“Ethno-polar”
Así llaman en Francia a este género que, con una línea argumental criminal o policial, nos hace descubrir comunidades o sociedades que resultan peculiares o exóticas a nuestros ojos de habitantes del presunto centro del supuesto primer mundo.
También lo llaman polar etnográfico o exótico y engloban aquí, entre otras muchas, las novelas de Arnaldur Indridason (Islandia), Peter May (Hébridas Occidentales, Escocia) o Batya Gour (Israel).
Esta novela, titulada Yeruldelgger a secas en el original francés, es un tipo especial de polar etnográfico, pues se desarrolla en Mongolia, pero no está escrita por un mongol ni por una mongola, sino por un francés, Ian Manook, periodista y editor que debuta con esta obra como novelista.
No es el único caso, hay muchos otros: por citar uno os citaré El murciélago, que tiene lugar en Australia y está escrita por Jo Nesbo, que es noruego.
Yeruldelgger nos presenta, pues, Mongolia a través de la mirada de un francés que no puede evitar las referencias a la Segunda Guerra Mundial, el nazismo, la ocupación, la deportación y el holocausto.
Batiburrillo
Si la crítica francesa dice que Yeruldelgger es un etnopolar (acabo de españolizar la grafía; de nada), no le llevaré yo la contraria, pero añadiré que aprecio en esta novela una mezcolanza extrañamente armoniosa de géneros populares.
Por empezar por los escenarios, tenemos una Mongolia a la vez idílica y apocalíptica, porque por un lado está la capital, Ulán Bator, donde perfectamente podían haber filmado Blade Runner o Mad Max y, por otro, las grandes estepas mongolas, los bosques y las montañas, en cuyas descripciones Manook se deshace de lirismo y amor a la naturaleza.
Por seguir con las escenas, muy cinematográficas, las hay de mucha acción, veloces, aceleradas, que se equilibran con otras de respiro, de absoluta calma, impregnadas de la lentitud de los ritos nómadas, sus costumbres, creencias y tradiciones y, cómo no, en la línea de los detectives mediterráneos, de su gastronomía pacienzuda, de la parsimonia de las ancianas que cocinan empanadillas de cordero, marmota cocida o caldo de borrego y preparan té salado con mantequilla, crema de leche de yak y mermelada de arándanos.
Por acabar con el tono, a ratos, a muchos ratos, es de una violencia desmesurada, desagradable y morbosa; en otros momentos, sin embargo, el narrador se entrega al misticismo asiático, a la armonía cósmica y al amor por la humanidad; y otras veces se salpica de toques de humor con guiños, referencias y homenajes a las series televisivas policiacas americanas.
Menudo batiburrillo, ¿eh?
Ha nacido un héroe
Sí, amigas. Ha nacido un nuevo protagonista absoluto de una saga. Un policía heroico, con los superpoderes de James Bond o Jason Bourne, porque de niño cayó dentro de la marmita de poc… ¡Ah, no! Perdón. Me he confundido de galo.
A Yeruldelgger de niño lo recogió una comunidad de monjes shaolines, una secta de machitos iluminados que le enseñó a luchar, a sobrevivir, a meditar, a interpretar los sueños… Es decir, a ser todo un guerrero místico que no acaba de encajar en la fauna urbana de la policía de Ulán Bator, donde se lleva fatal con los jefes y, sin embargo, los agentes jovencitos lo adoran y las aguerridas compañeras caen rendidas de amor por él.
Pero no se nos puede olvidar que Yeruldelgger está creado por un occidental que se sabe de memoria varias sagas de investigadores europeos y no puede evitar hacer de él un policía duro, bronco, solitario, un verso suelto de su comisaría, enrabiado y amargado por una tragedia semipersonal semiprofesional, que acaba convertido en una máquina de matar.
Más Yeruldelgger
Si os gusta esta primera entrega, estaréis de enhorabuena, pues en Francia han salido otras dos más: Tiempos salvajes en 2015 y recientemente, en octubre de 2016, Muerte nómada.
Con la sana intención de abriros el apetito os cuento que en Tiempos salvajes nuestro hombre investiga el asesinato de una prostituta y la desaparición de su hijo y debe desplazarse a las fronteras de Mongolia con Rusia y China y ¡a Francia!, lo que le sirve a Manook para reflexionar sobre las turbulentas relaciones de Mongolia con sus vecinas, el espionaje y el contrabando internacional.
En Muerte nómada Yeruldelgger ha abandonado la policía de Ulán Bator y ha instalado su yurta en el desierto de Gobi, dispuesto a vivir como sus ancestros, pero pronto se ve envuelto en una aventura contra la industria peletera internacional y los negocios corruptos que expolian su amada Mongolia.
Yeruldelgger. Muertos en la estepa
Ian Manook
Trad.: José Manuel Fajardo
Salamandra Black
No entiendo las buenas críticas de esta novela. Me está costando dios y ayuda llegar al final. Una novela tediosa, excesivamente extensa y de escritura simplona, no le llega ni al tobillo de otras obras de autores mucho más interesantes: Alexis Ravelo, Lemaitre, Zanón, Marcelo Luján o Jordi Ledesma, por solo citar a algunos. Por supuesto no repetiré con la segunda entrega de policía mongol.
Es un Totum revolutum sin pies ni cabeza. Yo tampoco entiendo como la gente puede leer semejante engendro de la literatura y hacer una buena critica, pero en novela negra casi nunca se hace una mala critica de un libro y pienso que la gente tiene o un nivel muy bajo de conocimientos literarios y se lo tragan todo o las editoriales pagan para hacer buenas criticas