Laurentino Vélez-Pelligrini
Graziella Moreno es una de las autoras Noir más en boga de los últimos tiempos. Fichada por Penguim Random House, publicó el año pasado Juegos de maldad (Grijalbo, 2015), una obra por la que resultó finalista en el Premio Cubelles Noir 2016 a la mejor novela en castellano escrita por mujeres. Este mismo año vio la luz El bosque de los inocentes (Grijalbo, 2016), obra muy bien acogida y de la que hablamos ampliamente a lo largo de esta entrevista. Jurista de formación, ejerce como jueza en un Juzgado de lo Penal de Barcelona. Con Graziella hemos conversado sobre su faceta como escritora, pero también sobre el mundo de la justicia y el universo de los menores, uno de los temas jurídicos que más le apasionan y a los que ha dado ilustración literaria en sus dos novelas. Pero lo que hay que decir sobre todo, es que Graziella Moreno es una autora sumamente carismática, próxima, humana y comprometida con los más débiles.
Eres jueza de lo penal en Barcelona. ¿Sin que suene a guasa, cómo encuentras tiempo para escribir trabajando en una administración de Justicia desbordada?
Es uno de mis principales problemas, el tiempo. Intento escribir cada día, pero no es fácil ya que tenemos vistas como mínimo tres días a la semana, así que pasas toda la mañana con juicios y luego hay que redactar las sentencias, tarea en la que inviertes las tardes y los fines de semana. Pero aún así, siempre hay algún hueco para corregir o repasar lo escrito. A veces pienso que cuando tienes poco tiempo, te cunde más, así me consuelo, je, je.
En la ficción se escenifican juicios pero, para ti, ¿qué hay de verosímil, tú que estás metida en el mundo real de los jueces, fiscales y abogados?
Una de las razones que me llevó a escribir mi primera novela, Juegos de maldad, era precisamente exponer la realidad de la justicia y cómo trabajamos los que nos movemos en ella. El sistema judicial español no tiene nada que ver con el anglosajón y me atrevería a decir con el resto de Europa. De hecho, a fecha de hoy, la figura del juez instructor, el que lleva adelante la instrucción que no es otra cosa que la investigación solo existe en España. El juicio que suele reflejarse en las películas americanas tampoco tiene nada que ver con los nuestros. En mis novelas todo es tal cual sucede en la realidad.
Al hilo de lo que apuntas, parece que el mundo judicial es escasa o pobremente objeto de ambientación en la novela negrocriminal, a diferencia de lo que ocurre con las diversas dimensiones del universo policial.
En la ficción la figura del juez es residual, tiene un papel secundario o como mucho apoya a otros personajes. Los protagonistas suelen ser los investigadores o los propios delincuentes.
¿A qué se debe esa ausencia e incluso invisibilidad de los jueces? ¿Qué ocurre, que tienen poco carisma y arrastre literario?
Quizá no hay demasiados, pero querría citar aquí novelas como la de El chino de Henning Mankell en la que la protagonista es una juez, eso sí, un tanto estereotipada para mi gusto, o en La ley del menor de Ian McEwan, también con juez protagonista. Creo que la mayoría de los autores piensan que la figura del juez no da tanto juego como el resto de personajes que suelen aparecen en la novela negra. La rigidez del sistema legal, dado que el juez no puede moverse libremente como los investigadores o los delincuentes no es tan atractiva y por otro lado, explicar la rutina del procedimiento legal al detalle, haría la novela muy aburrida.
¿Esos no son vicios en los que también suele caer la novela policiaca procedimentalista, que a veces pierde la magia de lo ficcional para convertirse en una disertación sobre ciencia criminológica y forense?
No los definiría como vicios. Como bien dices hay una tipo de novela procedimental que describe detalladamente las técnicas de investigación y que resulta más sobria y quizá menos humana, pero también tiene sus lectores, sobre todo en EEUU, hay muchos adeptos a ello, pensemos en series como CSI y similares cuyo fuerte son los procedimientos de investigación. Es otro tipo de novela policiaca.
