Cuando The Boss de Calibre 38 nos habló de Maestra, el grueso del elemento masculino huyó despavorido por considerarla (bastante prejuiciosamente pensé entonces) una especie de thriller de la Señorita Pepis, es decir, algo así como novela negra rosácea.
Unos así lo hicieron saber y algún otro se calló como un puta (en masculino o neutro, un puta es un zorro que baja sigiloso al pueblo y entra en los corrales para robar esas mismas gallinas que también cargan con la etiqueta de putas pero, en su caso, no por ser listas sino por lo sueltas que andan pese a estar siempre acorraladas) y esquivó pronunciarse.
Incluso Juan Carlos Galindo, colaborador habitual de El País, en 10 novedades negras y esenciales para la Feria del Libro, artículo publicado el 3 de junio, reconocía que para recomendar Maestra (“composición realista y plagada de detalles en la que no solo se lee, sino que se huele y se degusta. Se ve”), única novela de la lista que no había leído, contó con el asesoramiento de Isabel Valdés… ¡A eso le llamo yo leer por poderes!
Ante el rechazo generalizado del elemento masculino, y como reivindicación del papel femenino en esta banda tan machota, me ofrecí en sacrificio y, a falta de un Paul Newman que llevarme a la boca, me dispuse a animar mi Largo y cálido verano con una buena dosis de lujuria por encargo, esperando que Lisa Hilton (una impresionante rubia de ojos claros de esas que tanto gozaba torturando o apuñalando el maestro Hitchcock) haya hecho acompañar los tan anunciados excesos sexuales de algún que otro asesinato más obsceno aún, si cabe (je, je), que las analguarradas a las que, según explota la campaña publicitaria, Judith Rashleigh, protagonista de Maestra, es aficionada.
Apenas llevo cuatro o cinco capítulos pero, ¡ejem!, hasta el momento lo único negro que he encontrado en esta novela es algún que otro vello púbico de procedencia desconocida por la afición de la prota a las fiestas que yo denomino Fruit Free porque todo el mundo expone su fruta (plátanos, limones, melones o papaya) y la cata no solo está permitida sino que casi es obligatoria.
¡Joder!, sigo avanzando y la cosa no mejora. La presencia de un adiposo cadáver (que para mi gusto ha tardado demasiado en serlo) no es suficiente para convertir esta novela en negra. De hecho, por la exhaustiva relación de diseñadores de alta costura, bebidas caras, restaurantes de lujo y lugares donde hay que estar para ver y ser visto, a lo que más se asemeja es a un suplemento de, lo mismo me da que me da lo mismo, Vogue o Cosmopolitan.
Pase lo de la pobre chica guapa, culta y con talento, a la que todos pisotean, que solo se siente libre dejándose follar por extraños-as. Pase que se de cuenta de que gana más dinero ejerciendo de fulana, sin sexo, en un club para viejos, ricos y adinerados, que como galerista de segunda. Pero lo de la carrera delictiva que inicia a partir de encontrarse a su seboso amante muerto por accidente en la cama de un hotel de lujo de una ciudad cualquiera, suena a telenovela barata de esas que nuuuunca acaban. Y es que, ¡oh sorpresa!, entre que compra en Chanel, carga en Zara y sale de Dolce, le sobra tiempo para convertirse en una ladronasesina que no teme ni a policías ni a delincuentes, por mucho que éstos últimos puedan pertenecer a la mafia calabresa.
¿Cómo lo ven?
¿Novela sexi?… ¡Por favor!
Este es un libro para ser devorado a escondidas por adolescentes, si es que queda alguno que lea, mientras se dan codazos y sueltan risitas tontas cada vez que la palabra mágica, mamada, aparece no solo escrita sino descrita con pelos (je, je) y señales.
No sé ustedes pero yo últimamente tengo la sensación de que, pese al incremento exponencial de la oferta, cada vez resulta más difícil encontrar una buena novela negra. Solía echar la culpa a los nórdicos, pero no son solo ellos.
En fin, creo que voy a pedirle a Pérez Reverte el teléfono de Lucas Corso, mercenario de la bibliofilia, cazador de libros por cuenta ajena, para que me busque un auténtico thriller capaz de devolverme la ilusión por el género.
Si dicho libro existe, solo él es capaz de encontrarlo.
Maestra
L. S. HiltonTrad.: Santiago del Rey
Roca Editorial
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Menuda crítica ja,ja.ja y que valor en terminar la novela. Yo la empecé a leer y creo que le di cuarenta o cincuenta páginas y ya quedé saturado. Mi innecesario sentido arácnido que aboga por hacerme creer que igual me perdía algo por no continuar la lectura ha despertado de golpe con tu reseña. Gracias a ella (a ti) ahora estoy en paz conmigo mismo y puedo seguir leyendo otras cosas.
Saludos 😉
Me alegra haberte ayudado y que, de paso, te hayas reído un poco. Un saludo.
No es que tuviera tentaciones de leerla pero, de ser así, me las hubieras quitado de cuajo. Excelente y divertida crítica. Esos hombrecillos no podrán contigo…
Gracias Laura, me encanta que te hayas divertido.
Por lo que cuentas del argumento, a lo mejor tendría pase como telefilme de Antena3 para la hora de la siesta en el mes de agosto, cuando sabes que no está viendo la tele ni los enfermos de los hospitales, que no se pueden escapar. Gracias, Teresa. Tu sacrificio ha salvado muchas neuronas ajenas.
De nada Alberto. Un placer.