¡Vaya sorpresa!
Por una vez tengo que darle la razón a esas frases elogiosas que se colocan, bien en la contraportada o bien en las solapas.
Me sorprende mucho que sea la primera obra del autor y que con ese grado de inexperiencia, que a todo novel se le supone, sea capaz de tramar semejante novela. Porque la novela te tiene en ascuas todo el tiempo, manteniendo no ya la tensión sino el interés durante toda la lectura. Es una de esas novelas que te provoca, te deja casi siempre en vilo a la espera del siguiente acontecimiento y “casi siempre” consigue salir por un lado diferente al que esperabas. Ojo, que he puesto comillas y son importantes.
Gibson Vaughn es el protagonista principal, un hacker mítico que sufre las consecuencias de haberse metido con tipos muy poderosos. No obstante, su pasado vuelve a él en forma de prueba sobre la desaparición de Suzanne Lombard, de la que se considera medio hermano. Suzanne Lombard es hija del vicepresidente de Estados Unidos y su desaparición pasó a formar parte del imaginario colectivo de todo el pueblo norteamericano, algo parecido al hijo de Lindberg. Vaughn deberá hallarla o conocer su destino, y para ello es ayudado por fuerzas contrarias al vicepresidente.
La novela, vista así, parece un típico thriller político, pero nada más lejos de la realidad. Hay política sí, pero no es central, la novela arranca más por el estilo techno thriller puesto que Gibson es un hacker y se enfrenta a un oponente que también lo es, y ahí la trama gana mucho porque no es algo tan típico de la literatura, más de la ficción en imágenes. Lo mejor es esa parte porque la detalla, nos muestra como tiende trampas, bien explicadas y sin abrumar, cómo existe una lucha soterrada por la información y como esa lucha tiene algo de épico, aunque sólo haya por medio silicio.
La novela no sólo toca el techno thriller sino que le ha ido aglutinando elementos más típicos de los thriller más clásicos, como son las conspiraciones, los secretos bien guardados y los personajes que provienen o tienen vínculos con esas agencias estatales de tan mala fama. Es así algo diferente porque no tiene un sentido sino varios, combina con precisión varios elementos. Aunque al final, cuando se difumina la nube digital, queda carne y hueso y ahí vuelve el thriller más canónico.
Esos personajes, salidos de recónditos departamentos, se dejan a medias, definidos con trazos gruesos, dejando al lector que rellene el espacio entre ellos, obligándonos a hacer una suerte de ficción sobre ficción. Probablemente sea el mejor acierto del autor, no obligarnos a pasar por una biografía de escaso interés sino llevándonos a la verdad de la realidad, a apostar por el presente y obviar el pasado, que tiene mucho de prosaico. Dos, tres trazos son suficientes, si se sabe hacer, para obligar al lector a imaginar esa realidad que representan tipos que han participado en guerras sucias y conjuras en el extranjero y que tienen un curriculum muy cuestionable, por otro lado personajes imprescindibles cuando se trata de este tipo de novelas.
Fitzsimmons tiene mano con las letras y cierto atrevimiento, ha creado un nuevo estilo a partir de reformular varios, amalgamando realidades que nos rodean y que actualiza el viejo género. Nuestra realidad está cada vez más interconectada con el mundo virtual y ese guiño tiene mucho futuro en cuanto a la ficción. El autor lo aprovecha y se mueve en ese campo francamente bien, en el lado más clásico flojea un poco, seguramente es más complicado y exige una corporeidad apabullante. La carne y los bytes no tienen una compatibilidad tal, no se pueden superponer porque la realidad siempre cae del lado más corpóreo.
Una novela profundamente actual, sin dejar de lado lo clásico. Se han evitado grandes conspiraciones, que siempre suelen ocasionar mucho lío, y se ha centrado en algo pequeño, minúsculo, anecdótico pero cargado de verdad. Tan verdad como son los secretos más oscuros y ahí bucea, consiguiendo atrapar la atención del autor.
Probablemente el final sea lo más flojo de la obra, después de todo se esperaba algo tremendo, un descubrimiento brutal y virtual, un encriptamiento de archivos a escala global, una suerte de Apocalipsis digital pero se ha bajado al barro, a donde las pasiones humanas se repiten en un bucle infinito y ahí se puede ofrecer escasa novedad.
La obra se sostiene sobre una prosa precisa y limpia, clara y diáfana, con un sentido muy aplicado de la contención y el lector lo agradece, no hay nada como la sencillez para conquistar a los lectores más habituales del género que bucean en el interior, en lo mollar de estas historias que siempre son el argumento y la acción.
Los norteamericanos, muy suyos, ya han tomado cariño al protagonista y le han pedido más al autor, por lo que pronto tendremos alguna otra entrega. Espero que continúe en esa línea, la novela ha sido una experiencia entretenida, divertida e intensa.
La soga
Trad.: Cristina Martín Sanz Alianza de Novelas (Alianza Editorial)
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