En demasiadas ocasiones se utiliza el término “inclasificable” para, paradójicamente, clasificar una novela que, aparentemente, no cabe dentro de ninguno de los géneros literarios habituales. Y claro, como todo abuso, pasa lo que pasa, que la etiqueta de marras queda desvirtuada por aplicarse a novelas que podrán ser cualquier cosa menos inclasificables.
No sé si me he explicado o lo he liado más, pero vamos a lo que nos ocupa, esta primera novela de Sergi Álvarez -coautor junto a Sagar Forniés del cómic Bajo la piel editado por Astiberri y, próximamente, su spin off/secuela Cuentas pendientes-, con la que salta al ruedo de las historias sin viñetas para contarnos algo que me abstendré de etiquetar, ya lo harán ustedes si se atreven y tienen el buen gusto de acometer su lectura.
Nunca digas vodka, nunca jamás se desarrolla en Petrogrado, desparramada, maloliente y violenta ciudad de una Ruskya postcomunista, toda una potencia que busca su lugar en el mundo entre la Iuropa de toda la vida y esa emergente Shyna que todo lo imita, incluido el Beluga Goldest Original, el vodka más caro del mundo, el único que no deja resaca -circunstancia esta que queda acreditada con su calificación cero en el índice del Tratado sobre los efectos el día después de la ingesta masiva de bebidas espirituosas del doctor Rufus T. Firefax- y que se elabora en las destilerías del millonario Pertinax Beluga, imitación y contrabando que sirve de detonante a toda la trama.
Así, conoceremos a Boris Karlov, sicario de pro pero harto de llevar una vida tan agitada y que planea dar el golpe que le retire aunque eso suponga traicionar a su jefe, Tovarich Kaláshnikov, il capo di tutti capi de Petrogrado; a Nikolai Gógol, portero guardaespaldas de pocas luces sobrino de un tal Ignatius -les sonará de algo, supongo-; al exmilitar, pintor y practicante de artes marciales Clauss Kandisnskisky y, lo que es peor cuando Cupido anda cerca, a su bella hija Agatha; al entrañable por decirlo de algún modo matrimonio MacGuffin; o, claro, estando en Ruskya, a unos cuantos anarquistas que responden a la llamada del vodka o a una pareja de excampeones de ajedrez.
Si a lo anteriormente dicho le añadimos lo que podemos leer en la sinopsis de contraportada respecto a que la novela “está ambientada en un mundo parecido al nuestro… si la historia la hubieran escrito los Monty Python”, comprenderá el lector que no se halla en ningún caso ante una historia convencional, ortodoxa, canónica, sino ante una trama negra como el caviar, disparatada, hilarante por momentos y algo confusa -también hay que decirlo- en otros. Por si fuera poco, el autor intercala o encabeza los capítulos con un a modo de ensayos filosóficos cargados de humor y basados en conocidos principios desarrollados en su día por los ilustres Renard Doscartas, Demócroto o Kante. Pero ojo, que en ningún caso se trata de discursos gratuitos, desubicados, sino perfectamente engranados con el capítulo a desarrollar.
En definitiva, una novela exquisitamente trabajada que tal vez no resulte apta para todos los paladares pero que sí será del agrado de quienes saben apreciar un buen vodka.
Sobre todo si no deja resaca, como este excepcional Beluga Goldest Original que no admite imitaciones.
Nunca digas vodka, nunca jamás
Sergi Álvarez
Orciny Press
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