Volviendo a tu ámbito, se dice que la “Justicia es ciega”. ¿Eso significa que también se revela neutra ante los orígenes sociales del crimen, por retomar una de las problemáticas centrales del género negro?
La justicia “es ciega”, debe serlo, para no favorecer más a una parte que a otra. Saber las motivaciones, el por qué se llega al crimen es algo muy importante para entender actitudes y consecuencias. A mí me interesa mucho saber la razón de las conductas, y no porque ello me lleve a una resolución distinta, sino que partiendo de un hecho que ha tenido lugar, intento adaptar lo que establece el Código Penal a ese caso concreto. Así, si una persona ha cometido un delito a consecuencia de su adicción a las drogas, ello se tendrá en cuenta a la hora de valorar la pena que se imponga. La justicia tiene que aplicar una norma que es el Código Penal, pero siempre hay margen para valorar la gravedad de la conducta y ello viene dado como bien dices por los orígenes sociales del crimen en la mayor parte de las ocasiones.
Imagino que debe ser duro tener que aplicar penas en situaciones que, en lo personal, percibes como socialmente injustas.
Sinceramente sí. Hay casos muy duros, de exclusión social, de familias desestructuradas, en los que te ves impotente, ya que no puedes moverte del marco legal, no puedes “saltarte” la ley. Pero como comentaba antes, dentro de ese marco siempre intentas hacer lo que puedas para suavizar el rigor legal. Además, con ello se cumple la finalidad de las penas que es la socialización del individuo. Muchos delitos provienen de problemas sociales que con más medios en asistencia social y más oportunidades no llegarían nunca a producirse.
En principio, deberíamos estar orgullosos de tener un sistema penal exquisitamente garantista, como es el nuestro, pero en los últimos tiempos estamos viendo que gente muy poderosa y con graves imputaciones, se está yendo de rositas.
Encontrar el equilibrio siempre es difícil. Las garantías son buenas, son imprescindibles, puesto que en otro caso pueden cometerse errores muy graves y aún así, somos humanos y a veces, nos equivocamos. Las garantías están para proteger la presunción de inocencia, el problema es cuando se aprovechan del sistema en su propio beneficio y eso, por desgracia, es lo que percibe la ciudadanía.
Por lo que me explicas, deduzco que los desenlaces de las novelas negras y policiales en torno al poder político y la corrupción, donde los males acaban pagando, no siempre corresponden con la realidad de unos procedimientos interminables, repleto de ingenierías jurídicas.
Pienso que cada vez más la novela negra refleja la realidad, no hay tantos finales redondos y sí más puertas abiertas a las ramificaciones y consecuencias del delito, así como sus causas, que no se acaban en lo clásico: delito-investigación-condena. A muchos autores les interesa explicar qué ha pasado y por qué y cada vez estoy más de acuerdo con ello.
Si te parece, dejamos tu faceta profesional y entramos en la de escritora, más en concreto, la de tu última novela, El bosque de los inocentes. Tu protagonista, Iris, es una abogada divorciada, que trabaja en un bufete de poca solera, en casos que la desmotivan y que sale adelante a trancas y barrancas. No sé si, con ese perfil, querías quizás romper con los tópicos del letrado agresivo, triunfador y de minutas prohibitivas que también nos brinda a veces la ficción literaria o cinematográfica.
Exacto. Un abogado o abogada en este caso, es una persona normal que tiene una profesión como la de cualquier otro, con familia o no, con sus problemas, sus hipotecas, sus dolores de espalda, vamos. Soy partidaria de desmitificar las profesiones y romper los clichés.
Sus relaciones filiativas son también muy complicadas, en especial con su madre. ¿Tan difícil es el trato entre mujeres dentro del núcleo familiar?
No, ni mucho menos. En mi caso, no he tenido nunca ningún problema, je, je. Pero Iris, la protagonista, es una persona encerrada en sí misma, de pocas relaciones sociales, tiene tendencia a aislarse y además su madre y ella son antagónicas. Eso pasa en la vida real…
Tu protagonista, por otra parte, tiene un especial interés por su misterioso pasado familiar. ¿Te molesta la mentira o la ocultación o es que tú también tienes curiosidades genealógicas?
