«W de Whisky», de Sue Grafton, por Noemí Pastor

w Noemí Pastor

C de cadáver

En el arranque del libro la investigadora privada Kinsey Millhone se encuentra con dos fiambres: uno es el de un detective al que conocía y con el que tuvo cierto contacto profesional; el otro era de un perfecto desconocido, pero llevaba en el bolsillo un papelito con el nombre, el teléfono y la dirección de Millhone.

El detective muerto se llamaba Wolinsky, como uno de los asesinados en Charlie Hebdo (el atentado sucedió dos semanas antes de que recibiera yo la novela en casa y no pude evitar relacionar ambos nombres). Wolinsky (el de la novela, no el de París) era un tipejo despreciable: manipulador, mentiroso; de esos que roban todo lo que pueden a la clientela. Grafton se vale del flash back para contarnos qué lo llevó a la muerte y antes a Reno y a Las Vegas tras una presunta adúltera y a estar a punto de destapar un escandalazo de otra índole.

El segundo cadáver, el del papelito en el bolsillo, era un sintecho. Millhone se pone a investigar y encuentra con cosas del todo inesperadas.

M de madurez

En la Barcelona Negra de 2009, en una charla encantadora, Sue Grafton explicó ante una audiencia numerosa que, dado que tiene que escribir una novela por cada letra del alfabeto, concretamente de El Alfabeto del Crimen, no quería repetirse, que en cada novela intentaba una forma de narrar nueva, una nueva estructura, pretendía explorar una nueva vía literaria. Y esto es mucho más evidente en las últimas entregas de El Alfabeto.

Así, las primeras novelas de la serie eran ligeras, rápidas, ágiles. Kinsey Millhone estaba siempre en escena, ella marcaba la acción linealmente, lo narraba todo, todo lo veíamos por sus ojos.

Ahora las novelas, como la propia Millhone, se han hecho más maduras y complejas: hay saltos en el tiempo, aparecen narradores secundarios y las construcciones no son solo lineales, sino también curvas, con meandros o en espiral.

El mejor y más brillante ejemplo de estructura narrativa original, efectiva y atractiva es U de ultimátum. Como escribí en su momento, en U de ultimátum Grafton construyó un puzle, comenzó a colocar las piezas por los bordes, por las esquinas, para dejar hecho primero el marco y luego, pasito a pasito, como en círculos concéntricos, fue acercándose al meollo, de manera que la imagen central se nos iba revelando a poquitines.

En W de whisky ensaya Grafton una estructura más clásica, en la que a un grueso tronco le nacen brotes que lo adornan, lo completan, lo engrosan y lo apuntalan, pero no llegan a configurar una rama que luego florezca ni dé fruto.

P de paciencia

Desde el comienzo de la novela, en cuanto aparecen los dos cadáveres sueltos, o sea, desde la primera página, una no puede evitar pensar: “Esto tiene que confluir. Estos dos muertos sin aparente conexión van a estar relacionados; seguro”. Y sigues leyendo y sigues pensando que tienen que confluir.

Pero no sucede inmediatamente. Tarda. Y, como dicen los franceses, hay que patienter, esperar un poquito, darle tiempo al relato, dejarle que avance, como los ríos lentos. Y, poco a poco, sucede: las líneas narrativas van encontrando su cauce, van rellenando los huecos, los socavones. Eso sí, despacio; muy despacio.

G de gato

No, no me había olvidado del minino. Lo lleva a casa de Henry Pitts uno de sus hermanos nonagenarios y parece convertirse en protagonista de la historia. Que Grafton le dedique tanta atención y que Tusquets decida colocarlo en la portada me llevó a pensar que iba a ser algo importante en la trama, que tarde o temprano su destino se cruzaría con el de los muertos. “El gato conoce al asesino”, me dije.

Pero no fue así. El gato es una especie de leitmotiv o de catalizador; aparece y desaparece de la historia, casi todos los hechos relevantes suceden ante sus ojos bicolores, pero no interviene del todo en la trama. Es una de esos brotes que nacen del tronco, se hacen sólidos, engordan, pero luego se sacrifican, se talan y no conducen a ninguna parte.

R de remate y H de homenaje

Para acabar, no puedo dejar de manifestar una vez más mi admiración por la detective Kinsey Millhone. Ya hace mucho que decidí ser de mayor como ella, así que me aplico por contagiarme de algo de su sabiduría (“Disfrutaba sintiéndome moralmente superior a ellos, hasta el punto de regodearme pensando en el ultraje sufrido”), por empaparme de sus sensatos consejos (“Los hombres a veces confunden un cumplido con una invitación para intimar”), dormir en sus moteles y leer las mismas novelas. Amén.

 

W de Whisky
Sue Grafton
Trad.: Victoria Ordóñez Diví
Tusquets
 

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