Reseña: «Las aventuras de Caleb Williams», de William Godwin

Enrique Bienzobas

William Godwin vivió entre 1756 y 1836. Educado en el calvinismo (si alguien está interesado en conocer la cara oculta de Calvino, le recomiendo el libro de Stefan Zweig, Castellio contra Calvino, traducción de Berta Vías Mahou, editorial Acantilado, una auténtica maravilla y un placer para el espíritu), llegó a ser pastor presbiteriano, predicando durante pocos años. La lectura de los filósofos ilustrados y los clásicos greco-romanos, hundieron su fe abandonando la carrera eclesiástica.

Fue un autor muy prolífico que dio a conocer ensayos, novelas, tragedias, cuentos para niños… Entre sus obras más conocidas destacan Investigación acerca de la justicia política, un ensayo filosófico-político (hay una edición en castellano de la editorial Júcar, con traducción de J. Prince basada en la edición abreviada de 1926 en Nueva York) y la novela que comentamos, que lleva como subtítulo Las cosas como son y donde no me importaría añadir o el crimen de perder la razón. La novela es la ficción de los planteamientos teóricos del ensayo.

Es sabido que William Godwin se casó con Mary Wollstonecraff, autora de la posiblemente primera obra de reivindicación feminista: Una vindicación de los derechos de la mujer. Del matrimonio nació Mary Shelley, autora de esa hermosa epopeya titulada Frankestein o el moderno Prometeo. El marido de la hija, Percy Bysshe Shelley escribió, entre otras cosas, el drama lírico Prometeo liberado, con el que pretendía hacer justicia al Prometeo atribuido a Esquilo.

Godwin fue un filósofo del anarquismo individualista. Los hay que le consideran como el primer filósofo anarquista, algo con lo que yo no estoy de acuerdo, pues creo que el título debe ser para Diógenes de Sinope (412-323 a. de C.), un inmenso ser humano que nunca tuvo nada en propiedad, por lo que aquellos que dan el nombre de aquel magnífico nihilista griego para referirse a los que acumulan propiedades miserables no tienen mucha idea de lo que están hablando.

“Todos los hombres convendrán que la felicidad de la especie humana es el objeto más deseable que debe perseguir la ciencia humana, y que la felicidad o placer intelectual y moral ha de ser infinitamente más preferidos que los precarios y transitorios”. Así comienza la Justicia política, principios que conforman los cimientos de su filosofía, tanto en la teoría (ensayo) como en la ficción (novela). Todo empieza con el injusto reparto de la riqueza, causa de la infelicidad de la mayor parte de las personas. Tal situación se agudiza con la insolencia del rico que exhibe el lujo y la suntuosidad pretendiendo protegerse con “la institución política”, algo cuya finalidad es “encarecer la supuesta excelencia de la riqueza”. Solo la razón sostenida con la educación pueden crear un mundo de felicidad, pues los gobiernos son concebidos para proteger a los ricos (leyendo estas reflexiones uno se pregunta qué diría hoy Godwin al ver a los gobiernos del mundo, con el de España a la cabeza, y sus parlamentos legislando para los poderosos. Bueno, él ya sabemos lo que diría, lo importante es qué hacemos nosotros permitiéndolo). Cuando triunfe la razón, la educación y la ética, el mundo será entonces feliz, mientras tanto las cosas como son.

Caleb Williams es hijo de un campesino humilde que en su niñez y pubertad se ha dedicado a instruirse leyendo todo lo que tenía a su alcance. Muy joven queda huérfano y es llevado por un poderoso señor feudal como bibliotecario y ayudante. El señor feudal, Falkland, es amable y educado pero se muestra frío, distante y con señales de crisis psicológicas (luego sabremos que es una cuestión de moral). Williams conoce a través de Collins, administrador del señor, la historia de Falkland, que muestra a Caleb como en todas las circunstancias de su vida ha empleado la razón frente a la violencia.

En la segunda parte de la novela sabremos que en la vida de Falkland hay un crimen, o tres. Williams sospecha de su señor. Desde desde ese momento no para hasta encontrar la verdad. Es entonces cuando caen las caretas y surgen las verdaderas caras. La de los poderosos aprovechándose de sus leyes e instituciones para mantener su despotismo e insolencia. Y la de los pobres, sumisos los más, rebeldes los menos.

En la última parte, la peor de la novela, Harold Bloom la califica de “horrenda” (Novelas y novelistas, trad. Eduardo Berti, Páginas de Espuma), aunque yo no iría tan lejos, nos muestra el desenlace a través de un cúmulo de datos nunca antes aparecidos, un sinfín de casualidades, excepciones, buenas y malas suertes… Puede salvarse de esta parte el discurso que lanza Caleb Williams a Falkland, ya casi al final, que de alguna manera nos suena a algo parecido a la lucha de clases, sea o no es un alegato en favor de la lectura. También al final hay una frase en la que Williams dice soportar un peso por un crimen: “ahora llevo sobre mi el peso de un crimen”. Hoy no lo entenderíamos así.

Godwin escribió Las aventuras de Caleb Williams movido por un afán pedagógico. Acababa de terminar su Justicia política y deseaba mostrar el mundo tal como es si las gentes no emplean la razón ni la educación. Un mundo en el que la injusticia está por encima de la ética, y en el que las instituciones son para beneficio de los poderosos con el único fin de imponer medidas autoritarias desde arriba. Un mundo en el que no se tiene en cuenta algo fundamental: todas las personas son racionalmente iguales, pero cuando surgió la propiedad privada –aunque Godwin no lo exponga exactamente así–, se dotaron de gobiernos para magnificar la riqueza y reprimir al pobre, además de producir y reproducir las condiciones de la injusticia. Los poderosos, Falkland por ejemplo, saben aprovechar, puesto que son suyas, las instituciones para garantizar su superioridad.

Para terminar se trata de una novela que la editorial Valdemar incluyó en su muy cuidada serie “Gótica”, algo que no se entiende bien, pues no responde en absoluto al género, si acaso es una novela de aventuras y reflexión, una novela filosófica. Está descatalogada pero se puede encontrar en librerías de viejo y también descargar en varios portales de forma gratuita.

 

Las aventuras de Caleb Williams o las cosas como son
William Godwin
Trad.: Francisco Torres Oliver
Valdemar
 

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