Novela: «Ícaro», de Deon Meyer

Sergio Torrijos Martínez

Benny Griessel, el detective fetiche de Deon Meyer que ya nos fue presentado anteriormente vuelve a la carga, aunque en esta nueva novela su compañero, Vaughn Cupido, será quién asuma más responsabilidad. Ahora la trama gira en torno a dos ejes, el mercado vinícola en Sudáfrica y el negocio, un tanto turbio, de una empresa digital que crea coartadas falsas pues su propietario es encontrado asesinado. El revuelo mediático irá de la mano de toda la investigación pues en la empresa digital se manejan datos muy delicados de sus clientes.

Benny Griessel, cuyos problemas con el alcohol eran ya conocidos, vuelve a caer en ese vicio y lo que pudiera parecer algo tópico y manido se convierte en lo más interesante de la novela. La relación de un alcohólico con el licor es lo más carnal de todo el artificio literario, el resto, muy accesorio, me parece algo improvisado, más aún cuando el autor nos intenta explicar el mundo del vino y apenas posee datos que merezcan nuestra atención. Si estas líneas llegaran al autor me gustaría recordarle que no sólo en Francia se produce buen vino, hay otros lugares en toda la cuenca mediterránea capaces de competir con los caldos franceses.

Deon Meyer es interesante por introducirnos en un mundo cultural nuevo. La Sudáfrica que describe nos es tan ajena y tan particular que interesa, los casos y el entramado criminal ya lo es menos, no es capaz de superar esa barrera que va desde un buen personaje a otro que trascienda las páginas del libro y como hablamos de alcohol y problemas con los bares recordaría al bueno de John Rebus y la magia que aporta Ian Rankin desde un vaso de whisky escocés.

La novela me ha parecido floja, previsible, con una trama débil que no consigue darte ese pellizco preciso, todo queda en el terreno de las buenas intenciones, de las labores por concluir, como a medio hacer, por definir. Creo que carece de mala leche, de aristas, algo casi imprescindible en los ambientes que nos intenta introducir.

También tengo que decir que pese a los defectos tiene sus virtudes: la prosa es sólida y deja que el lector se acerque a ella, y sobre todo el interés que suscita una sociedad como la sudafricana, muy heterogénea.

Es la segunda oportunidad que doy a Deon Meyer, anteriormente fue El pico del diablo, donde me pareció que había elementos interesantes y que esperaba se desarrollaran, era una trama más bestia y más atractiva. Esta obra, Ícaro, me ha parecido un tanto decepcionante si la comparamos con el nivel de las críticas recibidas, todas en elogiosos términos.

 

Ícaro

Deon Meyer
Trad.: Javier Guerrero Gimeno
Salamandra Black

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