Más bien lo segundo, siempre me han gustado las historias familiares. Yo era de las que me sentaba con mi abuela a que me explicase cosas de sus parientes, de ahí pueden salir muchas historias, je, je.
Metiéndonos de pleno en la trama, Iris es una mujer torturada por un sueño al que no consigue darle inteligibilidad ni sentido y que va a ser un elemento clave en el desarrollo y desenlace de la historia. ¿Cómo se te ocurrió utilizar ese hilo conductor, quizás porque te fascinaba el poder de la mente?
La mente me fascina, sí. Dicen que usamos un tanto por ciento muy bajo de toda nuestra capacidad cerebral y creo que hay personas que tienen una sensibilidad especial para percibir cosas que a los demás se nos escapan. Quería introducir ello, así como que siempre buscamos explicaciones lógicas a las cosas pero no siempre las hallamos.
Entonces, el misterio siempre es la sombra de la razón…
Ya dicen que “el sueño de la razón produce monstruos”… je, je.
¿Por qué eliges para tu novela un pueblo del Montseny, Rocablanca? ¿El ambiente rural tiene algo más magnético y literariamente tenebroso a efectos de la novela negrocriminal?
En mi infancia acudí mucho al Montseny, un parque natural cerca de Barcelona para hacer excursiones y está lleno de leyendas y tradiciones. Me pareció un buen marco para situar el pasado de la protagonista y la búsqueda angustiosa en la que se ve inmersa.
¿Esas leyendas te daban miedo o eras en cambio una niña atrevida y curiosa ante lo incognito?
En absoluto, las leyendas siempre me han gustado, muchas tienen moraleja y un sentido muy real y sí, la curiosidad por saber lo que pasará después es uno de mis vicios confesables, je, je.
Por la obra planea un cruel asesino del siglo XIV, Gilles de Riais, del que se inspiró Perrault para el personaje de Barba Azul, pero, ¿a qué vino que pensases en él como fondo de la trama?
Conocía ya a Gilles de Rais de mis lecturas de niña, y era un personaje que me había fascinado siempre. En esta novela quería hablar de los delitos que más me repugnan cuando tengo que enfrentarme a ellos por mi trabajo que son la pederastia y la pornografía infantil y hablar del monstruo que fue Gilles de Rais era casi obligado, o al menos yo lo he sentido así.
Si me permites la reflexión, al leer tu novela y pensar en ese mismo personaje, me da por formular la hipótesis de que confundimos muy a menudo el psicópata como figura sociohistórica (que viene de muy lejos) y el psicópata como categoría psiquiátrica, forense y criminológica, que es un fenómeno estrictamente propio del siglo XIX.
Hoy en día estamos acostumbrados al psicópata de las películas y de las series de televisión. Esta clase de individuos han existido siempre, pero no se los reconocía como tales en tiempos pasados. Para mí, Gilles de Rais era un psicópata de libro. Mientras duró la guerra de los Cien Años en la que participó activamente en el campo de batalla y como paladín de Juana de Arco, pudo desfogar sus impulsos sádicos sin problemas, todo se admite en la guerra. Pero en tiempos de paz… Sus ansias de sangre no le permitían parar y de ahí toda su carrera al infierno.
¿No te da la impresión de que podríamos encontrar en él y en sus actos, un ancestro histórico de los líderes totalitarios del siglo XX y de lo que hoy entendemos, en el jerga jurídica contemporánea, como “Crímenes contra la humanidad”?
Podía verse así, sí. Engañaba a los padres de los niños que secuestraba diciéndoles que entraban a formar parte de su servicio y no los veían nunca más. Lo repulsivo del personaje es que no solo les causaba daño físico sino también psíquico, les robaba la inocencia que es lo más sagrado y auténtico que tenemos los humanos.
Siempre hablamos de secuestros y tráfico de niños, pero también nos olvidamos de los recientes crímenes de Estado contra los menores. Pienso, por ejemplo, en la propia dictadura de Videla y el caso de los bebés arrancados de los brazos de sus madres…
Creo que nos preocupan ambas cosas. A mí desde luego, me afecta mucho todo lo que tenga que ver con niños, porque ellos están totalmente indefensos frente a los adultos. Hay horrores que se cometen contra ellos de forma constante, aquí y ahora y ello nos lleva a pensar lo enferma que está nuestra sociedad.
