las altas esferas sociales y políticas de una Louisiana que, como es retratada por Cary Fukunaga en la serie, se viste de todas las tonalidades del gris. Una trama de perversiones sexuales y de fuerzas policiales corrompidas que componen el mismo mosaico criminal real que ahora un guionista inteligente como Pizzolatto ha sabido combinar con sutiles referencias sobrenaturales para crear una serie que, sin duda, ya puede ser considerada como de “culto” para una pléyade de lectores policiales.
La lectura de las lecturas “no obligatorias” que nos propone Errata Naturae serán posiblemente disfrutadas por los seguidores de True Detective sean aficionados a no al horror y lo sobrenatural. Y sin embargo y como el propio Pizolatto reconoce, nada hay de sobrenatural en la trama de la serie. Al final solo hay un monstruo al final del túnel. Pero ello no convierte su final en decepcionante como para muchos lo pudo ser el final apresurado de Twin Peaks -otra serie negra a la que sutilmente también David Lynch agrego elementos sobrenaturales- sino al contrario. Al final, True Detective no es sino lo que su título prometía, una investigación real de asesinatos reales. Uno de los detectives es especial, sí, eso lo sabemos, intuye misterios, pero al final no son los primigenios de los mitos de Cthulhu los culpables. Cuando Cohle mira al cielo en el ultimo capitulo parece encontrar una puerta hacia mundos insondables… pero tal vez es solo un sueño, “y como en muchos sueños al final solo hay un monstruo”.
Además, esta recopilación ha brindado a aquellos lectores que aún no han sido seducidos por el horror disfrutar no solo de estas lecturas no obligatorias sino de la posibilidad de verse seducido, como lo fui yo desde mi mas ¿tierna? adolescencia, por la novela negra y el horror a partes iguales. Porque, como en una reciente entrevista dice Laird Barron:
“El noir y el terror son siameses. Los dos abordan diversas manifestaciones de la oscuridad, del mal que hacen los hombres, de las sombras que nos acechan. Los personajes de un relato noir raras veces son ajenos al terror, y los protagonistas de los relatos de terror que viven en los márgenes se deslizan hacia una pesadilla de género negro con terrible facilidad. Hay un sombrío fatalismo inherente a las mejores obras de ambos géneros, la sensación de caer hacia lo más profundo de un abismo”.
True Detective. Antología de lecturas no obligatorias
Errata Naturae