Reseña: «Azul marino», de Rosa Ribas y Sabine Hofmann

azul-marinoRicardo Bosque

Vaya por delante que, siendo como soy fiel seguidor de Rosa Ribas -ya sea de las novelas protagonizadas por Cornelia Weber-Tejedor como otras protagonizadas por detectives miopes o cincuentonas con superpoderes-, hasta la fecha todavía no había caído en las manos de su otro personaje estrella, en este caso creado a cuatro manos junto a Sabine Hofmann.

Sí, lo siento, mea culpa: no había leído las novelas de Ana Martí, así que, aprovechando la publicación de Azul marino como cierre de la trilogía, decidí que había llegado el momento de darme un festín y devorar de una sentada las 1080 páginas -como las famosas recetas- que la integran.

Más de mil páginas de este maratón de letras que pasan en un suspiro y en las que me encuentro con unos personajes exquisitamente trabajados -tanto los principales como los secundarios-, unas tramas muy bien elaboradas y unos escenarios sumamente atractivos, con el desafío añadido que supone hacer encajar a una mujer periodista investigando trapos sucios en la España de los años cincuenta, tanto desde las páginas de sociedad de Mujer actual como desde las más sórdidas de El Caso. Y todo ello sin que nada chirríe ni nos recuerde en absoluto a la mítica y algo sobreactuada Margarita Landi aunque, obviamente, se la cite en alguna de las entregas.

Como debe ser -o como debería ser siempre-, a lo largo de la serie veremos un personaje en evolución, nada estático, partiendo de una jovencita insegura, tímida pero con arrojo en Don de lenguas -fundamental para ella el apoyo que supone la ayuda de una mujer de más edad y experiencia, aunque sólo sea por su condición de superviviente, como es la filóloga Beatriz Noguer- a una mujer con más aplomo, malicia y tablas en El gran frío y Azul marino.

Y si Martí, en su debut, debía demostrar a los demás su valía a cada paso que se avanzaba en la investigación del asesinato de una conocida dama de la burguesía catalana -investigación trufada de interesantes giros que ponen a prueba la tenacidad y diligencia de nuestra periodista, aunque bien arropada por sus “colaboradores”- en El gran frío se verá sola ante el peligro, aislada en un pueblo dejado de la mano de dios en el Maestrazgo turolense y testigo de unos milagros que -la razón manda- se desvelarán como un puro montaje en una novela con un inesperado desenlace.

Finalmente, en Azul marino, nos encontramos con una mujer mucho más madura y experimentada, capaz de llevar la iniciativa y no ir a rebufo de la policía, en la investigación de dos casos, dos, en los que pasaremos de la sordidez de un taller de costura en el que se reconduce -al modo católico franquista propio de la España de los años cincuenta- la conducta de mujeres de vida disoluta, a las problemáticas relaciones internacionales entre la Brigada de Investigación Criminal de Barcelona y la Policía Militar de la marina estadounidense, con un caso a resolver conjuntamente en el que los intereses de ambas partes no pueden ser más dispares.

Azul marino supone un brillante colofón -emotivo y esclarecedor el cierre epistolar de la novela- a una trilogía sólida, excelente, en la que, en ningún momento, se aprecia dónde termina la mano de Ribas y dónde retoma el trabajo Hofmann, algo difícil de conseguir en una modalidad -la de la escritura a cuatro manos- que suele suponer un reto adicional para el lector: el desafío de encontrar las costuras, esos puntos mal dados a través de los que adivinar qué parte del trabajo corresponde a cada uno de los autores. Misión imposible, al menos para mí, con estas dos mujeres tan sumamente compenetradas.

Por último, y para aquellos que todavía no conozcan a Ana Martí, un consejo gratis: si bien se trata de casos independientes, considero que es más que recomendable ir por orden y empezar por el principio, tanto para disfrutar con la evolución vital del personaje como para evitar ser conocedor de ciertos acontecimientos o circunstancias antes del momento adecuado para ello.

 

Azul marino
Rosa Ribas y Sabine Hofmann
Siruela
 

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