Los crímenes que se producen en tu obra son de una particular crueldad, pero sin embargo esquivas el morbo de la sangre. ¿El hecho de que las victimas sean menores te generó un cierto pudor?
No quería una novela gore, aunque hubiera podido hacerlo. Creo que la imaginación es el motor más potente que hay y prefiero dejar a la imaginación del lector los detalles. Son temas delicados que pienso que deben tratarse en igual forma, no busco el asco o la repulsión sino el exponer los hechos y reflexionar sobre su significado.
Por lo que veo, cuando hay tramas literarias con menores de por medio, casi siempre sois autoras. ¿Eso da libre curso a los viejos rollos sobre el eterno femenino y el instinto maternal?
Pues no tengo una respuesta fiable para ello. Creo que la mirada del escritor, sea hombre o mujer debe ser siempre lo suficientemente profunda como para entrar en los personajes y sus motivaciones y para ello debe ser sensible. Ahora, no sabría decir si ello tiene que ver con el instinto maternal…
¿El abuso contra los menores es característico de una sociedad como la actual, en la que se machaca a los más débiles?
Por desgracia no creo que sea un problema solo de la sociedad actual, es de la propia raza humana que siempre se comporta de la misma forma. Por eso pienso que la única solución es la educación y el transmitir unos valores para evitar una sociedad tan agresiva y competitiva como la nuestra.
Sin embargo, ¿no te parece hipócrita el hecho de que nos ruborizemos ante la pornografía infantil, por ejemplo, al tiempo que miramos hacia otro lado cuando se trata de la hambruna en África o los niños soldados o kamikazes?
Tienes razón, tendemos a horrorizarnos más por lo que sucede en nuestro entorno más próximo y lo que pasa lejos parece que no nos afecta tanto. Sucede igual con los atentados terroristas, si sucede en París, nos llega mucho más que si pasa en Sudáfrica.
Ya entrando en recta final, eres una de las privilegiadas fichadas por un sello del grupo Penguin Random House. Cuando escribías, ¿imaginabas que ibas a estar en primera línea de la oferta librera?
Lo cierto es que no, cuando escribes tu mayor preocupación es hacer algo que sea presentable y la publicación te parece algo inalcanzable. Estoy muy agradecida a Penguin Random House por haber confiado en mis dos novelas.
¿Hay que tener un estilo determinado para que un sello con solera se fije en ti?
El estilo es previo al sello, escribes como sabes y puedes y después al encontrar editorial ellos tienen su manual de estilo, pero respetan al autor. Creo que si consigues llegar a los lectores todos los estilos son válidos y además sobre gustos…
Se habla mucho de ti y te mueves con soltura por los mundillos literarios, en especial del Noir. ¿Son como los suponías o hay algo que te cogió por sorpresa?
Para mí era un mundo totalmente desconocido. Piensa que yo soy de la generación que iba a comprar libros en las librerías, no recuerdo que hubiera presentaciones y los escritores eran personas inalcanzables. El mundo Noir es muy auténtico y no puedo más que agradecer que me hayan permitido integrarme en él. Conoces a grandes escritores y tengo que decir una vez más que se escribe muy bien en España. A ver si de una vez por todas cambiamos esa idea de que todo lo que viene de fuera es mejor. Aquí hay autores que sacan los colores a muchos suecos y norteamericanos.
¿En qué proyecto estás metida ahora, vas a seguir con una trama con algunas cuestiones históricas, como lo has hecho con El bosque de los inocentes, o ya estás pensando en cambiar de registro?
Si todo va bien, en 2017 publicaré mi tercera novela que es una continuación de la primera, Juegos de maldad, centrada más en los personajes y en su evolución en una trama de corrupción policial, es muy negra. Y sigo escribiendo, imaginando… La cabeza no deja de funcionar, y que no pare…
Pues aquí te esperaremos, en Calibre .38…
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